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Polonia resiste el envite del zafarrancho que conlleva el movimiento terrorista y racista llamado Black Lives Matter. Recientemente, y en un partido de fútbol entre las Selecciones nacionales de Inglaterra y Polonia, la selección polaca permanece en pie mientras los futbolistas ingleses hincan sus rodillas en señal de sumisión hacia los supremacistas del movimiento BLM (Black Lives Matter). Black Lives Matter extendió su odio hacia todo EEUU cuando pretextó la muerte de un delincuente negro llamado George Floyd para incendiar las calles, asaltar comercios y empoderar un movimiento social destinado a impedir la más que probable victoria de Donald Trump en los comicios presidenciales de noviembre de 2020; victoria que finalmente se produciría pero que sería truncada por un golpe mediático, judicial e institucional reconocido a posteriori incluso por la revista Time. BLM fue fundado en 2013, pero su carburación definitiva, su engrase, y su puesta en marcha, enarbolando el socialismo, la ideología de género y el racismo anti blanco que propone que la sociedad blanca es heteropatriarcal y racista sistémica, arranca en el verano de 2020. Entonces, la muerte de George Floyd bajo los efectos de la droga mientras era reducido por la policía de Minnesota, lleva a BLM a culpabilizar a la policía de EEUU, a Donald Trump y a emprender una cruzada de odio iconoclasta que promueve la destrucción de Estatuas de insignes colonizadores y evangelizadores del continente americano como Cristobal Colón, Fray Junípero Serra o Hernán Cortés. Es tan acaparador y estupidizador el clima creado por BLM en todo Occidente, que políticos de todos los signos –salvo los social patriotas europeos y los trumpistas de EEUU-, así como deportistas o artistas, hincan la rodilla cuando se entona el himno nacional de EEUU, el de otra nación o simplemente porque les da la gana y quieren apuntarse al carro de los progres aborregados. El caso es que ese “hincar rodilla” no es más que el símbolo del complejo,

la autoinmolación y el perdón: el perdón hacia una supuesta “minoría oprimida” por el racismo blanco. Afortunadamente en no todos los países cuela BLM ni su ideología infecta; no todos están amaestrados por el marxismo cultural con que asaltan las élites a los pueblos; no todos han renunciado al patriotismo genuino, identitario y cristiano para someterse a los diseños de laboratorio que George Soros, pagador de BLM con 200 millones de dólares y las grandes empresas de Silicon Valey, quieren imponernos. Ni Polonia ni Hungría acatan el escandaloso cuento de BLM. Mientras los jugadores ingleses se arrodillaban, la selección polaca permaneció en pie, señalando la bandera de su Patria estampada en sus camisetas y proclamando, cuando les animaban a que se arrodillasen: “¡respeto!”. Respeto por Polonia, por la civilización cristiana. Y ningún complejo por ser blancos, europeos y ejecutores de misiones gloriosas como la Ciencia racional, el Arte, la Ley natural, el Derecho romano o la cristianización de América y de más de medio mundo. Los jugadores polacos demostraron que son hombres libres, no amarrados por ideologías tóxicas, prefabricadas y enfermizas. Declararon: “los hombres polacos sólo nos arrodillamos ante Dios o para proponer matrimonio a una mujer”. Con dos cojones. Así es que Europa – mira por dónde- tiene baluarte, esencia de sus dones más puros y tradicionales; y lo tiene en el Este, tan zaherido por el comunismo opresor que durante 50 años trató de quitarle el alma, el grano y la alegría, entregándole miseria material, ruina moral y una explosión nuclear en Chernobyl. Pero Polonia es más, mucho más que una nación conservadora díscola en una Europa almidonada y enredada en burocracias defensoras de la Agenda 2030, el abortismo o el culto a Greta Thunberg: Polonia premia la natalidad con bonos por nacimiento; riega de esperanza sus pueblos con masiva creación de empleo; proscribe el aborto en la esfera sanitaria; persigue la pedofilia en cualquiera de sus formas y sin descanso; exalta el catolicismo social como parte de la virtud pública e impide el adoctrinamiento LGTB

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en los colegios al considerarlo un brote de totalitarismo corrompedor heredero del comunismo. Y Polonia, también, nos da otra lección: a los que aporrean a la raza blanca, a la cultura cristiana, a los valores tradicionales; en definitiva, a los Black Lives Matter…no se les da ni agua. Mientras haya semejante dignidad en Polonia, y mientras en Hungría Viktor Orban haya instaurado la prohibición a los lobbies de George Soros y la negación a la inmigración masiva africana, existirá en Europa una voz de conciencia que seguirá recordando a los europeos occidentales que hay esperanza. O social patriotismo o globalismo. O social patriotismo o indignidad. O social patriotismo o muerte de Europa.

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Jose Miguel Pérez