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Parece probado por la ciencia médica orientada al estudio de la mente humana que el exagustino alemán Martín Lutero, padre de la Reforma protestante, fue un neurótico, un maniático tremendamente temperamental, un hombre de talente radicalmente intransigente, intolerante y colérico, afectado por constantes escrúpulos y muy dado a los pecados de la carne (contra la castidad). Muy dado a vulgarizar ideas y personas, megalómano, narcisista y de una arrogancia difícilmente igualable o soportable. Pero sobre todo fue, en palabras del Dr. Antonio Caponnetto, un «grotesco heresiarca» que metió tijera en el depósito de la fe, desde su propia experiencia neurótica de entender y vivir la fe de la Iglesia. Llegó a calificar al Papa de vicario del Anticristo y de servidor de Satanás, y consintió contra la Iglesia de Cristo fundada sobre la roca de Pedro (cfr. Mateo 16, 18-19) toda clase de blasfemias, injurias, descalificaciones, mofas, insultos, caricaturas, que han acabado conformando el sectarismo anticatólico (marca de la casa) propio de los protestantes, desde entonces hasta la fecha. Hasta tal extremo en Lutero que no faltan voces que diagnostican que fue un hombre mentalmente desequilibrado. Cinco siglos más tarde, el papa Francisco, con que hacer un guiño a la celebración de los 500 años de la Reforma declara que «la Iglesia universal reconoce en Martín Lutero la figura de un verdadero testigo de la fe en Jesucristo».

No obstante, sin más solución de continuidad y admitida esta suerte de introito que bien podría valer para otro artículo, vamos con el asunto que más nos interesa aquí y ahora.

Usted, D. Luis, en calidad de secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española acaba de comunicar en estos primeros días del verano de 2021 que ustedes los obispos españoles exhortan a que se dialogue con los partidarios de una Catalunya Lliure. 

Según ha trascendido a los medios, no ha habido unanimidad entre ustedes al respecto; incluso dos obispos, Sanz Montes y el actual titular de Toledo, han manifestado su oposición al indulto concedido por el Gobierno de Pedro Sánchez. Con todo, ¿nos podría usted explicar, monseñor Argüello, de qué se podría dialogar con los separatistas catalanes (con los vascos sería exactamente igual), si estos son decididos partidarios de no dialogar de nada que no sea avanzar en el Procés, esto es, el proceso irreversible e inapelable hacia la independencia de Cataluña? ¿Nos podrías explicar, monseñor Luis (padre Argüello), cómo y por qué indultar a sediciosos catalanistas herederos de la Ezquerra Republicana Catalana, esto es, continuadores de un partido político golpista y genocida de los católicos entre el final de la Segunda República y la Guerra Civil? La Ezquerra, junto con la CNT y el Partido Socialista Obrero Español, más el POUM y sectores del Partido Comunista de España, se caracterizó por una saña terrible en la persecución a los católicos por odium fidei. ¿De qué y por qué dialogar con unos siniestros personajes que, nada más salir de la cárcel, corearon su fanatizado visca Cataluyna lliure, junto con insultos al propio Pedro Sánchez otorgador del indulto, más burlas al orden constitucional español?

Así las cosas, monseñor Argüello, ¿de qué íbamos a dialogar con unos golpistas que delinquieron en su momento y que, gracias a la prevaricación de un Gobierno irresponsable y desastroso, son puestos en la calle y “no dan ni siquiera las gracias” al Gobierno que los ha puesto en libertad, infringiendo para ello las leyes? Tales golpistas llenos de odio y resentimiento contra España se ufanan de lo que han hecho, y aseguran que lo volverían a hacer una y cuantas veces fuese necesario. Monseñor, los golpistas se sienten vencedores contra España. Esto, en lenguaje sacramental teológico, se denomina no estar arrepentidos, no tener propósito de la enmienda; si no hay en el penitente propósito de la enmienda, el sacerdote no puede hacer ningún milagro para otorgarle la absolución a ese penitente no arrepentido.

