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En los tiempos que corremos vivimos una viruela de ataques blasfemos constantes y sistemáticos hacia la Virgen María. Puede corroborar esta afirmación el lector con un simple clic en las distintas páginas de Google que a este fenómeno hacen referencia. Hace tan solo unos días el Tribunal Europeo de Derechos Humanos justificaba la representación de la Santísima Virgen María abortando al Niño Jesús aduciendo la libertad de expresión de la autora. Estos ataques siempre ofensivos parecen obedecer a una campaña perfectamente dirigida y escrupulosamente desarrollada.
En el trasfondo de estos hechos se dibuja la obsesión de la Revolución que está padeciendo Occidente, cuya meta se encuentra en la imposición de un nuevo orden mundial, por conducir al hombre actual hacia el ateísmo.
La Virgen María para los cristianos es la Madre de Quien es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14-6). La Virgen María es para los musulmanes la más grande de las mujeres. Así la define el Corán. Sobre la cual sopló el espíritu de Dios, nos aclara el texto sagrado del Islam. Libro sagrado islámico que dedica su capítulo XIX, la llamada Sura Maryam, a la Madre de Jesús (Isa). La Virgen María es para los judíos mesiánicos aquella a la que Isaías (7-14) se refiere cuando afirma: “Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá como nombre Emmanuel” (Dios con nosotros).
Persiguiendo la erradicación de Dios del corazón del hombre contemporáneo ha logrado la Revolución (N.O.M) que hoy día esté de moda decir, por parte de las gentes ignorantes, que la creencia en un mundo sobrenatural es propio de mentes primitivas y de muy limitados conoci-mientos.
Cuando es precisamente, hoy día, en virtud de la física cuántica cuando las fronteras entre la materia y la energía han quedado diluidas, y la labor de los físicos, cada día con más fuerza, parece incorporarse al mundo de la metafísica.
Los agentes revolucionarios quieren hacer ver al hombre masa, que la creencia en un Dios creador y mantenedor del Universo, es propia de personas alejadas de la ciencia y de muy escasa formación.
No tienen en cuenta estos individuos lo dicho por el eminente astrónomo estadounidense Guy Consolmagno, cuando afirmaba “Es curioso, la gente que piensa que hay contradicción entre la ciencia y la religión, generalmente no saben qué es la ciencia, o no saben qué es la religión, o ambas.
Si no fuera así, y no estuvieran sumidos en su profunda y perniciosa ignorancia no enfrentarían a la ciencia y a la religión, pues ambas configuran disciplinas con diferentes campos de estudio. Si la ciencia tiene como objetivo en su actuar, el descubrir “cómo” funciona la materia; por el contrario la religión tiende su labor hacia el encuentro del sentido, del fin o del propósito que la misma pueda poseer. Si la ciencia nos muestra, mediante sus hallazgos, las leyes a las que la materia está sujeta, la religión nos ofrece los valores, los principios y los ideales, que de la creación llevada a término por el Todopoderoso se desprenden.
Se moteja a la religión, ante el pueblo llano, de ser un tipo de conocimiento proveniente de cosmovisiones mítico-mágicas, que no tienen cabida en la mente del hombre contemporáneo, haciendo caso omiso a lo que en su día dijera Max Born, premio Nobel de Física en 1954 “Solo la gente boba puede decir que el estudio de la ciencia conduce al ateísmo”.
Desde la tarima que su ignorancia les presta predican el ateísmo; y con el ímpetu que sus intereses les otorgan, quieren atraer a sus interlocutores y escuchas hacia su creencia. Sí. Hacia su creencia atea, pues de creencia ha de ser calificada la fe de un ateo. Ambas son creencias, tanto la de aquel que cree en la existencia de Dios, como la de aquel otro que cree que Dios no existe. Los dos tienen una fe, aunque estas sean antagónicas.
Y desde su ideología atea predican que la ciencia es instrumento idóneo y suficiente para llevarnos al completo conocimiento de la realidad, no teniendo en cuenta que, tal como decía Einstein, quién formuló la teoría de la Relatividad y obtuvo el Premio Nobel el año 1921: “Es posible que todo pueda ser descrito científicamente, pero no tendría sentido, es como si describieran una sinfonía de Bethowen como una variación en las presiones de onda. ¿Cómo describirían un beso, o el te quiero de un niño?”.
Algunos amigos míos son ateos. Todos se duelen y se angustian por el vacío que les invade ante la carencia de una fe religiosa y de la apoyatura existencial, que esta ofrece al hombre que tiene la dicha de poseerla. Lo cual es lógico pues como dice Abdus Salam, Premio Nobel de Física el año 1997 “Todo ser humano necesita la religión…este sentimiento, como Jung argumenta con firmeza, es uno de los impulsos principales de la humanidad”.
Sería interesante penetrar en el interior de estos sujetos que con tanta e inusitada procacidad pregonan el ateísmo. Quizás obtuviéramos las mismas conclusiones a las que llegó May Rollo, el pionero de la psicología y psicoterapia existencial en América: “Me ha causado alarma el hecho de que prácticamente todo ateo genuino con quien he tratado, ha exhibido inequívocas tendencias neuróticas”.
No queremos referirnos aquí, zahiriéndola, a la persona atea que, en su íntima soledad, se lamenta ante la nada que le espera, y se angustia ante el sinsentido de su existencia. Hacemos referencia explícita a los fieles de la “iglesia, mezquita o sinagoga atea”, al lobby internacional que persigue la expansión globalizadora de sus creencias y de su fe. Lobby que actúa en total coherencia con aquellas palabras de Michel de Montaigne: “Para un ateo, todos los escritos tienden hacia el ateísmo, el ateo infecta la idea más inocente con su propio veneno”.
Veneno ateo. Si, pues como afirmaba Max Plank, formulador de la teoría cuántica y Premio Novel de Física el año 1919 “No es de extrañar que el movimiento de los ateos, que declara que la religión es solo una ilusión inventada por los sacerdotes en búsqueda del poder y que, para la piadosa creencia en un poder superior no tiene más que palabras de burla, de modo entusiasta hace uso del conocimiento científico y, en una supuesta unidad con él, se expanden a un ritmo cada vez más rápido en su acción desintegradora en todas las naciones de la tierra, y a todos los niveles sociales”.
Veneno ateo que no duda en la manipulación y en la tergiversación de los pensamientos ajenos para la extensión de la gangrena que propagan, de lo cual ya se quejaba Albert Einstein: “…hay gente que dice que no hay Dios, pero lo que realmente me enfada es que me citen para apoyar su punto de vista”.
En los tiempos que corremos la “iglesia, mezquita o sinagoga atea” es la que más recursos invierte en su misión catequizadora, y más obsesivamente anda buscando nuevos prosélitos que acepten su doctrina. Hasta llega a inundar las ciudades del mundo occidental con autobuses que exhiben publicidad atea. “Es posible que Dios no exista” decían los anuncios que mostraban dichos autobuses en los espacios de sus carrocerías reservados a la publicidad, sin tener en cuenta que en el estado de desarrollo en el que hoy día se encuentra la ciencia, la creencia en un Dios creador y mantenedor del universo, puede decirse sin pudor alguno, tiene visos de certeza. Tal y como dice, el que durante casi ochenta años fuera el patriarca de los ateos eruditos del mundo, Antony Flew, para luego convertirse al teísmo “Dios es el mayor descubrimiento de la ciencia moderna”.
Pero la Revolución (N.O.M) quiere desterrar a Dios del espíritu del hombre.
La revolución (N.O.M) quiere hacer ver al hombre que el origen de todas las cosas se encuentra en el azar.
Hemos de tener en cuenta que el azar es sinónimo según el diccionario de la RAE de casualidad o de caso fortuito. Y el mismo diccionario de la RAE define la casualidad como el conjunto de circunstancias que no se pueden prever ni evitar.
Esto quiere decir que cuando hablamos de azar estamos afirmando que no conocemos la variable causante de un determinado efecto. Pero que no conozcamos dicha variable causante no implica la no existencia de la misma.
Dicha variable causante indudablemente existe, lo que ocurre es que no la conocemos. Cuando los hombres mencionamos la palabra azar estamos hablando de desconocimiento, estamos aceptando nuestra ignorancia.
No deja de ser significativo que la Revolución (N.O.M) trabaje con denodado entusiasmo por sustituir al Dios hacedor de todas las cosas, por el dios “azar”, por la diosa ignarancia. Por la ignorancia, diosa a la cual pretende que adoren todos los componentes del ingente rebaño que está empeñada en forjar.
Dice el arzobispo católico y estadounidense Fulton Sheen: “El mundo fue costrido por y con orden. En el Universo hay un plan. Por lo que los científicos pueden descubrir las leyes del Universo. Y buscando las leyes del universo el hombre encuentra armonía.
Esta armonía y orden tienen que venir de alguna parte, vienen de Dios.
La esencia del satanismo es la destrucción de ese orden”.
El objetivo de la ciencia es descubrir las leyes que regulan la materia y, como decía Albert Einstein, para que existan leyes es necesario que haya un legislador.
Charles Baudelaire afirmaba que “la más hermosa de las jugadas del Diablo es persuadir a los hombre de que no existe”.
Llevaba razón Charles Baudelaire, porque hasta tiempos muy recientes el Diablo ha venido actuando disfrazado, emboscado, tratando de no ser visto, induciendo a los hombres a pensar que no existía, para de este modo, posibilitar el éxito en la batalla destructora que de forma constante está librando contra el hombre. Al igual que el comando militar trata de ocultar su presencia ante el ene-migo, para que de este modo le sea más fácil el asalto a las posiciones de este.
Pero en los últimos tiempos las cosas han cambiado. Hoy día el Diablo no se embosca, no se esconde. Hoy día el Diablo se exhibe sin pudor ante los ojos indiferentes de la mayor parte de los hombres. Hoy día, quizás, pensando equivocadamente que la batalla la tiene ya ganada, se asoma a todas las ventanas de este desdichado mundo en el que nos ha tocado vivir.
Ahí está la causa de los sistemáticos, incesantes y constantes blasfemos ataques a la Virgen María. La Santísima Virgen María es el ser humano pensado por Dios, para que con sus pies aplaste la cabeza de la Serpiente Diabólica (Génesis 3-15) liderando de este modo la derrota final del Maligno. Ahí está el origen de los ataques blasfemos a la Virgen María.
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