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22 de diciembre de 2020: ha sido repugnante el culto a la muerte que ha hecho el Ministerio de Sanidad, luciendo las cifras del aborto de 2019 (casi 100.000: record en un lustro). Tenemos la certeza de que esto no será noticia. Aunque lo fuera, la sociedad lo asumiría porque lo ha normalizado: 35 años ha costado normalizar el derecho a matar inocentes no natos; desde la ley de supuestos despenalizados aprobada en 1985 que presentaba supuestos ‘aparentemente razonables’ pero que fueron el ‘coladero’ para abortar a discreción, hasta la ley de ‘salud reproductiva’ (infame eufemismo) de 2010 que liberaliza como derecho el del aborto libre. La naturalización del aborto en la sociedad ha tardado treinta años; pero la de la eutanasia sólo diez meses.

La muerte asistida a más de 30.000 ancianos durante los meses de marzo y abril de 2020 sedándolos en las residencias, o prohibiéndoles acudir al hospital por tener 80 años, fue el ensayo eutanásico de la muerte al improductivo, al inútil, al débil, a aquél al que odia la izquierda utilitarista y maltusiana. Diez meses después, vimos aprobada la ley de eutanasia. El marxismo cultural conoce el grado de descomposición moral de España y el efecto de la Dictadura del miedo pretextando la pandemia para acelerar la ingeniería social. No se puede esperar menos de quiénes comenzaron su andadura gubernativa profanando el cadáver de un cristiano ejemplar y heroico llamado Francisco Franco.


En estas Navidades fúnebres y mortíferas, con un Papa que instala un Belén vaticano fálico, y con unos obispos españoles callados y miserables, mamporreros del gobierno socialista de la muerte y la ruina, vuelvo a desear que Dios Jesucristo nuestro Señor y la Fe inquebrantable en España nos acompañen a todos los que creemos en la Patria, en la oposición al globalismo y en la belleza del alma y la civilización.

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Jose Miguel Pérez
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