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Los cuerpos de seguridad tienen como objetivo proteger a la nación y sus ciudadanos, y en su rutina diaria se incluye arriesgar la vida en la consecución de ese fin. La bandera nacional es un símbolo, una representación de nuestras raíces, nuestra Constitución, y el pueblo español. Y aquellos que están dispuestos cada día a morir por todo ello, ni siquiera están autorizados a lucirla en el atuendo. Lógica e inquina izquierdistas. El argumento, la excusa para justificar el enésimo arrinconamiento de la bandera española (y con ello lograr el desarraigo de España, con su consecuente vulnerabilidad), es que el uniforme completo de los policías ha de ser “homogéneo”.

Cientos de miembros del cuerpo se han visto obligados a abastecerse de mascarillas mediante financiación propia porque las ofrecidas por el Ayuntamiento, con frecuencia eran defectuosas. Como el sindicato policial parece ser el único organismo español preocupado por la salud y la vida de los héroes azules, les ha provisto desde marzo de varias partidas de mascarillas (en perfectas condiciones) que incluyen la insignia nacional, que ahora el consistorio censura.

 

Analicemos el tratamiento que la bandera española recibe en el extranjero: durante la primavera del presente año, el monte Cervino (en la frontera entre Suiza e Italia) se iluminó durante semanas con nuestra bandera.

El año pasado, en el día de la Hispanidad, el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, y el rascacielos Adnoc Group Tower, ambos en Dubai, reflejaron los colores rojigualdos y nuestro escudo constitucional.

En el verano de 2017, el ejército libanés, tras recuperar un tercio del territorio que el Estado Islámico controlaba en las montañas entre Líbano y Siria, ondeó en ese punto una bandera española, con el objeto de rendir tributo a los fallecidos dos días atrás en los atentados que los jihadistas perpetraron en Barcelona y Cambrils. En el momento del recuerdo de España mediante la exhibición de su bandera, en Líbano se encontraban 600 militares españoles como parte de una misión de Naciones Unidas.

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En el querido Marruecos, el 28 de septiembre de 2018, varios jóvenes fueron condenados a penas de cárcel por “ultrajar la bandera nacional”, definición que en aquellas latitudes se otorgó a enseñar la bandera española en el estadio deportivo Saniat Ramel (Tetuán) y a continuación en la calle, durante una protesta multitudinaria de jóvenes marroquíes a causa de la situación política, económica y social que el país padece y el comportamiento autócrata que el rey Mohammed VI mantiene. Pese a que Vascongadas y sobretodo Cataluña se jacten de haber alcanzado un nivel de desarrollo y progreso a la altura de los holandeses, lo cierto es que en lo que a enarbolar la bandera española se refiere, la reacción hostil por parte del gobierno local es parecida a la de un país en vías de desarrollo. 

Durante la noche de Nochebuena reflexiono sobre la contradicción aciaga de que nuestra gloriosa bandera sea más respetada y ondeada en el extranjero que en territorio nacional.

 

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REDACCIÓN