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Soy de la opinión de que el actual gobierno vivirá acosado por sus ataques a la unidad y dignidad de España y por sus pactos con chavistas, separatistas y proetarras, pero morirá por la economía, concretamente por la economía de los más desfavorecidos, que le pueden perdonar todas las mentiras y todas las bajezas, pero que no le perdonarán que traicione su supuesta vocación social y los deje pudrirse en la miseria, mientras sus miembros se compran chalets en Galapagar o bolsos de 2000€
En las últimas semanas, la polémica política por excelencia está siendo la supuesta derogación de la Reforma Laboral con enfrentamientos, reales o impostados, entre los socios de gobierno del PSOE y Podemos por su alcance o por quien debe apuntarse el mérito, entre los llantos de la oposición derechista por la supuesta pérdida de empleo que, según ellos, dicha derogación conllevaría. Esta discusión se suma a otras de supuesto calado social como la aprobación de una ley de la vivienda que limita el precio de los alquileres. Y todo ello mientras la luz sigue en máximos históricos, con lo que ello conlleva para negocios y familias, especialmente los más vulnerables y desfavorecidos. La sensación general es que la política social del gobierno ha fracasado y que la situación se les va de las manos.
Primero lo intentaron con la ley de vivienda, que pretendía presionar a los grandes propietarios de viviendas vacías para introducirlas en el mercado con recargas fiscales, lo que es una buena intención, pero que se queda corta, y a la vez, fijar unos precios máximos, lo que es una torpeza contraproducente, como el ejemplo de la Barcelona de Colau y sus colaboradoras porno-meonas demuestra. La ley intervencionista de los alquileres del gobierno fracasará, como ha fracasado una similar de Barcelona, no porque sea intervencionista, el estado debe intervenir cuando sea conveniente, ni porque vaya contra la propiedad privada, que tiene una función social, ni porque luche contra la especulación, que ciertamente es una lacra contra la que hay que luchar, sino porque al imponer un precio más bajo que el de mercado a los alquileres desincentiva buscar inquilinos e incita a mantener el piso vacío, como hacen miles de bancos, fondos buitre y grandes propietarios, cuyo negocio no son los alquileres sino especular con los inmuebles y esperarse para venderlos cuando suban los precios, haciéndolos subir, si es preciso, artificialmente, como en la última burbuja.
Esta ley solo conseguirá que se alquilen menos pisos y, por tanto, que en general suban los precios. Para lograr que bajaran habría que hacer lo contrario, desincentivar los pisos vacíos, con medidas fiscales, por ejemplo, para que salgan todos en alquiler y así que bajen los precios de manera natural y no por decreto.
Ante el previsible fracaso de esta ley, que se suma al del precio disparado de la luz, el gobierno se agarra a la supuesta derogación de la reforma laboral, como última opción para engañar a sus votantes, pospuesta hasta ahora, cuando era una promesa, no ya de la coalición de gobierno, sino del propio Sánchez desde la moción de censura. En mi libro “Crisis y estafa” afronté el análisis del mercado laboral español. El resultado fue sorprendente:
A la muerte de Franco, en una situación que ahora consideraríamos de pleno empleo, la indemnización por despido era de 60 días, máximo 60 meses. Lo primero que hizo Suarez en la recién inaugurada democracia fue aprobar un Estatuto de los Trabajadores que cambiaba privilegios para los sindicatos mayoritarios por derechos de los trabajadores y que reducía la indemnización a 45 días, máximo 42 meses, en la primera reforma que abarataba el despido. Lejos de revertir esa reforma al llegar al poder, el PSOE de Felipe González sumó nuevas medidas restrictivas para los derechos de los trabajadores a partir del 82, como el famoso “Plan de empleo juvenil” por el que se legalizaban los contratos basura y las ETTs. En septiembre de 2010, el PSOE de Zapatero, con Pedro Sánchez, por cierto, como diputado del PSOE en aquellos momentos, acometió otra reforma con la ampliación de los casos en que las empresas podían acogerse a una indemnización menor a la general en caso de despido, reduciéndolo a 33 o a 20 días según los casos.
