22/11/2024 13:05
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Seamos justos por más que nos duela en esta ocasión. A cada cual lo suyo, que eso es la justicia en definición, no superada, del gran jurista Ulpiano: “Perpetua y constante voluntad de dar a cada uno su derecho”. Esto es, lo que es propio de suyo, lo que a cada uno le pertenece. A lo que yo agregaría, aunque nos JODA. Porqué si nos JODE, esa perpetua y constante voluntad se convierte en virtud. Y si somos virtuosos, o estamos en camino de serlo, somos o estamos en camino de ser santos. Meta última de nuestra existencia humana. 

    A cada cual lo suyo, decimos. Incluso a Pablo Manuel Iglesias, el hijo de ex miembro del grupo marxista terrorista FRAP, “camarada Peláez”, a cuyo hijo hay que reconocer su capacidad, pese a lo poco que es en todo su ser natural, para imponer un modelo político que nos lleva a la ruina como nación. Un modelo suicida, porque suicida es que se cuente para gobernar España con independentistas y terroristas, al margen de ser una canallada. Así, pues, y al margen de estas consideraciones, admitamos la capacidad del camarada Turrión, o Turrón, que en esto puede haber discrepancias, para poner a todo un país patas arriba, y eso que todavía el andóbal tiene recorrido. Recorrido, naturalmente, porque no se le para, y en seco. 

    Para empezar tengamos en cuenta su estrategia para planificar, dar cohesión y poner en funcionamiento de activismo radical a toda esa pléyade variopinta que es PODEMOS, a esas gentes, mayormente de la marginalidad, a las que ha logrado acaudillar un tipo que para nada tiene las cualidades que se suponen a un líder de masas. Comenzando porque no tiene voz, sino vocecita. 

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    En segundo lugar, reconozcamos su apuesta calculada por la contestación frontal hasta el punto de rebasar el límite de lo legalmente permitido, consciente, como era, de que no iba a pasarle nada por la pusilanimidad de un régimen, el régimen del 78, que lo ha consentido todo. Y tanto era su conocimiento del estado de la nación, que su irrupción se vio necesaria por una gran parte de la sociedad, y su figura, ¡que ya les vale!, digna de llevarse a todas las televisiones, que eso fue su plataforma de lanzamiento: sus banderines de enganche.  

    Y como no hay dos sin tres, en tercer lugar, su conocimiento de la descomposición del Estado, de la clase política y de la sociedad civil en general, para ponerse a trabajar, y con absoluto desparpajo, en la liquidación del Estado de Derecho y después destruir España.

    Es natural que quienes en el futuro quieran conseguir el poder para hacer lo que les venga en gana, incluso lo peor y más abyecto, tenga como espejo a este fulano, y digan con total propiedad… Aló, comandante Iglesias. 

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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