21/11/2024 19:47
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Por un lado una «justicia» ( un cachondeo, Pedro Pacheco dixit) moldeada a gusto y a lo bestia: la de la sedición, la corrupción, la malversación, el levantamiento de bienes, el cohecho, el blanqueo de capitales, la evasión de impuestos, el espionaje industrial, el tráfico de influencias, la estafa, la apropiación indebida y/ o los sediciosos golpes de Estado. Pura rebelión separrata de dos patas, «construyendo» una ficticia – como la falsemia – Catalufia. El no hace tanto funesto  presidente del Supremo y del cegepejota, memento: la ley está pensada «para el robagallinas» y no para el gran defraudador. Muy agudo el chavea. Ya saben: «Vamos a acabar con el obsceno espectáculo de ver a políticos nombrar a los jueces que pueden juzgar a esos políticos». Ruiz Gallardón. Juas.

Injusticia

Por otro lado la del resto, la de los robaperas ( en el maco, hogaño, sobre todo mini-narcos: los militarescos – y no militarescos – peces gordos, siempre impunes). Asuntos de «género», maltrato dizque. O reiteradas ebrias conducciones. Y gitanos, ni te cuento.

Las postreras reformas del código penal en Bozalistán ( fin de la sedición; atenuación de la malversación) ahondando siempre en lo mismo: que los ricos (de la injusticia española) coman pan y los pobres, mierda. Además de destarifada apología del golpismo y de masivos latrocinios. Bajo cualquier pretexto o desahogo, más o menos patriotero.

Más corrupción judicial, el prostitucional

…Y el  avizorado prostitucional progre, para constitucionalizar los antipatrióticos delirios de Sanchinflas, eligiendo por unanimidad a  María Luisa Segoviano (progre) y César Tolosa (carca)…

…Y si quieres continuar pincha aquí.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
LEER MÁS:  Los que perdimos, de Ángel María de Lera – La Segunda Guerra Mundial sacude el ánimo de los prisioneros rojos - Parte sexta y final. Por Carlos Andrés
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