¡Y ni Dios lo pudiera!, pues sabido es que hay un solo pecado que Padre Dios no puede perdonar, a saber, el pecado contra el Espíritu, que es en el que caen todas aquellas personas que por maldad irredenta, desesperación, cinismo o por lo que sea desconfían y aun rechazan el perdón de Dios.

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Ciertamente, no se trata de alimentar rencores, venganzas o resentimientos por hechos de nuestro pasado reciente, pero sí que se trata de amor a la verdad y de justicia. Y se trata de situar y resituar siempre en la vanguardia y en la retaguardia de la Iglesia, a tiempo y a destiempo, la verdad de que ustedes, obispos, curas y religiosos consagrados, tienen el cometido principal, directamente dado por Jesucristo, de salvar almas. Ergo, la Iglesia es sacramento de salvación para toda la humanidad (sacramentum salutis). Solo que ¿ustedes están siendo auxiliares o transmisores de este sacramento de salvación que es la Iglesia dando el visto bueno al indulto concedido a los golpistas catalanes por el Gobierno del felón, globalista, antiespañol y anticatólico Pedro Sánchez Castejón? ¿Qué clase de ejemplo es este?

Alegan ustedes que lo hacen para buscar la concordia entre los españoles. Ya. Y cuando consintieron que se profanara la tumba de Francisco Franco en el Valle de los Caídos, ¿no repararon en la misma idea de concordia entre los españoles? El Caudillo, que salvó a la Iglesia de su exterminio a manos de la persecución izquierdista y frentepopulista, ¿no merecía otro trato, precisamente en nombre de esa concordia nacional? ¿Ustedes son auxiliares, testigos, heraldos y transmisores de ese sacramentum fidei que es la Iglesia, toda vez que se lavaron las manos cuando lo de la profanación de la tumba de Franco en el Valle de los Caídos? ¿Y cuando aplauden la invasión migratoria y secundan el muy bergogliano hacer proselitismo de la fe católica es una soberana estupidez y es por ende algo rechazable? De verdad, de verdad de la buena, dígannos ustedes, propincuos monseñores, ¿no suena todo esto demasiado a falta de fe en Cristo y en su Iglesia, a apostasía pura y dura, a bajada de pantalones en función de la cobardía y de intereses mercantilistas, a servilismo al Nuevo Orden Mundial y a lo políticamente correcto ? ¿No les dice nada a ustedes en una situación como esta el pasaje o episodio de Jesús expulsando a los mercaderes del templo (cfr. Mateo 21, 12-13; Juan 2, 13-16)? ¿No les hace recapacitar a ustedes lo poco que suena a música evangélica no raramente su lenguaje episcopal frente a lo mucho que sí suena la política del equipo de Gobierno de Víktor Orban, por ejemplo, cuyo país, Hungría, pasa por ser uno de los últimos bastiones europeos de contención frente al globalismo, el aborto, la ideología de género, el feminismo supremacista, la invasión migratoria (islamización de Europa) y el invierno demográfico y las políticas de sustitución étnica promovidas por el NOM?      

(Hace algunos lustros, le escuché decir al superateo Gonzalo Puente Ojea que él conocía incluso a obispos que no tenían fe, que la habían perdido. Conociendo la trayectoria de Puente Ojea, su ateísmo militante, su desafección hacia la Iglesia, en aquel momento me dio por lamentar esas palabras suyas que me parecían un nuevo sablazo a Cristo y su Iglesia de parte del exembajaror en el Vaticano. Hoy por hoy, sin duda, cualquiera que fuera la intención del ya fallecido ensayista y pensador materialista español, sus palabras parecen proféticas.)

Este Gobierno socialcomunista miente más que habla, dilectos monseñores. Y frente a esto o a la luz de esta evidencia, ¿ustedes pretenden que los católicos nos creamos que su nihil obstat al indulto a los miserables independentistas catalanistas es por amor a Cristo y a su Iglesia, y por la reconciliación de todos los españoles? 

A otros perros con ese hueso. Por lo demás fuera de este asunto, a los sediciosos y traidores a España catalanistas no debe interesarles particularmente nada, digo en términos estrictamente políticos; yo diría que ni siquiera los triunfos del Barça, más allá de que a algunos de entre ellos y ellas independentistas, naturalmente o como es lógico les interese la natación, la novela histórica, salir de marcha por las noches, leer a Salvador Espriu, la sardana o la pesca deportiva.

