05/10/2024 23:52
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Engel De La Cruz (Toledo, 1982) es una ávida lectora, curiosa empedernida, soñadora irredenta y amante incondicional de la literatura, la historia y la mitología de la Edad Moderna en España. Tras obtener la licenciatura en Humanidades, obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados elaborando la edición crítica de un manuscrito inédito del siglo XVI, pendiente de publicación. Desde hace más de diez años se dedica a la docencia enseñando Lengua Alemana, Lengua Española y su Literatura, Español como Lengua Extranjera (ELE) y Geografía e Historia. Comunera por convicción, su vínculo con el castellanismo siempre ha sido muy estrecho, llegando a colaborar con distintas asociaciones y colectivos. Además, realiza tareas de traducción y participa en diversos proyectos culturales dedicados a la divulgación histórica y literaria.

En esta ocasión habla de su libro Comuneros. La revolución de Castilla.

¿Por qué un libro sobre los comuneros de Castilla, un tema del siglo XVI?

El motivo más evidente por el que este libro ha sido escrito y se ha publicado en estos días es el quinto centenario que conmemora la derrota comunera. Para muchos la efeméride tuvo lugar el año pasado, ya que la batalla de Villalar (donde los principales cabecillas de la revolución fueron vencidos y ajusticiados) tuvo el lugar el 23 de abril de 1521. Pero el propósito de Comuneros es resaltar que el fin del conflicto comunero no tuvo lugar hasta casi un año después, el 3 de febrero de 1522, cuando la ciudad de Toledo es totalmente pacificada y María Pacheco tiene que huir a Portugal. Es por eso que este libro aparece justo ahora. Y como motivos menos evidentes, pero no menos importantes están el interés que estos años convulsos del siglo XVI tienen para entender procesos posteriores que se dieron en la historia de nuestro país y la fascinación personal que siento hacia esta época.

¿Quiénes fueron los comuneros y qué importancia histórica tuvieron?

Los comuneros fueron en su origen un grupo de hidalgos miembros del patriciado urbano que, contando con el apoyo de parte de la iglesia, protestaron contra los abusos que la Corona estaba cometiendo contra sus súbditos y no dudaron en hacer todo lo posible para que el jovencísimo rey Carlos escuchase sus quejas. Durante su breve, pero intenso, periplo revolucionario lograron ganarse el apoyo de buena parte de la población y su influencia se extendió por casi toda Castilla. Tras su derrota se intentó por todos los medios posibles borrar su recuerdo y dejar en el subconsciente colectivo la idea de que eran unos traidores, idea que permaneció durante un tiempo. Pero a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con la llegada a España del liberalismo político, se inicia un periodo de fanatismo y mitificación de los comuneros, hasta el punto de que la Constitución de Cádiz de 1812 se basó en muchas de las premisas de aquellos rebeldes del siglo XVI. De hecho, cuando se estaba redactando la primera Constitución de Estados Unidos en la Asamblea de Philadelphia, los comuneros y el proyecto de ley que redactaron fueron citados varias veces. Igual de destacable, aunque ya nos metemos en el terreno de lo simbólico, es la importancia del color morado que erróneamente se asoció a los comuneros, ya que por ellos la bandera republicana incluye ese color.

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¿Qué era lo que reivindicaban en el fondo?

Los comuneros partieron de unas reivindicaciones muy simples: que el rey no se marchase de Castilla y aprendiese la lengua y costumbres de la tierra; que no se diesen cargos públicos a extranjeros, ya que la corte flamenca de Carlos los estaba acaparando para lucrarse y que el dinero de Castilla se quedase en el reino. Con el paso del tiempo y los triunfos que fueron alcanzando, como lograr el favor de la reina Juana en Tordesillas, estas reivindicaciones se fueron volviendo más grandes y ambiciosas, siendo recogidas en la que conocemos como Ley Perpetua de Ávila y que para muchos supone el primer proyecto constitucional de España. En esta Ley los comuneros pretendían que las Cortes pudiesen reunirse sin que el rey las convocase, idea absolutamente revolucionaria que implicaba cierta soberanía popular.

