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El día 14 de febrero, doña Sofía visitó Málaga para respaldar el Banco de Alimentos de la Costa del Sol

¿Qué índice de pobreza real registra la que dicen es la cuarta o quinta (según les da) economía de Europa? ¿Es justo que España tenga necesidad de una institución como Cáritas repartida por todos los barrios de sus provincias o del Banco de Alimentos con sucursales en toda su geografía? ¿Qué imagen damos de país, cuyo Gobierno, en nuestro caso gobiernos, no pueden proporcionar a sus ciudadanos comer de sus propios medios? ¿Por qué doña Sofía, que no tuvo a bien abandonar España cuando se expulsó a su esposo, el Emérito, y que sigue cobrando del erario una asignación tan sustanciosa que no se puede considerar su pensión por los servicios prestados, se presta a dar esta imagen de España?

    Dicho esto, y reconociendo el fracaso de España para proporcionar un mínimo nivel de dignidad a miles de sus ciudadanos, la Monarquía no puede potenciar esta realidad, independientemente de que doña Sofía sufra lo indecible por estos miles de españoles necesitados de lo más básico como es poder comer. 

    ¿Nos damos cuenta de lo que supone la tragedia que es no poder comer? ¿Pensamos la frustración, la enorme frustración y las consecuencias que se derivan de esta realidad para miles de españoles, que un día se abrieron a la vida con expectación y esperanza, que muchos han cotizado durante años y que son hijos y nietos de personas a quienes debemos parte de nuestra prosperidad?

Óigame, ¿y si fueron personas que se buscaron ellas mismas esa situación, ex delincuentes, ex alcohólicos o ex adictos a ciertas sustancias que perdieron años de sus vidas?

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¿Son españoles? ¡Sí! Pues tienen el mismo derecho que cualquier español a una vida digna.

    A lo que no hay derecho es que doña Sofía, cuyo papel institucional debería estar anulado, cobre 114.000 euros anuales, 9.500 euros al mes, tenga todos los gastos pagados y cuente con asistentes a cargo del Patrimonio Nacional.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha