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El historiador y profesor de la Universidad de Murcia Sergio Fernández Riquelme acaba de publicar con la editorial Letras Inquietas el ensayo Distributismo: La economía social de Chesterton, una obra en la que sintetiza el pensamiento económico de uno de los principales intelectuales del pensamiento católico contemporáneo.
En esta economía globalizada y tecnológicamente oligopolística, ¿todavía hay espacio y futuro para la hermosura de lo pequeño?
Aunque parezca mentira, aún hay esperanza para una economía social de verdadera escala humana, respetuosa de la naturaleza, con valores morales superiores, y centrada en la comunidad (de la Familia al Gremio). Existen experiencias de las que aprender (como el Distributismo), subsisten empresas familiares ligadas al territorio, y aparecen iniciativas muy valiosas centradas en la Tradición. Pero para un verdadero e imprescindible «desarrollo humano integral» para «todo el hombre y para todos los hombres» (como nos enseñó Caritas in Veritate), es necesaria una revolución social y cultural paralela que sea capaz de volver a reconciliar lo más valioso de esa Tradición con lo más útil de la modernidad tecnológica, en todos los aspectos de la relación contemporánea entre producción y consumo.
¿Es posible vivir, como decía Chesterton, con tres acres y una vaca o estamos condenados a morir por el consumismo desmedido?
Es posible vivir con menos, comprendiendo lo que debemos tener y lo que no podemos tener, guiándonos al respecto por principios espirituales más elevados. Así nos lo enseña la historia, entre esfuerzos hoy incomprendidos por su dureza o su austeridad, y debilidades que hoy sí entienden a la fuerza algunos tras la nueva pandemia. El sistema plutocrático del «capitalismo inclusivo», empero, tiene todos los recursos e instituciones a su servicio, y desde ella nos «educa», directa o indirectamente (con el acuerdo de los políticos de las viejas derechas y las nuevas izquierdas bajo su poder), en un consumismo brutal que ahora esconden con medidas paliativas o cosméticas, ante la evidencia de su destrucción medioambiental, para seguir ganando dinero y aumentado su poder. Pero lo último que se puede perder es la esperanza, pese a las dificultades y las descalificaciones por defender posturas alternativas, como nos enseñaron los distributistas.
¿Cuáles son las principales ideas-fuerza del Distributismo?
A mi juicio, y después de muchas lecturas sobre este movimiento, sus ideas-fuerza fundamentales, más allá de otras interpretaciones y que pueden ser útiles en la era de la Globalización, son aprender del pasado, de la historia y de la tradición; en sus formas comunitarias de producción (del gremio fraternal) y consumo (del hogar responsable); cuestionar el poder omnipotente del Mercado o del Estado, proponiendo un modelo social alternativo que devuelva el protagonismo a las «células social básicas» (especialmente a lo familiar y a lo profesional); reivindicar el papel central del magisterio social de la Iglesia, pero no como mera «solidaridad» funcional sino como medio de «transformación» evangélica y plantear una economía social de escala humana, auténticamente liberadora de hogares y comunidades, con formas de trabajar y vivir ligadas a la profesión, al entorno y a la Tradición, adaptando los avances modernos a la misma y luchar, ante todo y ante todos, por la Verdad de esa economía al servicio del hombre como miembro de algo más grande, así en la tierra como en el cielo.
¿En qué medida son las teorías distributistas la consecuencia económica de la Doctrina Social de la Iglesia?
El Distributismo nace a partir de las enseñanzas de León XIII en la encíclica Rerum Novarum, superando con ello el primer acercamiento de sus promotores (Chesterton, Belloc, McNabb) al socialismo gulidista (escisión cooperativista de los fabianos). En la naciente Doctrina social de la Iglesia, los distributistas van encontrar ese referente esencial para construir su propuesta antiliberal y antisocialista, pequeña políticamente ante el poder de estatistas y capitalistas cada vez más radicales, pero gran alternativa personal para unos disidentes católicos (en gran parte conversos) en la Inglaterra industrial y liberal, colonialista y anglicana que les negaba la voz (como grandes intelectuales como J.H. Newman, C.S Lewis, J.R.R Tolkien).
La economía social de Chesterton nace en los estertores de la época victoriana, caracterizada por una «kulturkampf» contra lo católico y los católicos. ¿Cuál fue la acogida del Distributismo en la sociedad anglicana inglesa? ¿Y entre el protestantismo estadounidense?
La influencia del Distributismo, como era lógico, fue más bien pequeña en su Inglaterra natal. No eran profetas en su tierra, al ser católicos y antiliberales. Pero su acogida fue muy notable en el pensamiento católico y corporativista europeo del Interbellum (como mostraba en España nuestro Ramiro de Maeztu, que también se vio influido por el socialismo guildista durante su estancia en las Islas británicas, pero finalmente devino en corporativista destacado con su proyecto de Hispanidad). Y especialmente intensa fue su recepción al otro lado del Atlántico. En Estados Unidos tuvo las puertas abiertas del catolicismo social (como el movimiento del «Trabajador católico» de Dorothy Day) y del neotradicionalista, muchas iglesias neoprotestantes valoraron sus ideas en las pequeñas comunidades de base (locales, rurales), y el rastro de su influencia en esa nación se puede observar en autores tan destacados como E.F. Schumacher (con su famosa tesis de «lo pequeño es hermoso») y en algunas de las modernas ideas del Decrecimiento o de la Ecología humana.
Social pero no socialista, propiedad privada pero no capitalismo. ¿Es el Distributismo de Chesterton la tan perseguida tercera vía?
Es otra más de las propuestas que podemos encontrar en nuestro pasado más reciente para fundamentar esa tercera vía, pero en este caso desde una perspectiva tradicional. Vivir con «tres acres y una vaca» no es un una ucronía preindustrial (aunque a veces se planteara) ni una utopía comunitaria (como en ocasiones se denunciara). Resulta una valiosa reflexión pasada sobre como humanizar el capitalismo y como frenar al socialismo, desde una especie de neotradicionalismo fundado en la primeras verdades (de la Familia a la Fe) capaz de domar el envite de una modernidad tecnológica cada vez más desbocada.
¿Han existido experimentos distributistas? ¿Qué resultados obtuvieron?
Existieron algunas Gildas distributistas (o comunidades locales y autogestionadas de producción y consumo) de cierta duración, como la primera de St. Joseph and St. Dominic, fundada en Ditchling (1920). Pero se vio profundamente limitada en su expansión por el contexto espacio-temporal británico de su nacimiento, por los limitados conocimientos técnico-económicos de sus promotores, y por la emergencia de la brutal dialéctica político-ideológica del momento entre los partidarios acérrimos de la hegemonía del Estado o del Mercado en esos años treinta del siglo XX. La debilidad institucional y praxis en su génesis era esperable en dicho contexto, pero su propuesta integral y su denuncia auténtica perduraron en determinados movimientos e intelectuales pese a el silencio oficial, y siguen perdurando en nuevos grupos y pensadores cien años después.
¿Es necesaria una actualización o modernización del pensamiento distributista o sus planteamientos esenciales siguen siendo vigentes?
El Distributismo fue y es por ello, y en sentido estricto, una reflexión de amplio calado y una crítica frontal de la que aprender y que utilizar. Especialmente para reivindicar, en plena Globalización, una Doctrina social católica servicio de la Verdad trascendental del hombre (material y espiritual), y por ello unos modelos de desarrollo humano que no atiendan a las etiquetas ecológicas de los poderes plutocráticos dominantes, sino a la verdadera tradición que permite usar la innovación técnica tan necesaria para satisfacer las necesidades reales de los ciudadanos, respetar auténticamente el medioambiente, y vincularse a la ley natural que respeta lo más sagrado: el Hogar familiar, el Trabajo digno, la Naturaleza equilibrada, la Comunidad soberana y la Fe trascendente.
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