22/11/2024 02:18
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En cuestión de varios días, Ucrania, un país de cuarenta millones de habitantes ha sido sometido al desastre de la guerra y Rusia ha amenazado el mundo con un ataque generalizado de carácter atómico. Es cuestión de tiempo que el cántaro se rompa. Ese tiempo da la razón a la estulticia humana y se observa con claridad que tanto armamento atómico tarde o temprano será usado por muy imposible que creamos ahora que ese día llegará, inexorablemente. Cualquier madrugada nos despierta un cacharrazo de tan tamaña dimensión que nos veremos inmersos en un capítulo aún más terrorífico en la historia de este mundo predestinado a la desaparición. Quizá porque no puede entrar vino nuevo en odre viejo porque se pudriría, retirándose el odre viejo antes para que el vino nuevo aproveche. A falta de saber qué vino nuevo es ese en cuanto a la creencia espiritual, sí podemos tener la certeza de cuál es este podrido odre a punto de su extinción. Al fin y al cabo polvo somos y en polvo nos convertimos y a este paso seremos polvo masivo, pues tampoco importará demasiado la vanidad humana en este minúsculo punto terráqueo inmerso en un infinito Universo en expansión. Quizá no es la soberbia humana tan importante como se cree y haya que aprender una taxativa lección de humildad llegado el momento de asimilar, por las malas, lo que de otro modo no fue pacíficamente posible. Cada día que pase estaremos en lo cierto si no concedemos un ápice de esperanza a esta gran mentira que es este orbe con toda su podredumbre cada vez más al descubierto. Eso de las antañas y bíblicas «señales de los tiempos» jamás nos habían quedado tan cercanas cono evidentes. 

 
Desde que el mundo es mundo la Humanidad está predestinada a la autodestrucción nuclear. La soberbia y la estupidez son malos factores de fingida inteligencia estratégica en el tablero de juego trampeado en que se ha convertido este capricho geopolítico  de un orbe a merced de la estulticia occidental. Lejos habían quedado las responsabilidades conscientes de una guerra fría en que los contendientes del siglo pasado echaron un pulso prudente, y a la sazón inteligente, ante la posibilidad de una destrucción masiva por hostilidad nuclear. Hoy se ha resucitado la amenaza con una ligereza espeluznante y no será por nada. 
 
Los dirigentes occidentales amenazados son los mismos que han conducido a miles de millones de personas a coartar sus libertades con la excusa de una emergencia sanitaria, los que en el colmo de la manipulación y el fracaso de la credibilidad han pretendido imponer un nuevo orden mundial sometiendo las democracias desarrolladas a los arbitrios de una oscurantista tiranía que ha debilitado severamente el instinto de supervivencia de este orbe destinado a la aniquilación. Ahora estamos en las peores manos y esa debilidad la han aprovechado otros para tomar ventaja en el desequilibrado poder geoestratégico a escala mundial. Pasaremos de las conveniencias de la paz a los compromisos de la guerra. De mal en peor hacia la escalada de la aniquilación. Los mandamases del cotarro globalista han jugado como les ha venido en gana con la vida y se ha descuidado la geopolítica cambiando al antojo las reglas que mantenían el difícil equilibrio del poder. EEUU del demócrata Biden dio una desastrosa lección de irresponsabilidad facilitando a los talibanes la reconquista de Afganistán y Wladímir Putin tomó cumplida nota para radicalizar las exigencias en defensa de la frontera rusa y, de perdidos al río, invadir la cuenta pendiente de Ucrania para imponer otro orden a cuenta de la debilidad geoestratégica de la OTAN y de cuantos desorientados aliados han sido sorprendidos con el pie cambiado. De golpe y porrazo el mandamás ha provocado un jaque con la ligereza de amenazar con misiles nucleares a cuantos se muevan contra los intereses rusos, allá donde se atrevan a responder militarmente contra la ofensiva. Se veía venir que de tanto menospreciar la existencia de los ciudadanos, alguien elevaría la apuesta de la aniquilación global. Ahora el matonismo se ha transformado en estrategia de expansión territorial y una impotente alianza occidental se encuentra a merced de la voluntad expansionista de Putin que, una vez llegado a Kiev, amaga con arremeter contra Suecia y Finlandia, tal y como ha hecho con Ucrania, en caso de que muestren el deseo de ingresar en la Alianza Atlántica a la que, dicho sea de paso, le ha perdido el respeto y la sabe extraviada con ese órdago que impone obligando a temer un conflicto mundial que puede arrasar Europa. Moldavia, Polonia, Rumanía… Hoy por hoy, desde la sorpresiva invasión de Ucrania, el mundo está expectante ante las voluntades de un Putin que agarra la sartén por el mango, consciente de la estupefacción que ha acometido por sorpresa a sus potenciales enemigos militares incapaces de responderle salvo con sanciones. 

 
Vivimos irrefrenables tiempos apocalípticos vaticinados en este patio de recreo donde díscolos, rebeldes e incorregibles niños se han desenvuelto en el libre albedrío de las más perversas voluntades. Jesucristo comparaba a todas estas generaciones a la de niños que se enfadaban porque cuando tocaban las flautas los otros no bailaban, o cuando se tocaban el pecho en señal de duelo otros no se lo golpeaban. Y así hemos llegado a estos extremos de saturación en que los silos andan prestos y amenazantes para sumergirnos de lleno en un inevitable conflicto nuclear. No hay experto capaz de predecir esta locura de siniestros orgullos pero, en vista de las inteligencias oscuras que comandan el mundo, deberemos dar por hecho que cualquier día revienta la tierra con grado nuclear. De hecho, no tardaremos en familiarizarnos con alguna explosión porque estos locos de atar están deseoso de usar sus juguetes. Al tiempo. 

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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