21/11/2024 19:45
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Hace unos años, disfrutaba de una comida en compañía de algunos amigos, y como en otras ocasiones ejerciendo de descendiente de  tabarquinos comencé a contarles parte de la historia de la isla. Les dije de la existencia de una isla llamada Tabarka situada a unos pocos metros de la costa de Túnez, como fue poblada durante el reinado de Carlos I, y como en 1741 fue tomada por el Rey de Túnez, haciendo prisioneros a los 840 tabarkinos que aún vivían en ella.

Algunos fueron liberados en 1753, por el Rey de Cerdeña, Carlo Manuele III, pero aún quedaron más de 300 tabarkinos prisioneros, que fueron vendidos como esclavos en 1756 a Argelia, y tras casi 13 años de esclavitud, en diciembre de 1768, el Rey Carlos III -influido por las presiones del Conde de Aranda, que quería fortificar y poblar la isla de San Pablo, frente a la bahía de Santa Pola- negocia la liberación de los 300 tabarkinos, llegando en barco las primeras familias a Cartagena y posteriormente en marzo de 1769 el resto desembarcó en Alicante, siendo un total de 68 familias y 32 personas sin núcleo familiar, a las que se concede la explotación y propiedad de la Isla de San Pablo, a la que llamaron Nueva Tabarca.

            Cuando terminé de contar esta historia mi amigo Ricardo Sánchez apostilló: “Te voy a contar una historia de Tabarca que no conoces”. Mi exposición histórica no le había impresionado lo más mínimo, así que tras unos segundos de duda le pedí que me la contara.

            Al parecer, en 1959 estuvo atracado el yate Cristina, propiedad del multimillonario Onassis, el cual pasó unos días de descanso en la isla y quedó tan encantado con la visita que pidió a un importante bufete de abogados de Madrid que se desplazara a Alicante y comprara la isla para él. La sorpresa de los abogados fue mayúscula al comprobar que la isla no existía en el Registro de la Propiedad, y sabiendo el carácter militar que Tabarca tuvo en tiempos de Carlos III, decidieron ponerse en contacto con Ricardo Sánchez de Cea, padre de mi amigo Ricardo, por aquellos años jefe del servicio de intendencia y de Propiedades del Ejército.

Con la minuciosidad y pulcritud que caracterizaba su trabajo, consultó el archivo de Simancas llegando hasta la cesión de Carlos III a los tabarquinos, para que viviesen en la isla, así como los privilegios reales de no hacer el servicio militar y de no pagar impuestos que les concedió Carlos III.

            El General Franco y por tanto los mandos del ejército, no queriendo perjudicar a los tabarquinos que vivían en la isla, decidieron no vender Tabarca a Onassis, pero a partir de esta situación se planteó la cuestión de normalizar las propiedades de casas y terrenos en la isla.

            Para ello, Ricardo Sánchez de Cea, acompañado del topógrafo municipal de Alicante Rafael Bañuls, del ingeniero militar el teniente Papí, y del alcalde pedáneo de Tabarca, comenzaron a realizar un trabajo de investigación en la isla basándose en una recopilación de títulos de propiedad que el párroco de la iglesia de Tabarca había redactado de su puño y letra, que recogía las propiedades que tradicionalmente habían ocupado los tabarquinos.

            Este trabajo no conocido al que no se le había dado merecido reconocimiento,  ha servido para que los actuales residentes tabarquinos hayan podido ser los propietarios de las casas que durante más de doscientos años ocuparon los descendientes de aquellos genoveses de la lejana  Tabarka.

Este artículo es muestra de mi agradecimiento a Ricardo Sánchez de Cea, Rafael Bañuls y al teniente Papí, aunque ni mi familia ni yo figurásemos en esa recopilación de propiedades y no disfrutemos de la isla más que como turistas.

Autor

Salvador Ruso Pacheco
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