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Los patronos y lacayos del NOM componen la jerarquía de los nuevos nigromantes, y como los brujos y las brujas de antaño, así son también, en su mayoría, naturalezas histéricas, alucinadas y perversas que en sus visionarias tragicomedias buscan, más o menos conscientemente, un desahogo a sus instintos sádicos o a sus fantasías morbosas.

Contemplando el mundo desde las cimas del éxito, del bienestar, del más vario poder y del más aquilatado pragmatismo, están prontos a justificar todos los medios en aras de los más turbios fines y, a través de sus diabólicas agendas, tratan de organizar la inercia del universo, como si fueran dioses, contagiando a la humanidad con una profunda duda metafísica. 

Y aunque el universo es algo que no puede organizarse, sólo suceder, como la salida del sol o la caída de la lluvia, la humanidad, dividida y enfrentada por impostados propósitos de valoración, adquiere inmediatamente la mentalidad de objeto de venta en un mercado de esclavos, y acaba en el pozo de la anomía, la desesperación, y el desarraigo. 

Los mentores del Nuevo Orden Mundial capital-socialista, desesperados de sí mismos por saberse infieles a la vida y al ser, invocan las «leyes internas» de la naturaleza, de la economía o de la política para atentar contra el bien común y la justicia social. Para ellos no hay mejor resorte de progreso que la lucha despiadada en la que triunfan los fuertes y los esclavos se rinden; ni hay valores superiores a la exaltación de la propia individualidad plutocrática; ni mejor economía que la que imponen sobre el mercado los intereses de sus grandes empresas, a cuyos intereses ajustan las necesidades humanas. 

Para ellos, todo lo que no sea contar y medir son ficciones retóricas que a nada conducen. Su glorificación de la democracia liberal capitalista como marco de la vida humana ha conducido a un descrédito de toda propuesta utópica que quiera trascender históricamente lo que hay. Sólo el que sea capaz de contestar a las preguntas sobre el ser del hombre y su sentido será capaz de contestar a estas otras: ¿Cómo debo vivir? ¿Qué es lo que debo hacer o debo evitar? 

Consumida así la utopía, se impone el modelo correcto y buenista del estanque tranquilo, que proscribe la concepción ecuménica -humanista- de la cultura, decreta la rendición de la conciencia e instaura la trivialización plebeya del pensamiento. Por lo demás, todo vale. Caben diversas prácticas políticas y culturales, pero ninguna de ellas puede tener vocación de discurso utópico, ni de religiosidad o dignidad. 

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Los partidos pierden su identidad ideológica para convertirse en máquinas servidoras de un único modelo moral, reflexivo y económico. El intelectual, convertido en funcionario del consenso social, y perplejo ante los ramalazos de la Historia, aporta justificaciones de carácter evolutivo y funcional para afirmar la inevitabilidad del liberalismo: no hay alternativa ilustrada ni económica, las grandes teorías emancipatorias son acientíficas, se ha agotado el entusiasmo que las mantuvo en pie. 

Las obras del espíritu se reducen, así, al ardite del márquetin, el intelectual busca su mezquina consagración en la tele y en las redes sociales y ambas se convierten en voceros de esta apoteosis del detrito. TV y redes sociales son los nuevos fenómenos universales que suplantan el vacío dejado por la venerable idea de cultura que Occidente -Europa- gestó. 

Este saco lleno de moscas que ha devenido en llamarse modernidad, globalismo o NOM gracias a unos dementes, fascinados por el espectáculo de sí mismos, nos repugna por la doble moral de sus creadores y de sus editores a sueldo, que llevan décadas adoctrinando y encauzando la opinión de los demás, presidiendo empresas o proyectos que se pretenden cultural, política y socialmente ejemplares, y dando lecciones de democracia, solidaridad y decencia cuando son ellos los abanderados de la tiranía LGTBI, ese conjunto de abominaciones que trata de convertir al ser humano en monstruosa bestia. 

El caso es que, ante la ausencia de insecticidas, cada vez hay más moscas que vuelan desde los rabos de los burros dorados hasta el pringoso miedo de los cobardes. Tizne, miseria, guerra, virus y temor: esos son los laureles del NOM, y en ellos se resume. Pero ¿quién asume las responsabilidades de los desastres provocados por los poderosos? Nadie. La impunidad más absoluta preside las aberrantes acciones y legislaciones de nuestra oligarquía y la de sus esbirros e infiltrados. 

Y de este modo deliberado, el NOM, confusa mezcla de capitalismo, comunismo. liberalismo y socialdemocracia, trata de sustentarse y globalizarse, ocultando el diagnóstico marxista del hombre-mercancía, que es el cimiento humano e inhumano tanto del socialismo como del capitalismo. Todo es manipulación para enmascarar una terrible realidad, clave del conflicto que el mundo tiene hoy planteado: el inevitable abrazo entre el marxismo y el capitalismo, dada la coincidencia de su objetivo final. 

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Ante la ciudadanía trabajadora hay que tomar partido: o por ellos mediante la solidaridad, o contra ellos por el cinismo y el abuso. La mayoría ciudadana vive del trabajo físico, real, del plus de esfuerzo y el plus de beneficio de millones de hombres a quienes se mantiene eternamente bajo alguna forma de esclavitud o, lo que es peor, a quienes hoy se tiende a eliminar u olvidar porque las máquinas los convierten en decimales humanos sin valor. Esta es la verdad primera y última de las cosas, que la clase política y sus cómplices han querido y quieren tapar. 

Este NOM capitalsocialista es para la humanidad como un zorro en un gallinero. Su interés es reforzar el beneficio oligárquico y la deshumanización, no la persona, la naturaleza o el trabajo. Por la parte que nos toca, la casta política española, esa nefasta mezcla de capitalismo y socialcomunismo a imagen y semejanza de sus patronos, está cumpliendo su mamporrera misión histórica, iniciada con la Constitución: administrar el capital plutocrático con una mano, mientras con la otra, gracias al marxismo cultural y a las querencias chekistas, degrada la dignidad de los seres humanos para convertirlos en mano de obra esclava o sangrientos criadores de malvas.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.