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Don Rafael Margallo, docente y psicólogo clínico, ha publicado un interesante y curioso trabajo (“La escritura como herramienta terapéutica”) en la que dibuja con maestría una vida intensa entregada al bienestar de los demás.
Desde joven quiso navegar por el proceloso mar de la psicoterapia. Estudió primero Magisterio en Santander y se puso a trabajar, y después Psicología en Salamanca. Nunca dejó de indagar en la idea del psicoanálisis. Aprendió de los mejores especialistas en escritura terapéutica, al tiempo que acudía a la Escuela de Idiomas para traducir y conocer las experiencias de los mejores autores. Sin olvidar el aprendizaje recibido de sus alumnos y pacientes.
Pregunta.- Háblenos de la importancia de la escritura como proceso terapéutico.
Profesor Margallo.- Consideramos que la escritura es terapéutica cuando nuestro objetivo es mejorar y crecer como personas. Muchos lo han utilizado de manera intuitiva, desde siempre, sin que nadie les guiara. Dos modos clásicos son: la autobiografía y el diario. Desde las distintas escuelas y técnicas, los especialistas aplican la escritura como una herramienta terapéutica.
P.- Hemos leído en su libro que, en este tipo de escritura, importa poco la creatividad literaria y mucho más la libertad de expresar lo que tenemos dentro para que salga de nosotros.
PM.- Si, lo que pretendemos es exteriorizar los sentimientos: la rabia, el miedo, la ternura o el enamoramiento. Interesa el proceso de sacarlo fuera de uno mismo, obviando la forma, el esquema correcto, cualquier norma o estilo que nos distraiga de nuestro objetivo. En la escritura creativa buscamos un escrito bello, aquí no, lo que pretendemos es la autenticidad del sentimiento.
P.- ¿Qué beneficios recibimos con estas terapias?
PM.- Me remito a tres autores. Fue Penebaker (Illinois,1925) el primero que demostró científicamente sus beneficios en nuestra salud; escribir sobre nuestras experiencias íntimas aumenta nuestra actividad inmunológica –medida en la acción de los linfocitos – y mejora nuestra salud física y psíquica. Bolton y Glasser (Cleveland, 1925) llegaron a idénticos resultados, con técnicas diferentes.
Quienes han utilizado esta técnica por iniciativa propia, por sugerencia de su terapeuta o en los cursos de escritura terapéutica lo afirman sin ambages.
P.- ¿La escritura expresiva es beneficiosa incluso sin psicoterapia?
PM.- Lo es, por supuesto. Muchas las personas, famosas y no tanto, nos participan los beneficios que les he proporcionado escribir en un momento dado de sus vidas con la intención de hacerlo, de enfrentarse a sus miedos, problemas y dificultades. Escribir a personas vivas o fallecidas nos ayuda a aclarar nuestros propios sentimientos respecto a esas personas, lo cual siempre es mejor que dejar que los sentimientos se pierdan. Isabel Allende escribió a su hija Paula, día tras día, cuando permanecía en coma, para enfrentarse a sus sentimientos más íntimos. Borges curó su insomnio escribiendo. En la obra de Delibes, Cinco horas con Mario, se refleja claramente esos diálogos que nunca tuvieron en vida. Escribir es una forma de terapia, como puede ayudar la música, la danza o la pintura.
P.- ¿Qué orientación básica recibe un paciente al iniciarse en estas terapias?
PM.- Lo único que se le dice es que traiga la herramienta adecuada, lápiz y papel, y empiece a escribir. Suele comenzarse por la escritura automática, que viene a ser lo que en el psicoanálisis la asociación libre. Escribe lo primero que te venga a la mente, sin cesar, no dejes que se pare tu mano, escribe, escribe, escribe. Una vez escrito, se pueden hacer distintos trabajos sobre ese texto, o bien ninguno, según los objetivos planteados. Otras veces se dan instrucciones concretas: escribe una carta a una persona que ya no está, describe tu habitación infantil, prepara una lista de deseos no realizados o de tus miedos o expectativas, etc.
P.- ¿Cómo reacciona un paciente para garantizar la confidencialidad de sus escritos
PM.- El responsable de los escritos es de quien lo escribe. Nadie más es encargado de su cuidado. Una vez escrito se pueden leer, publicar, quemar, guardar, enviar, etc. Si participa en un grupo, los escritos se pueden leer o no, nunca es obligatorio hacerlo; y en algunos grupos no se da la opción de leer. En los míos si, se puede hacer, cada cual lo decide. Eso si, la confidencialidad de lo que allí se ha leído o hablado es de obligado cumplimiento.
P.- El Diario Personal es una fuente eficaz para el análisis de lo que pueda hallarse en el interior de un paciente?
PM.- Así es, el Diario Personal es una herramienta muy eficaz para enfrentarse a lo que va surgiendo día tras día. El uso de estos diarios es antiguo. Hoy se utiliza el denominado Nuevo Diario, donde tienen cabida textos, dibujos, fotografías o recortes pegados. Hay distintos autores y diferentes modos de escribir. Si por algo se caracterizan este método es por la enorme libertad que nos permite para abrirnos a nosotros mismos.
P.- En su libro dice que, debajo de las experiencias cotidianas, se encuentran a menudo los escenarios de nuestros dramas.
PM.- Claro. Una simple palabra nos transporta instantáneamente a la situación vivida, deseada, odiada o temida. Lo que es cotidiano para mi puede no serlo para otra persona. La palabra “río” puede sugerirme merienda campestre y disfrute, pero no lo es para quien sufrió el ahogamiento de un ser querido en ese mismo rio. Comida, paseo, playa, boda, navidad… cada uno sabe lo que ha vivido en situaciones a las que nos llevan esas palabras.
P.-Al reescribir las escenas de nuestras emociones, ¿afloran las heridas que hay en nuestro interior?
PM.- Por supuesto. Ponemos el dedo en la llaga instantáneamente. Y duele mucho, pero no hay otro modo que reconocerlo, airearlo, echarle desinfectante y taparlo de nuevo, como con cualquier herida. No queda otra solución, de lo contrario se mantendrá solapado ad libitum.
P.- ¿Quién pone los filtros?
PM.- La propia persona que escribe o quien dirija el taller de escritura terapéutica. Tal como hacemos con una cámara fotográfica, enfocamos a algo concreto, próximo o lejano, utilizando el zoom, en función de nuestro deseo. Al escribir hacemos lo mismo: podemos escribir sobre una sensación general, un detalle concreto, una visión global sobre nuestro propio mundo interior, nuestra familia, un resumen de nuestra vida laboral. Cada uno decide dónde enfocar y escribir sobre ello.
P.- Los norteamericanos usan con frecuencia estas terapias: writing cures, curar escribiendo, o therapeutic writing ¿En qué se diferencian?
PM.- No veo diferencias. Se trata, con nombres distintos, de técnicas de psicoterapia, ligados a la actividad escrita, con el objetivo de mejorar la salud física y psicológica, modulando la actividad de los sistemas fisiológico, emocional y cognitivo.
P.- ¿Cómo se explica el triángulo de la escritura (yo, ello y tú), y para qué se escribe?
PM.- Siempre hay un yo, que escribe a un tú (receptor, que puedo ser yo mismo), sobre un ello, el tema sobre el que se trata, finalizando con un para qué escribo, cuál es el sentido de poner estos sentimientos o pensamientos en rasgos físicos o mecanográficos.
P.- ¿Cómo logra que un paciente exprese, a través de la escritura, aquello que le preocupa?
PM.- Simplemente diciéndoselo. Es instantáneo. Al practicar lo puedo comprobar. El tono de voz del terapeuta, el tema sugerido, el momento por el que pasa el paciente, el escaso tiempo concedido para la tarea, facilita la rápida producción de un texto.
P.- ¿Qué hacen con los escritos?
PM.- Son del paciente. Es su responsabilidad hacer con ellos lo que desee. Son trozos de su vida y su custodia o compartirlos con otras personas es de su exclusiva competencia.
P.- Hemos leído que organiza sesiones on line.
PM.- Así es. Participan grupos reducidos. Todos nos vemos las caras y el vehículo que utilizamos es un teléfono. Eso nos permite realizar reuniones de personas distante entre sí, y son igualmente eficaces también.
P.- ¿Y cómo podemos contactar con ustedes?
PM.- Por correo electrónico, por ejemplo: rafamargallo@gmail.com
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