En febrero de 2012, se aprobó una nueva Reforma Laboral, ya gobernando el PP. Los puntos más destacados y polémicos de la reforma fueron la reducción de derechos de los trabajadores y el abaratamiento del despido que quedaba como regla general en 33 días por año, desde los 45 anteriores, a la vez que se ampliaban las causas por los que las empresas podían acogerse al de 20 días. La izquierda entonces en bloque: PSOE, medios de comunicación y demás representantes de la progresía patria, se rasgaron las vestiduras criticando lo que habían hecho ellos solo meses antes. Un circo de desvergüenza. Debe hacerse notar que ambas reformas provocaron avalanchas de despidos hasta elevar en un millón más el número de parados y ni un solo contrato nuevo.
No podemos dejar de sospechar que lo que estas reformas pretenden en realidad, con la excusa de la crisis y aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid, es esquilmar a los trabajadores de los pocos derechos que no les habían quitado aún. En 1977 la indemnización por despido era de 60 días y había 760.000 parados. En 1994 la indemnización por despido era de 45 días y el número de desempleados había subido hasta 3.856.000. En 2011 la indemnización por despido justificando una situación económica negativa pasó a 20 días y el desempleo escaló hasta los 5.273.000 parados, según datos de la EPA. La última reforma laboral, que se habla ahora de derogar, sin que el gobierno se decida del todo a hacerlo (sospechamos que no lo hará) deja la indemnización por despido en 33 días, máximo 24 meses y amplia las causas para acogerse al despido de 20 días. Con esta legislación el paro llegó a elevarse a más de 6.000.000. Solo muy a posteriori, cuando la situación económica general empezó a mejorar, bajó sustancialmente, pero sigue siendo el paro estructural más alto de la UE ¿Alguien puede creer aún que abaratar el despido combate el desempleo? Eso demuestra empíricamente que la tesis de la “flexibilidad laboral” está equivocada, y en el fondo sus defensores lo saben. Su intención no es crear empleo sino aumentar los beneficios de las élites económicas. De ahí que las instituciones europeas, convertidas en vergonzosas correas de transmisión de los intereses de las élites, inciten, cuando no obliguen a adoptar medidas de este tipo, de lo que ellos cínicamente llaman “flexibilidad laboral” y no es otra cosa que pérdida de derechos de los trabajadores.
En resumen, lo de la derogación de la Reforma Laboral no se lo cree ni Yolanda Díaz. Bruselas no les dejará tocar ni una coma del abaratamiento del despido ni el mismo PSOE, que ya aprobó una reforma laboral de contenido similar con Zapatero, tiene la menor intención de ello. Todo lo demás son teatrillos. Los supuestos enfrentamientos en el gobierno de coalición por la supuesta política social son una mala comedia, porque todos sabemos ya cómo va a acabar: sin ninguna medida efectiva para proteger a los desfavorecidos. La ley de vivienda hará que se queden más pisos vacíos y de la Reforma Laboral no se tocará ni una coma del abaratamiento del despido, que es lo más lesivo para los trabajadores, y todo lo demás es solo una representación para incautos. La izquierda es la obra maestra del capitalismo. Los «antifascistas» no son antisistema, son los perros rabiosos del sistema.
Que un muerto de hambre se meta en política y en unos pocos años se compre un palacete en Galapagar o que una ministra de un partido que presume en sus siglas de “obrero” se compre un bolso de más de 2000€ irritaría a la gente, como es normal, pero no tendría más importancia si el nuevo marqués de Galapagar no hubiera basado toda su carrera política en presumir de vivir en Vallecas y en reprochar a los demás tomar decisiones en “los reservados de los restaurantes” en los que él ahora deglute su condumio. Así, además de un jeta, resulta ser un cínico, que toma por imbéciles a sus propios partidarios. De igual modo, quienes le han perdonado a Sánchez todas sus contradicciones, no le perdonarán tener que sumarse a las colas del hambre ante las dificultades que se vienen.
Todo esto beneficiará, por descarte, a una derecha no particularmente comprometida con la justicia social, pero que por lo menos no miente ni resulta tan cínica con el tema. En ese sentido, lanzaría por último un consejo a Vox, ya que doy por perdido al PP, que es siervo declarado de la agenda globalista, como toda la izquierda. Libraros de vuestros últimos resquicios liberaloides y defended a los trabajadores españoles. La izquierda no lo hará y eso os deja un amplio margen de actuación. Defenderéis así también la soberanía nacional, ante las injerencias de una UE empeñada en arruinarnos a todos. En ello puede estar la clave de vuestro éxito y lo que lleve a Abascal, algún día, a la Moncloa.
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