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En la madrugada, del día 30 de noviembre, la comitiva que conducía los restos de José Antonio, llegaba al término del municipio de Galapagar, a unos 8 kilómetros del pueblo. En la línea divisoria del término municipal se encontraban las autoridades locales del mismo, representantes de Falange Española, Tradicionalista y de las J.O.N.S., así como comisiones de Torrelodones, Colmenar Viejo, Torrelaguna, Talamanca, Fuencarral, Colmenarejo y otras, que se unieron al cortejo hasta su entrada en el pueblo, al que llegó próximamente a las tres de la madrugada.

A la entrada del mismo se había levantado un magnífico arco, y a ambos lados de la carretera ardían inmensas hogueras, que alumbraban el trayecto en un gran trozo.  Más un millar de falangistas, que esperaban en este punto, se unieron a la comitiva a fin de acompañarla hasta el Monasterio de El Escorial.

Poco antes de llegar a la Casa del Príncipe se realizó un nuevo relevo. La Falange del Escorial, que llevaba el féretro desde el kilómetro 45, entregó  los restos a la Falange de Marruecos, dando guardia de honor la Centuria “José Antonio” de Alicante, que venía acompañando en todo el trayecto a la comitiva

El cortejo continuó sus lento caminar hasta llegar adonde se encontraban los consejeros nacionales, situados sobre  una alfombra de flores y ramaje, mientras  por parte de  la Sección Femenina de Falange del Escorial se entonaron diversos cantos litúrgicos. La Falange de Marruecos entregó el féretro al Consejo Nacional de Movimiento, recibiéndolo  el ministro secretario general del Movimiento general Agustín Muñoz Grandes.

Los consejeros nacionales tomaron entonces las andas y de nuevo se puso en marcha la comitiva, haciéndose, durante el trayecto, algunos relevos entre los consejeros. Sobre el Monasterio, a muy escasa altura, evolucionaron gran número de aparatos de la Aviación Nacional  y las baterías artilleras, emplazadas en  lugares próximos, comenzaron a disparar las salvas de ordenanza.

San Lorenzo de El Escorial se encontraba lleno de banderas Nacionales, del Movimiento y colgaduras con los lazos nacionales con crespones negros, sobre las que destacaban muchos retratos de José Antonio, adornados con ramos de laurel y coronas negras. Las calles de  pueblo resultaron  insuficientes para dar cabida a los miles de falangistas de ambos sexos que habían llegado durante toda la tarde, la noche anterior y la madrugada. De forma extraordinaria y con una magnifica organización  se  logró disponer de alojamiento para cincuenta mil personas.

En diferentes lugares de la villa se habían organizado puestos de socorro con servicios sanitarios. También se estableció una oficina especial con gran número de cabinas telefónicas para el mejor desenvolvimiento de la labor de los periodistas encargados de cubrir la información del acto fúnebre. “Auxilio Social» de la Sección Femenina, organizó un eficaz servicio de comidas, repartiendo varios miles de raciones durante la mañana, tarde y noche. Desde todos los lugares de España e incluso de Hispanoamérica, llegaron un incalculable número de coronas de flores y de laurel. Entre ellas destacaba, de forma llamativa, una con una dedicatoria que decía “La Falange de la zona roja”.

El féretro con los restos de José Antonio a su llegada al Monasterio de El Escorial.

A las cuatro menos cuarto de la tarde la comitiva llegó a la puerta denominada de la Herrería, donde aguardaba la Junta Política, y al frente de ella Ramón Serrano Suñer. Detrás  se había situado la comunidad de Agustinos del Monasterio con Cruz alzada. También se hallaban presentes delegaciones de Benedictinos, Capuchinos, Franciscanos, Carmelitas, Dominicos, Marianistas, Escolapios, Cristinos y de otras Órdenes y Congregaciones religiosas.

Hasta la Puerta de la Herrería el féretro fue cargado a hombros  por los miembros del Consejo Nacional, que entregaron las andas, previa la firma del acta correspondiente, al presidente de la Junta Política y ministro de la Gobernación, Ramón Serrano Suñer, el cual, a su vez, designó a los miembros de ese organismo y del Consejo que habían de portarlas   a continuación. El clero de los Agustinos rezó un responso, y la comitiva se puso de nuevo  en marcha. Cuando la Junta Política se hizo cargo del féretro, en los montes cercanos a El Escorial comenzaron a arder grandes hogueras, y de nuevo la artillería hizo bramar los cañones, en homenaje a José Antonio.

