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El volumen de deuda pública en manos de los inversores extranjeros ha superado en junio los 506.000 millones de euros. E irá a (mucho) más durante los próximos meses.  Desde marzo, la deuda del estado español que está en circulación, se ha incrementado de forma exponencial como consecuencia de la falsa pandemia. España, mal porvenir. En todos los sentidos. Nuestra patria común, esclava, sin capacidad para tomar decisiones libres sobre su vida, sobre su presente y su futuro.

El porqué de la deuda

El endeudamiento obedece a causas muy diversas. Una. Menos masa salarial circulante, más «necesidad» de endeudamiento familiar. Ergo, menos ingresos empresariales, por lo cual más necesidad de recurrir a la usura bancaria. Dos. La implacable obligación de los gobiernos de devolver la deuda con interés. Tres. El horrendo privilegio, valga la redundancia, que poseen los bancos privados de crear dinero de la nada cada vez que conceden un préstamo.

La deuda no para de crecer

Cuatro. La deuda se (retro)alimenta a sí misma. Un préstamo al 9% de interés, por ejemplo, se duplica con mucha facilidad en menos de dos lustros. Eso significa, ni más ni menos, que quienes se empeñan se pasan la mayor parte del tiempo aflojando la mosca para pagar tan solo intereses de la deuda. Hoy en día, los gobiernos, y muchas familias y empresas, tienen que emitir deuda infatigablemente para poder pagar los intereses de la deuda anterior.

Cinco. Los «titulación» de la deuda no se queda parada, aherrojada en un cajón cuando es emitida, sino que, gracias a las atroces nuevas tecnologías, se pueden volver a comprar y a vender miles de veces por segundo – casi milisegundo-  en los inquietantes mercados financieros, creando a su vez nuevos títulos (productos derivados, su nombre) que a su vez se adquieren mediante operaciones de crédito que incrementan inacabablemente el cuerpo total de la deuda. Penoso todo, la verdad.

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Injusticia radical, liberación de las cadenas

Esclavos de la deuda y de sus intereses. No es justo que cuando nuestros compatriotas están económicamente con el agua al cuello. O que cuando la situación económica roza la ruina, yugulándose toda fuente razonable de creación de ingresos, la única solución que encuentren nuestras depravadas autoridades (cómo ya les he explicado suficientemente, este crucial asunto de más deuda era parte de la PLANDEMIA) sea establecer más deuda con interés para que se fusionen y se forren (¿todavía más?) los bancos y para que el día de mañana seamos todavía más esclavos que ahora. Y ya lo somos bastante. Nada justo.

Es indispensable instaurar un jubileo universal de la deuda. Esta palabra proviene de yobel, pulquérrimo vocablo hebreo. Era el cuerno de un rumiante (Lev, 25) que se usaba para proclamar la fiesta que se celebraba cada cincuenta años (el Pentecostés cristiano) y en la que se derogaban las deudas y se restituían las tierras a quienes las habían tenido que (mal)vender antes, evitando, de esa manera, que la miseria no siguiese creciendo por esa causa.

Yobel, después en latín, iubilare, que eran los fausto chillidos de alegría de los pastores, de modo que la palabra jubileo terminó significando regocijo o regodeo. Piensen en la jubilación. Gozo rebosante, tras liberarte de semejantes cadenas. Reos de deuda, ¿nos liberaremos de ella? En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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