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Pedro Sánchez se marcha como vino, arrogándose el derecho de someter a toda la nación, a sus intereses personales. Claro es, que es lo que tiene la democracia liberal. Que un tipo de su catadura moral pueda hacer lo que le venga en gana, el tiempo que ejerce su mandato: pactar con terroristas, separatistas y chusma, no acometer proyectos necesarios, manipular y corromper las instituciones, y esquilmar la económica a golpe de talonario. Bien es cierto, que todo esto es legítimo, y así se lo hacen ver a los ciudadanos, las instituciones y los medios de comunicación, todos ellos al servicio de la oligarquía del poder. Ya saben, “a rio revuelto, ganancia de pescadores”. Por eso, convendría ser más justos en las críticas.
Y como a este psicópata narcisista, según fue definido certeramente, se la sopla todo, excepto lo suyo, después de la debacle en las elecciones autonómicas y municipales, disuelve el Parlamento y convoca elecciones generales para el próximo 23 de julio.
Le importa un bledo que la fecha elegida coincida con el período vacacional de la inmensa mayoría de los españoles. Que las empresas tengan que hacer encajes de bolillos para cuadrar las vacaciones de sus empleados. O que perjudique al sector turístico. Todo por no sufrir el desengaño de lo que ha sido su gestión al frente del Gobierno de España, cuya Jefatura ostenta un señor que no se mete en nada.
Se la sopla, porque él va a los suyo. A ocupar un puesto en el Consejo de Estado, cada vez con gente más capacitada y escandalosamente retribuido, a la par de algún puesto internacional ayudado por el sátrapa de Marruecos, el masón de Méjico, el terrorista de Colombia o el violador de Nicaragua. Que por esos sitios tenemos deambulando al tarado de Zapatero, que sigue igual, o si cabe peor y más perdido.
Aunque confiar en este sistema corrupto y corruptor, tomado por terroristas, separatistas y gentuza, comienza a ser difícil para millones de personas, cara a las próximas elecciones generales se impone el sentido común. El sentido que nos dice, que perseverando es posible que se llegue. Pero claro, hay que perseverar.
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Sí pero no. Porque me hace mucha gracia lo bien que les va a estos «descerebrados», las trapisondas que realizan estando en el Gobierno y el futuro tan luminoso y lucrativo que les espera cuando acaben perdiendo el poder. Por otro lado, nada garantiza que a España le vaya mejor con alguien de cabeza mejor amueblada, pues ya es tedioso recordar lo que hizo, o más bien «perpetró» Felipe González con su perro de presa Guerra y toda la patulea de aprovechados ( algunos de los cuales ahora van de dignos ): dejaron a la pobres España vuelta del revés, saqueada, arruinada, desindustrializada, en camino bien dirigido hacia el analfabetismo y el embrutecimiento.