20/09/2024 16:43
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Como el problema y la consiguiente solución de España es procesar al rey Emérito, cuyo quehacer encargamos a un leguleyo suizo, Y ves Bertossa, sin que en la trama falte ningún ingrediente propio del drama, las pruebas de cargo que aporta una meretriz y el trato que el hijo, acosado y acorralado, dispensa al padre, que digo yo que podía ser distinto, pongamos por caso hacer que el padre traiga toda la fortuna a España y que ésta sea donada al erario público en concepto de “donación real”, aquí todo lo demás importa un bledo. Importa un bledo que la humillación al Emérito sea en realidad una humillación a España, hasta el punto que quien puede determinar el curso de la historia de España, ya que después del padre viene el hijo, el mismo Felipe VI, no es el pueblo español, a quien la Constitución proclama “soberano”, sino un leguleyo suizo, puede que miembro de algún club “discreto”, cuyo propósito desconocemos.

Ahora bien, como el título de esta colaboración es el que es, pasemos a dar cuenta de lo que traemos como consideración que debiera inquietarnos.

Ceuta y Melilla, olvidadas, nunca han sido visitadas por la Corona, ni se ha contemplado ni contempla que en ellas se celebre el Día de las Fuerzas Armadas, que no se puede disgustar al Moro, que podría quedarnos sin pesca y mandarnos a todos los africanos de África que sueñan con formar parte del milagro español. Esto dice mucho, y deberíamos estar advertidos. Advertidos, digo, y no prevenidos, que sería lo suyo, porque prevenidos nunca lo estaremos, aunque veamos venir el desastre de frente y anunciado. Que es lo que se nos viene encima, y que es para llorar.

El sátrapa de Hasan II aprovechó la agonía de Franco para quedarse con el Sahara. La orden de retirada la dio el Rey de entonces, el hoy Emérito, y quienes abandonaron las posiciones establecidas, que no ocupadas, dijeron que lo hicieron con honor. Ni una sola discrepancia que trascendiera, porque, aunque puede que alguien dijera algo, no ha quedado registrado en la historia, y por tanto no cuenta: Y de nuestros hermanos los saharauis, ¿qué?, mi general. ¡Firmes, Ar!

Luego, eso sí, hemos venido trayendo, gastando una suma considerable que detraíamos de lo que hubieran necesitado los nuestros, a los niños saharauis, ¡qué ricos!, algunos o muchos, hijos de padres que ejercieron el terrorista contra España. Y lo esperpéntico es que a esto algunos lo llaman “quijotismo”. Sigamos llorando.

Con la astucia propia de esta raza, y esa pachorra que da la calima y el té, poco antes de la pandemia los moros se quedaban de facto con parte de nuestras aguas territoriales de la zona de Canarias, isla que miran de soslayo. Lo hicieron en el convencimiento de que transcurrido un tiempo prudencial puede convertirse en un reconocimiento de iure. ¿Acudió nuestra Armada al lugar? ¿Manifestó algo nuestro Jefe de Estado hasta el punto de amenazar al Moro con un conflicto bélico, o fueron los funcionarios que se ocupan de estas cosas quienes intentaron meter al Moro, Mohamed VI, en razón, suplicándole que la cosa no llegase a más? Y ya puestos a preguntar por ver de resolver el conflicto, ¿se echó mano de Felipe González con importantes intereses personales en Marruecos? ¿Cómo está a día de hoy la situación?

Volvían a darnos por detrás, que es cosa que les gusta, y nosotros por aquí (en España) sin enterarnos de nada: contratando a sus hombres, pensionando a sus mujeres cuando los buenos musulmanes las repudian y becando a sus hijos, siempre susceptibles de radicalizarse contra los “infieles” porque ellos son muy sentimentales con sus cosas. Y es tanta nuestra ceguera, que también les admitimos en nuestras Fuerzas Armadas, de momento en la clase de tropa hasta que diga el club discreto que mueve los hilos de esta Europa desnortada que es una discriminación que no se les deje llegar hasta el generalato. Máxime cuando a tal grado llegan las mujeres, como es el caso de la sin par Patricia Ortega.

Pero como la calima y el té hacen lo suyo. Hete aquí que Marruecos se arma con un importante arsenal militar de última tecnología, que a todas luces parece algo desproporcionado. Así, a los F-16, fragatas FREM, carros de combate M1 Abrams, misiles anticarro TOW, helicópteros de combate Apache, radares de ultimísima generación para sus drones Predator, misiles antiaéreos de corto alcance MBDA MICA (europeos), misiles de alcance medio Sky Dragon (chinos) y misiles Harpoon Bloque II. Ahora se pertrecha en el campo de la artillería que cada vez se considera más necesaria y al que todos los países acceden o al menos lo intentan. Hablaríamos de la artillería lanzacohetes con una importante eficacia en el fuego de saturación, al ser capaces de lanzar sobre una porción de terreno una enorme potencia de fuego de manera simultánea. Capacidad militar de alta tecnología comprada mayormente a USA que sería un error descartar que no tenga su propósito puesto en nuestras ciudades de Ceuta y Melilla. Mientras que por aquí (en España) andamos como locos porque la ONU, la OTAN y si fuera el caso hasta la mismísima UE nos den misiones humanitarias para asistir como parteras y ayas, y llevar camisetas de fútbol de los equipos del Real Madrid y del Barcelona, preferiblemente con las caras de esos dos estúpidos que son Sergio Ramos y Messi, que es cosa que los niños de cualquier parte del planeta agradecen. No sé ustedes, pero yo no paro de llorar.

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Bien es cierto que poco se puede esperar de una nación que hace de una derrota un triunfo, Trafalgar, cuyo bicentenario (20 de octubre de 2015) hemos celebrado, y para más escarnio en Londres, a cuyo desfile enviamos el portaaviones «Príncipe de Asturias», buque insignia de la Armada española, y la fragata «Blas de Lezo». ¡Todo un detalle! Sin descuidar de mencionar que al frente de nuestras Fuerzas Armadas tuvimos como Jefe máximo, después del Rey, al tipejo de Julio José Rodríguez, al que desde su tiempo de cadete se le llamaba “el rojo”.

Cuarenta años son muchos años, y no han servido más que para crear un monstruo. Un monstruo que, pese a la alta tasa de paro que soporta, no recoge su fruta ni sus verduras, que es por lo que se ha tenido que sacar de los centros de detención de extranjeros a cientos de ellos, mayormente africanos. Un monstruo que como ha dicho don Ángel Cuevas, presidente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Cantabria, “encuentra serios problemas para dar con trabajadores con los que completar las plantillas de los hoteles”. Un monstruo que terminará por decantarse en ser para Europa, un país de jineteras y mamporreros.

Séquense las lágrimas, ármense de valor y recen. Sobre todo, recen, porque el tiempo se dilapidó y esto ya es cosa de milagro.

 

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Pablo Gasco de la Rocha