Un toque de atención general anunció a la multitud  la llegada del Caudillo, que vestía el uniforme de Jefe Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. Le acompañaban el jefe de su Casa Militar, general José Moscardó, y el de la Civil Julio Muñoz de Aguilar.

El Caudillo hizo su entrada en el Monasterio por la primera puerta de la Lonja, y desde allí se trasladó, a través de la basílica, al Patio de los Reyes, donde esperó la llegada de la comitiva.

El Caudillo de España, Francisco Franco, a su llegada al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, para presidir el entierro de José Antonio. Imagen EFE.

Con un silencio sepulcral, la comitiva continuó avanzando muy lentamente, entre filas espesas que formaban millares de falangistas, a cuyo frente iban los distintivos, banderas y banderines de cada una de las Falanges. Inmediatamente detrás del féretro marchaba Ramón Serrano Suñer, que llevaba a su derecha a Pilar Primo de Rivera y a su izquierda a Miguel Primo de Rivera.  Tras ellos, el ministro secretario general del Movimiento, general Agustín Muñoz Grandes, acompañado de todos los restantes miembros de la Junta Política, consejeros nacionales y mandos del Movimiento, jerarquías del Estado y de la Milicia.

A las cinco de la tarde la comitiva llegaba  a la puerta principal del Monasterio. Aquí se realizó un nuevo relevo de las andas, situándose  debajo de ellas  otros miembros de la junta Política, consejeros Nacionales y amigos íntimos del Fundador de la Falange Española como Raimundo Fernández Cuesta, Manuel Valdés Larrañaga y Dionisio Ridruejo, entre otros.

Inmediatamente detrás del féretro, iba el Caudillo de España Francisco Franco. Marchaban seguidamente el Gobierno, Cuerpo diplomático, jerarquías y comisiones de entidades y corporaciones.

En el Patio de los Reyes, del que pendían grandes colgaduras negras, tres compañías del regimiento de Infantería número 1; otra compañía de la Armada  y otra del Ejército del Aire, esperaban formadas para rendir honores. También formaban centurias integradas por camaradas de la vieja guardia de Madrid y también camisas viejas de la Sección femenina, portando banderas; otra centuria de camisas viejas de la provincia formaba en dos líneas en la escalinata.

Entre un impresionante y conmovedor silencio el féretro cruzó el enorme patio hasta llegar a la escalinata, donde de nuevo se detuvo. El presidente de la Junta Política, Ramón Serrano Suñer hizo la entrega protocolaria del féretro, mediante acta al Caudillo y Jefe Nacional Francisco Franco. Este, cuando los relojes marcaban las cinco de la tarde, pidió que se hicieran cargo del féretro viejos falangistas condecorados por José Antonio con la Palma de Plata, los cuales condujeron el ataúd desde la entrada del templo hasta el sepulcro situado bajo la lámpara central del crucero, delante del Altar Mayor. Los Palmas de Platas que eran Leopoldo Panizo Piquero, primer poseedor de !a Palma de plata; Juan Francisco Yela Utrilla, Ulpiano Cervero Lorendes, Ángel Alcázar de Velasco, Sancho Dávila Fernández de Celis, Narciso Perales Herrero, Santiago López Fernández, Juan Ruípérez del Campo, chófer del Generalísimo; Agustín Aznar Gener,  José Miguel Guitarte Irigaray, Javier García Noblejas. Felipe Bárcena de Castro. Mariano Suarez-Infiesta y Suárez Polo y Alfredo Jiménez Millas, formaron también la guardia ante el féretro durante toda la función religiosa.

El Féretro de José Antonio momentos antes de unirse al bendito suelo del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

El Jefe del Estado se situó en un sitial, al lado del Evangelio, en el presbiterio, debajo del oratorio de Carlos I de España. Pilar y Miguel Primo de Rivera y otras personalidades allegadas al fundador, se colocaron inmediatamente después del Gobierno de la Nación. Frente al féretro y en un sillón  de honor tomó asiento la esposa del Generalísimo, Carmen Polo de Franco.

