22/11/2024 01:05
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La Ley de Bienestar Animal prohíbe la tenencia de cobayas, no así de las ratas. No las políticas, sino las otras. Mi empeño es demostrar que hay otros animales que con afán pueden acompañarnos en el día a día. Si no hamsters, conejos o periquitos, ratas, las otras. Prosigo mi tarea de adopción para transformar alimañas en mascotas dóciles, convencido de que con buen cuidado las ratas de alcantarilla pueden convertirse en domesticados animales de compañía. Entre barrotes, aunque facilitada una amplia extensión de jaula, y siguiendo la Ley de Bienestar Animal que acoge confortable, y mayoritariamente, a cucarachas subvencionadas, con buen cuidado de no pillar un macho no sea que se me quede preñada alguna hembra-que son 10.000 a 60.000 del ala-, aumento la familia irracional con mi nueva adquisición recogida de las cloacas. Irena , al igual que mi otra rata Belarra, tiene tendencia a mostrar en demasía los incisivos, pero es verdad que se muestra muy graciosa cuando chupa las zanahorias. Su principal habilidad consiste en darse unas grandes carreras sin llegar a ninguna parte, siendo un poco ridícula. De no alimentarla yo, estaría muerta de hambre.

 
 Al principio la introduzco en una caja para que sepa lo que cuesta ganarse el espacio. Luego de cajera, o habitante de caja, la traspasaré a una jaula a la que he puesto el gracioso nombre de Ministerio: un premio para mis ratas si se portan bien, donde gozarán de los privilegios, un tanto parásitos, al alimentarlas con mis recursos.

 
Belarra es aburrida y de mirada engañosa. Hay que pensar en los dientes aunque los esconda; puede estar infectada al provenir de una nutrida ratonera. Irena es graciosa si se vence la natural repulsión a su origen genético. Abre la bocaza y de su garganta surge un gritillo que parece un discurso, si lograra entender su chirriante lenguaje de roedor. A decir verdad, es bastante escandalosa pero quizá me venga bien para analizarla sin que engañe la apariencia, porque prefiero saber que trato con una rata con apariencia de rata que con una mosquita muerta- la otra lo parece-, pues luego pasa lo que pasa si se olvida de donde proceden.

 
Despues de casi cincuenta años de democracia, tenían que llegar residuos generacionales a prohibirlo todo. Así que al no poder adoptar hamsters o conejos,  buena es la rata teniendo cuidado de que no muerda y de que no se multiplique tóxicamente de tres en tres y más. Hay que tener precaución con esas indeseables crianzas porque pueden surgir especies aún más degeneradas y retorcidas, por no hablar de las sanciones que parecen estipuladas por vagos que no saben el precio del dinero, lo que cuesta vivir honradamente.

 
Irena parece esbelta pero seguramente con la buena vida irá cambiando para fofa y habrá que ponerla a dieta a ver si me dura una legislatura… quiero decir cuatro años. En caso de que se escapara a los servicios para refrescarse y algo la preñase, debería considerar si merece la pena practicarle un aborto múltiple, habida cuenta de la cuantía de las multas por no tener carné oficial de criador. Algo que me hace pensar que con la nueva ley de restricción marxista a más de uno le pondrán en la tesitura de pagar una desorbitada sanción o exterminar silenciosamente a la hembra culpable de la amenaza y sus consecuencias. Porque hipócritas hay muchos en España que van de animalistas y luego si les das a elegir entre la pasta y la vida,  te matan a la perra y a la gata con tal de no pagar. Es la contradicción de las bestias que dicen defender la existencia del ser irracional, que está muy bien, y matan al humano formado y por nacer, que es pura maldad.
 
En este experimento de convivencia está por ver si logro encariñarme con las ratas de igual modo que con los hamsters antes de las prohibiciones. Incluso me arriesgaría a meter algún macho, localizado el nido de ratas, a los que llamaría Playbol y ERE. De multiplicarse, con la lógica cautela de ocultar el desliz bajo pena de multa, siempre puedo soltarlas por Galapagar para que estén a sus anchas. Algo habrá que hacer para adoptar sin riesgo pues soy amante de los animales. A falta de conejo siempre habrá una Belarra, una Irena, una Chiqui, Yoli o una Lastre. Puedo bautizar una prole como me venga en gana y criarla a escondidas. Siempre será más seguro en jaulas que luego en libertad ya se sabe lo dañinas que son y cómo proliferan las condenadas.

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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