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Bill Gates, un perfecto mierda, caballero del imperio británico. También pertenece al Clan Maxwell, una antigua negra nobleza escocesa que se halla vinculada estrecha y secretamente con la casa romana de Massimo. Perturbador asunto. Bill Gates, obviamente, también es hijo de su padre y nieto de su abuelo. El origen es el destino. Aita, Federación Americana para la Planificación Familiar. Aitite, Sociedad Americana de Eugenesia. Siempre el neomalthusianismo como telón de fondo. Eso sí, su madre, más decisiva aún. Mary Maxwell Gates fue miembro de la Junta de Regentes de la Universidad de Washington desde 1975 a 1993, convirtiéndose en la primera mujer directora del First Interstate Bank de Estados Unidos y la primera presidenta mujer de la organización de «caridad» United Way of America. Ella fue la mujer que «creó» Microsoft como una filial de IBM, previo robo a Steve Jobs, utilizando a su mediocre hijo como mera fachada.

Gates, emperador de la enfermedad

En la actualidad, Gates continúa siendo fachada. Poderes invisible muy por encima de él. Esos filamentos interconectados, enredados y amalgamados de sociedades secretas y  «semidiscretos» grupúsculos. Sin faltar a la cita, los plurales laboratorios de manipulación social que han operado durante decenios. Anhelando comernos el tarro, no la polla. Cito los principales. La Escuela de Chicago. La Mass Communication Research. La Escuela de Fráncfort. Instituto Tavistock. O el más importante hoy, El MIT, Massachusetts Institute of Technology. Cierto amos del mundo, el Club Bilderberg, un suponer, ya comenzaron a recorrer el camino. Gates, en ese sentido, mascarón de proa.

Gates, por otra parte, es también la estrella de una serie documental de Netflix, Pandemic, how to Prevent an Outbreak, lanzada solo algunas semanas antes de que la falsa pandemia se «propagase» por Estados Unidos, y que fue producida por una corresponsal del New York Times, Sheri Fink, quien había trabajado antes en tres organizaciones financiadas por Gates (Pro Publica, la New America Foundation, y la International Medical Corps). Gates es el rey de la salud, traduzcan enfermedad. Las organizaciones planetarias son de él. El abandono de la Organización Mafiosa de la Salud por parte de Estados Unidos significa que el segundo mayor contribuyente a la organización, la Bill & Melinda Gates Foundation, pronto se convertirá en el donante principal, proporcionando al Imperio Gates una influencia sin parangón.

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Vampirizando todo, todo, todo

Las organizaciones internacionales «propiedad» de Gates, abundantes. Las compra, soborno hecho. La Fundación Gates ya ha privatizado de hecho el cuerpo internacional que tiene a cargo la definición de las políticas de salud, transformándolo en un vehículo del poder de las corporaciones. Ha facilitado el chute de productos tóxicos sobre las poblaciones del paupérrimo sur, e incluso ha utilizado con persistente frecuencia a esta misma pobretería asiática y africana como conejillos de indias para sus experimentos con drogas farmacéuticas.

Rememoro las principales, aparte de la Organización Mafiosa de la Salud. Rotary. The Global Fund to Fight AIDS, Tuberculosis and Malaria. CEPI, PLOS Neglected Tropical Diseases. PATH. Global Financing Facility. Resumiendo, la basura «filantrópica» de siempre. Vacunación universal y  «desarrollo» y «paz» en el mundo, grosso modo. Todo mierda bien envuelta, filantrópica envuelta. Y grandes cantidades de pastizal de por medio. Y entre los políticos compra a quien haga falta. Voluntades compradas. Al menos, alquiladas. Por ejemplo, sin ir muy lejos, Cum Fraude. Sánchez pertenece, en ese sentido, al grupo creado por la Fundación BIll& Melinda Gates denominado Goalkeepers. Su innoble tarea, extender los tentáculos del genocida yanqui. Sandez, vulgar babosa, sin más.

Mareante poder

Gates también maneja a su antojo a FARMAFIA y a la industria biotecnológica. Novartis, GSK, Sanofi, Pfizer, Merck, Johnson&Johnson, Roche, AstraZeneca, CSL, Novavax o Jenner Institute. Tan solo cito las principales. En las Biotech, Starbuks y Bain Capital, Mitt Rommey de por medio, blanqueando la siniestra hez de Monsanto.  Las agencias sanitarias useñas (y no solo useñas) también le pertenecen. El National Institute of Allergy and Infectious Diseases (NIAID), pieza nuclear del National Institutes of Health (NIH), pululando por allí el infausto Fauci, asesor vacunero de Trump.

O, por supuesto, los archifamosos CDC, conectados a su vez con EIS y TEPHINET. Y sin olvidar el tenebroso BARDA, Carb-X mediante. Biomedical Advanced Research and Development Authority. BARDA, dedicada a las presuntas «amenazas» biológicas, químicas y nucleares (las creadas por ellos, claro), así como a fiscalizar la «aparición» de súbitas enfermedades emergentes, recuerden nuestro inexistente bichito, tan zascandil él. Mucho poder, pues. Por supuesto, hay más. Tienen sobornada a todo tipo de institución académica o universitaria. O institutos de investigación. Y, desde luego, mass mierda (aunque en ese apartado el zar es Soros). Preferentemente BBC y The Guardian. Aparte de las citadas al inicio del artículo (Pro Publica, la New America Foundation, y la International Medical Corps) y su estrecha relación con Netflix.

Solo resta desobedecer

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La burda táctica de las falsas pandemias. Haciendo la guerra en un laboratorio vivo poblado por seres humanos. Los gestores del caos. Ordo ab caos, ¿recuerdan? El entramado de Gates, conjura internacional contra la población mundial. Reducción poblacional, las vacunas antifertilidad en países preferentemente pobres, perfectas. China, perfecto modelo biotecnopolítico. Sofisticando el mal con la futura vacuna global. Los globócratas caligrafiando su turbador dictado eugenésico. Jugando a ser dioses, ¿podrán con nosotros? Tiranía planetaria, solo resta desobedecer. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.