A los separatistas catalanes (al igual que a los vascos, canarios, gallegos o «toledanos», si los hubiera) les importa un pimiento el diálogo, la razón, el bien común, la asertividad, el respeto a la unidad y la historia de España… Les importa un comino que la historia de lo que actualmente es Cataluña y antaño fuera un condado adscrito al reino de Aragón (o lo que quiera que fuera Cataluña), siempre (y siempre es siempre) haya corrido pareja a la de España. Ni tampoco les importa que por el efecto tóxico, maléfico e intrínsecamente perverso que ejercen las doctrinas independentistas en las sociedades y mentalidades que okupan, las iglesias se hayan ido vaciando, junto con los seminarios, noviciados… Vaciado por razones obvias: la idolatría hija del nacionalismo excluyente y exacerbado acaba convirtiéndose en una suerte de credo, de «religión» alternativa a la única religión verdadera. A los separatistas solo les interesa la independencia de Cataluña.

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Obran como los psicópatas y los narcisistas malignos: solo desean salirse con la suya, imponerse al otro, al precio que sea, utilizando para ello toda suerte de trampas, juego sucio, acoso, técnicas de manipulación y derribo… No entran en razones, ni se plantean siquiera entrar en las mismas ya sea o fuera de visita, por curiosidad, pues sus cerebritos están fanáticamente colonizados por una única razón-fuerza: la imperiosa exigencia de ser independientes sí o sí de la patria común.

Salvo en las bitácoras progrecatólicas, en que aplauden el separatismo porque a fin de cuentas aplauden todo aquello que sea contrario al Magisterio bimilenario de la Iglesia (aborto, divorcio, feminismo supremacista, falso ecumenismo, irenismo, relativismo moral, indiferentismo religioso, ideología de género, marxismo cultural…), en el resto de bitácoras que informan y forman sobre la actualidad de la Iglesia desde un deseo de fidelidad a ella esposa del Esposo, hay un clamor de articulistas y foristas que acusan a los obispos españoles de ser oportunistas, acomodaticios, tibios, traidores a Cristo y a su Iglesia, cobardes, mundanos; vamos, de que han caído en la apostasía.

¡Cómo está la Iglesia, madre mía!, haciendo aguas por todas partes y como a la deriva, cual barco sin timón ni timonel en medio del temporal. ¿Será que se están cumpliendo las profecías que anuncian el final de los tiempos, la Parusía próxima: cfr., por ejemplo, 2 Corintios 2, 1-17?

El Señor y la Virgen Santísima nos asistan en estos días actuales que, si no son en efecto los propios del final de los tiempos, mucho se le parecen.

 

Postdata. Ya hay comunicadores que se están choteando de tu nombre, monseñor Argüello, comunicadores que sigo con interés; me refiero a Federico Jiménez Losantos y a Pepe López. El primero te llama Luis Argolla; el segundo, Arguallo. No es algo baladí esto, monseñor, ni mero fruto de las reconocidas formas caricaturescas que adoptan ambos comunicadores para su labor informativa, y sí más bien muestra clara del rechazo y la desafección que ustedes, distinguidos monseñores, siguen produciendo entre muchos ciudadanos españoles, que juzgan que ustedes (salvo las honrosas excepciones de turno) no están siendo fieles al mandato de Cristo: «Vayan por el mundo predicando el Evangelio, bauticen en mi nombre, así que el que crea, se salve, y el que no, se condene… Yo soy el camino, la verdad y la vida, y nadie va al Padre sino por mí… Pedro, conviértete, y una vez convertido confirma en la fe a tus hermanos… Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… Si incluso un ángel del cielo les predicase un evangelio distinto al que yo les he dado, no le crean, pues les advierto que después de mí se alzarán falsos profetas que engañarán a muchos» (me permito en esta ocasión no dar las referencias bíblicas, por lo archisabidas, para estas citas neotestamentarias).

Autor

REDACCIÓN