20/09/2024 20:16
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La muerte de otro negro en Minneapolis esta semana ha vuelto a provocar disturbios que nos recuerdan las violentas movilizaciones desatadas en todo Estados Unidos por la muerte en la misma ciudad de George Floyd. Con Biden en la Casa Blanca, ese peligro no existe, es de los suyos. Pero cuando de una protesta contra una actuación policial, pasamos a la furia iconoclasta que derriba estatuas de Cristóbal Colón (como si el pobre Colón tuviera algo que ver con la América anglosajona),  monumentos de líderes confederados y hasta se llegan a tirar estatuas de los padres fundadores de aquel país, como George Washington y Thomas Jefferson, nos encontramos ante un fenómeno que, en su esencia más profunda, con lo que realmente tiene que ver es con el agotamiento del discurso progresista, que ha sustituido la lucha de clases por la lucha de minorías y el ataque contra la civilización occidental.

El progresismo actúa así como un soviet moral que ocupa el lugar que ostentaba la inquisición, llegando a unos grados de estupidez nunca conocidos en la historia de la humanidad.

Para muestra un botón:

Channel 5, un canal de TV  británico, ha elegido a una actriz negra para interpretar a Ana Bolena, la segunda esposa de Enrique VIII en una nueva miniserie  de época. Entre los productores ejecutivos se encuentra un tal Dan Jone, que dice que es historiador, y- que ha señalado que la miniserie es «un thriller psicológico contado desde una nueva perspectiva». La perspectiva del blanco idiota debe ser. ¿Se imaginan una miniserie sobre el pueblo zulú, en que el rey Shaka fuera interpretado por un asiático o un europeo? Estas nuevas “perspectivas” que hacen el más absoluto ridículo al cambiar racialmente la historia, por supuesto esconden pretensiones ideológicas que, a base de falsificar nuestro pasado, quieren cambiar nuestro presente y nuestro futuro, porque hay que avergonzarse de la obra civilizacional de Europa, que según parece, para ser aceptable moralmente, debería haber sentado en el trono de todos sus reinos a una dinastía de reyes negros, magrebíes, maoríes, tibetanos o apaches.

No es un caso aislado, en la telenovela de época que emite Netflix, Los Bridgerton, se muestra a la aristocracia británica de la Regencia del siglo XIX, representada por actores negros: la Reina Charlotte -Golda Rosheuvel-, el Duque de Hastings -Regé-Jean Page- o Lady Danbury -Adjoa Andoh. Recordaran también que se ha censurado Lo que el Viento se llevó por racista, porque a la caterva de rojos que están detrás de Black Lives Matter, se les antojó que la entrañable Mammy, la criada de Escarlata O’Hara , intrepretada por Hattie McDaniel, que se llevó un Óscar por su papel, era un símbolo racista. Además de HBO, Disney, Paramount, Warner Bros, y otras compañías se pusieron a revisar obras maestras del cine y la animación. Así, la muy políticamente correcta Disney llegó a la conclusión de que Dumbo (1941), Peter Pan (1953) El libro de la selva (1967), La dama y el vagabundo (1955) y Los aristogatos (1970), tenían contenidos racistas debido a los roles que representaban animales que no se asociaban con la raza blanca o simplemente porque los indios de Peter Pan llevaban plumas. Los dibujos animados de Looney Tunes y Merrie Melodies con Bugs Bunny, el Correcaminos, Silvestre y Piolín o Speedy Gonzales, entre otros muchos, también han sufrido esta estúpida moda y la Warner Bros los distribuye ahora con una advertencia sobre sus contenidos supuestamente racistas. Amazon Prime y iTunes consideran que los dibujos animados Tom y Jerry contienen escenas con prejuicios étnicos y raciales. Recuerden también cuando Mel Gibson fue acusado de racismo por mostrar la cruel sociedad maya en Apocalypto, ya saben, solo se puede criticar la civilización occidental.

Si lo de los gases de efecto invernadero que soltaban las vacas nos hizo gracia, la sonrisa se vuelve mueca cuando desde la ONU se promueve dejar de consumir carne y la Ley de Cambio climático que se acaba de aprobar en España recoge la ideica camuflada bajo el epígrafe de que “primen los alimentos frescos o de temporada, y con un circuito corto de distribución”. El histerismo de Greta Thunberg amenazándonos con el apocalipsis climático rayaba el caso psiquiátrico. “Estamos en el comienzo de una extinción masiva”, nos contaba en septiembre de 2019.  Aunque demostró ser más lista que el príncipe Carlos al no poner plazos, el 19 de julio de 2019 Carlos nos advertía de que «nos quedan 18 meses para poder sobrevivir al cambio climático». No es la primera vez que el príncipe suelta una profecía. En 2009, haciéndose eco de las predicciones de la ONU, hacía un llamamiento para adoptar cambios porque “sólo quedan 8 años para salvar al planeta”. Parece que no se cansa de quedar como un estúpido. Pero el colmo de la estulticia lo encontramos en La Vegan Society, sociedad de veganos francesa, que quiere prohibir el consumo de alimentos con forma de animales, porque promueve un sentimiento de superioridad sobre otros seres vivos, tal y como explicaba Corey Lee Wrenn, profesora de Sociología en la Universidad de Monmouth (miedo da que den clase en universidades semejantes especímenes).  Por cierto, también en España una profesora de la Universidad de La Coruña nos explicaba que los Conguitos eran racistas.

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Por supuesto que la perspectiva de genero no puede faltar en esta antología del disparate. Ya saben que Irene Montero inició una campaña contra los juguetes sexistas, y con dinero ´publico elaboró una guía de juguetes no sexistas. Después de gastar una pasta en sesudos informes e investigaciones su ministerio concluyó que los niños no pueden jugar a indios y vaqueros y las niñas tampoco a las cocinitas.  Así que hay que poner las cosas en su sitio. Por ejemplo, los pobres Picapiedra nos van a mostrar el modelo correcto de sociedad, en los nuevos comics se critica el matrimonio, lo normal en la prehistoria parece que era la promiscuidad y ser gay, también van a retratar a esos catetos, borrachos, tragadores, fachas, blancos, genocidas que se agrupan en la Orden de los Búfalos Mojados y votan a Trump. En los comics clásicos de Marvel no desentonaría que los arrogantes nazis, antes de morder el polvo, dijesen que el Capitán América era un mariconazo, ahora ha salido del armario, en sus nuevos comics va a ser gay y llevará cresta. No sabemos si se le van a cambiar el nombre y se llamara Capitán Antifa. El pato Donald también incluirá parejas homosexuales y la serie animada Padre de familia no incluirá más chistes homófobos, ya saben, en la nueva sociedad te puedes burlar de Jesucristo, La Virgen, y cuanto personaje masculino blanco heterosexual exista, pero nunca de Alá, un gay o un negro.  La censura LGTBI también ha señalado por homófobas películas como No desearás al vecino del quinto (1970) con Alfredo Landa, A la caza (1980) con Al Pacino, Brave Heart (1995) con Mel Gibson o Transformers: La era de la extinción (2014).

El problema es que los imbéciles somos nosotros, por soportar que semejantes cretinos nos den lecciones de moral, ocupen cargos públicos, pontifiquen desde los medios de comunicación, direccionen nuestro ocio y diseñen nuestro registro cultural.

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REDACCIÓN