¿Por qué lo llama la revolución de Castilla?

Porque, aunque el periodo medieval no estuvo exento de revueltas y guerras civiles por motivos sucesorios, es la primera vez que un colectivo estructuró sus fuerzas y se basó en un proyecto ideológico común para cuestionar el poder absoluto del rey. Puesto que el terreno de combate fueron las dos mesetas castellanas y la zona levantina, que pertenecía a Aragón, se sublevaba a través de un movimiento propio (las germanías), podemos decir que la revolución comunera es la revolución de Castilla. Desde entonces ya Castilla no se ha vuelto a levantar, como reza el «Canto de Esperanza».

De hecho, se considera el primer experimento revolucionario moderno en España y Europa.

Así lo dijo José Antonio Maravall en los años sesenta, tesis que ratificó Joseph Pérez unos años más tarde. Autores de referencia absoluta para el estudio de la guerra de las Comunidades.

¿Quiénes serían actualmente los descendientes de este movimiento?

¡Difícil pregunta! En realidad, nadie y todos al mismo tiempo. Me explico: a la hora de analizar las bases ideológicas de los comuneros, no se puede caer en el presentismo e intentar encasillar a unos hombres y mujeres del siglo XVI dentro de las corrientes ideológicas actuales. Si bien es cierto que sus premisas eran muy revolucionarias, e incluso podríamos decir que adelantadas a su época, en el fondo eran profundamente tradicionales y se ceñían a la voluntad de Dios y del rey. Porque, en efecto, aunque quisieron cambiar el modo en el que Carlos reinaba e incluso pretendieron que reinase su madre, no pretendían que la figura del monarca desapareciese, a la manera de la Revolución Francesa, porque para ellos era inconcebible. Así pues, no podemos afirmar que haya una corriente política que coincida al cien por cien con el movimiento comunero, pero a día de hoy son muchos los partidos y asociaciones culturales castellanistas los que reivindican la figura de los comuneros e intentan que su memoria no caiga en el olvido.

¿Qué tenía el movimiento comunero para poder aglutinar a iglesia, patriciado urbano, pueblo llano y algunos nobles contra la figura sagrada del rey?

El sentimiento de comunidad frente a las injusticias que se estaban cometiendo en el reino. Aunque, paradójicamente, no sabemos a día de hoy exactamente a qué se referían cuando usaban dicha palabra, seguramente apelaban a un sentimiento aglutinador que les infundía fuerza y coraje. La solidaridad entre ciudades también llegó a ser muy importante: si una ciudad comunera estaba en peligro, las milicias de las demás ciudades acudían en su auxilio.

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¿Por qué en esta historia tiene tanto peso el poderoso rugido de una mujer, María Pacheco, que atrincherada en el alcázar de Toledo lideró la resistencia en los estertores de la revolución?

El peso de las mujeres en esta historia es fundamental. La guerra llegó a su punto álgido cuando los comuneros entran en Tordesillas y consiguen, fugazmente, el apoyo de la reina Juana, la legítima reina. En ese momento todos caen en la cuenta de que aquello no era una algarada, un alboroto más de unas pocas ciudades. Aquello era algo más serio y estaba poniendo en peligro ni más ni menos que el poder del rey. Y fue otra mujer, María Pacheco, quien escribió tristemente el punto y final. Desde comienzos de 1521, con su marido Juan de Padilla en Valladolid y tras la muerte de este, se puso al mando de la comunidad en Toledo y gobernó la ciudad con mano firme. Pese a que muchos eran partidarios de que firmase el armisticio, ella se negó rotundamente, provocando un largo asedio que terminó en un tratado de paz fallido. Si «la leona de Castilla» no hubiese resistido tanto tiempo y hubiese abandonado la lucha después de Villalar, probablemente el Perdón General que promulgó el emperador a finales de 1522 no hubiese sido redactado o hubiese sido distinto. El carácter y arrojo de la heroína comunera es una de las características más llamativas del movimiento y ha generado mucha literatura en torno a ella. Y no es para menos.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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