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Los cuerpos celestes fueron observados continuamente por las civilizaciones antiguas, a partir del cuarto milenio antes de Cristo. Es posible que la palabra “dios” proceda de una raíz pre-griega: “theon” o cuerpo celeste que viaja por el espacio dando vueltas (“theomai”).
Los eclipses siempre despertaron en el hombre antiguo curiosidad y temor. Por eso las fechas más conocidas corresponden a los eclipses; hubo uno el 16 de abril del año 1178; otro el 15 de febrero del 3379 y uno más el 30 de abril del 463, visible en la ciudad griega de Tebas; y todos antes de Cristo. Pensaban que tenían consecuencias en la vida religiosa y mágica de los pueblos antiguos. Y hasta el cómputo del tiempo se tomaba como referencia, al atribuir a estos sucesos un papel fundamental en la vida de muchos pueblos primitivos, al impregnar en el hombre la idea de que el espacio se mueve y que la vida está unida a ese movimiento. Así nació la astrología.
El término eclipse tiene que ver con una raíz griega que significa abandonar, dejar, al sentirse así el ser humano ante la desaparición momentánea del Sol o de la Luna, astros que regían la vida en la Antigüedad. Por eso tenía la necesidad de predecir los eclipses. Muchos historiadores antiguos creían que la casta sacerdotal nació entre los astrónomos; cuando aprendieron a predecir los eclipses, miles de años antes de Cristo, tuvieron en su mano un arma poderosa ante el pueblo: predecir la ocultación del Sol en pleno día les confirió un poder superior al de los reyes.
Los pueblos semíticos consideraron que los eclipses no producían buenos efectos. Los primitivos pobladores prehispánicos de México creían que el nacido durante un eclipse se convertiría en ratón. Sin embargo, donde más interés hubo por esclarecer sus causas fue en China, donde el emperador Yao animaba a los astrónomos a profundizar en el análisis de este fenómeno, hace ya cuatro mil años; y siglos más tarde, el emperador Chu-Kang, ordenó matar a un buen número de astrónomos por no haber sabido predecir la llegada de un eclipse terrible acaecido el año 2169 a. de C.
Todavía en la India piensan que este fenómeno se debe a un dragón que se apodera temporalmente del Sol y de la Luna. Hasta los griegos, que pasa por ser como un pueblo analítico, lo atribuían al hechizo de la Luna: pero serían los griegos quienes explicarían científicamente los eclipses, gracias al sucedido en el año 413 a. de C. Durante el eclipse total de 1654 muchos pueblos civilizados europeos se encerraron en los sótanos de sus casas o debajo de las camas. Pedro Calderón de la Barca, que presenció un eclipse, escribió este verso:
El mayor, el más horrendo
eclipse que ha padecido
el Sol, después que con sangre
lloró la muerte de Cristo.
Creyeron igualmente en muchos lugares de Europa que, hacer el amor cuando se produce un eclipse, y si la mujer queda embarazada, la criatura nacería ciega. Por eso la superstición siempre se mueve bien cuando hay incultura entre las gentes.
La voz griega “ekleipein” significa dejar abandonada, de donde procede la palabra “ekleipsis” (deserción, desaparición o fuga). Al castellano llega del latín “sclepsis”, de uso no muy anterior al siglo XV.
¿Recuerda, amigo lector, cuándo observó por primera vez un eclipse? ¿Y se acuerda la impresión que le produjo? Imagine ahora, hace miles de años, lo que pensarían nuestros antepasados ante un fenómeno tan natural como un eclipse de Sol. Después de todo, a principios del siglo XX, muchos de nuestros abuelos se aterrorizaron ante el paso de un simple cometa.
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