El coro de los Agustinos dio inicio al oficio religioso  con un canto gregoriano, alternado con música polifónica y antífonas. Después de la vigilia de difuntos comenzó el oficio de sepultura, y seguidamente el coro polifónico de Palma de Mallorca, dirigido por el maestro José María Tomás, cantó el oficio de enterramiento.

A las seis y cuarto de la tarde al llegar el féretro con los restos de José Antonio ante el sepulcro, los Palmas de Plata y Camisas Viejas que lo transportaron, se retiraron.

El féretro de José  Antonio fue colocado en su tumba por veinte hombres que realizaron los trabajos de descenso del ataúd al sepulcro. El momento fue de emoción incontenible. El Caudillo, el Gobierno, autoridades y todos los presentes en el solemne acto, se pusieron en pie en posición de firmes. Llegado el féretro al fondo de la sepultura, sobre él se colocó una bandera rojinegra de Falange Española y de las JONS, que se había enarbolado en los tiempos heroicos desde su fundación, en octubre de 1933, a los momentos de persecución en la primavera trágica del 36, antes del estallido del Alzamiento Nacional y que desembocaría en la guerra de Liberación Española de 1936-39. Tras ello y para finalizar, situaron la losa procediendo a cerrar y sellar el sepulcro que guardaría los restos mortales de José Antonio.  

Operarios se disponen a sellar y cerrar con la losa, la tumba de José Antonio.

Con la  losa sepulcral cubriendo ya por completo la tumba de José Antonio, se colocó sobre ella la corona de bronce ofrecida por el Duce al Fundador de la Falange Española y también la corona de laurel dedicada por el Führer alemán Adolfo Hitler, en homenaje a José Antonio

De seguido la Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por el maestro Félix Tellería, interpretó el “Cara al Sol”, de cuya música era autor, con arreglo a una nueva adaptación del himno para  orquesta, hecha por el propio Tellería expresamente para ese acto.

Inmediatamente después el Caudillo se aproximó al sepulcro, y visiblemente conmovido, saludó brazo en alto y con voz entrecortada por la emoción  pronunció las siguientes palabras: “José Antonio, símbolo y ejemplo de nuestra juventud: En los momentos en que te unes a la tierra que tanto amaste, cuando en el horizonte de España alborea el bello resurgir que tu soñaras, repetiré tus palabras ante el primer Caído: Que Dios te dé el eterno descanso y a nosotros nos los niegue hasta que hayamos sabido ganar para España la cosecha que siembra tu muerte. ¡José Antonio Primo de Rivera!

La ceremonia de enterramiento de José Antonio había terminado. Las baterías de  Artillería continuaron disparando salvas de ordenanza.

A la salida del entierro y funeral por José Antonio, el Caudillo de España, entona el Cara al Sol.

En la anochecida unos potentes reflectores instalados en la casa denominada “de los Oficios” en torno a la fachada este y sur, proyectaron su luz sobre el impresionante Monasterio. En el alto de Abantos, en la cima de la sierra, ardieron veinte hogueras, y un monumental  Yugo y Flechas, de más de 15 metros de altura, fue iluminado.

A las siete en punto de la tarde, el Caudillo, tras entonar el “Cara al Sol”, dando él mismo los gritos de ritual, abandonó el Monasterio a los acordes del Himno Nacional, interpretado por todas las bandas militares presentes, mientras  todas las fuerzas que rindieron honores presentan armas.

Al Caudillo lo acompañó en su coche el presidente de la Junta Política y ministro de la Gobernación, señor Serrano Suñer. Tras ellos se formó una gran caravana de vehículos.  En ese instante más de sesenta mil personas volvieron a entonan el “Cara al Sol”, dando al final del mismo  los gritos de ritual el ministro sin cartera Rafael Sánchez Mazas, que también pronunció tres veces el nombre de ¡José Antonio!, contestado por la muchedumbre con un clamoroso ¡Presente!

Tumba de José Antonio en la basílica del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Después de una formación de cerca de ocho horas, las organizaciones de Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N.S., y milicias de segunda línea que formaron en la Lonja y carretera que la circundaba, perfectamente iluminadas,  rompieron filas y comenzaron a abandonar el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde se había vivido una de las páginas más conmovedoras, que quedaría impresa en letras de oro en la dilatada historia de nuestra querida Patria España. Delante del altar Mayor del Monasterio creado por Felipe, II quedaba una losa de granito con una sencilla Cruz, una palma y un nombre JOSE ANTONIO.

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Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.

 
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