24/11/2024 03:51
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Les gusta ampararse en la oscuridad de la noche para realizar sus crímenes. El detonante de la sublevación del 18 de julio tuvo en el asesinato de Calvo Sotelo, por cierto, también amparados por el negro color de la noche y de sus acharoladas almas, la razón para que se diera el paso al frente y se iniciara la Cruzada de Liberación. Esto es sabido.
Les gusta la impunidad de las noches porque son unos cobardes malnacidos. Quitaron la estatua ecuestre del Generalísimo de Nuevos Ministerios, también en plena noche por si acaso. Y como son tan cabrones, colocaron en ese entorno una estatua del asesino de Indalecio Prieto que, desde ese emplazamiento, todavía hoy, insulta a los madrileños bien nacidos.
Con Franco la cosa cambió y tenía que ser así para regocijo de esta jauría de perros del Frente Popular. Se hizo a la luz del día y con televisión en directo. Tenía que ser a plena luz del día para goce de esta gentuza resentida por no haber ganado esa guerra que ellos provocaron. Salía Franco del Valle de Los Caídos a hombres de sus allegados con la siniestra imagen de Bolaños y la Lola al pie de la escalinata de la Basílica, recién profanada, con el regusto en el gesto de estos dos. Con el sabor de venganza que ante el delito tienen los asesinos. Silencio de una Iglesia cómplice.
Ahora, y volviendo a la impunidad nocturna y cobarde, le ha tocado a Gonzalo Queipo de Llano, muerto en marzo de 1951 y enterrado en la Basílica de La Macarena. La exhumación se ha perpetrado esta madrugada pasada, día 3 de noviembre, pero esta vez en presencia de familiares, de una loca vociferante, de algún chiringuito izquierdoso y que posiblemente fue avisada por la misma indigna hermandad de la Virgen, y con televisión, para dar fe de lo que allí se estaba realizando. ¿Pero por qué Queipo estaba enterrado en este lugar sagrado? Pues porque se apoderó de Sevilla con solo 40 Legionarios e irrumpió en la sede del gobierno militar, acompañado de un único oficial y deteniendo al general al mando, José Fernández de Villa-Abrile, para a continuación sublevar a la guarnición. Gracias a Queipo se parió los incendios de templos y el horror de crímenes de religiosos. Además, él personalmente se ocupó de volver a levantar el templo de la Macarena destruido por los rojos y esto le valió, sin que él lo pidiera, el reconocimiento de la Hermandad de la Esperanza Macarena y el nombramiento de hermano mayor honorario con derecho de ser enterrado allí.
La Hermandad de la Macarena ha escupido sobre el cadáver de un militar que les salvó la vida. Sevilla y la Andalucía del PP han callado ante otra injuriosa profanación en un templo de su territorio. La Iglesia, con su arzobispo a la cabeza, han callado como fariseos ante un hecho de desalmados. Ya no existen los centros sagrados. Siguen con su afán revanchista hasta de perturbar el sueño de los muertos. Ni respetan, ni temen nada. Van a profanar las tumbas de Moscardó y Milans del Bosch porque les joden los héroes.  Luego será José Antonio y seguro que se vuelven a refugiar bajo el manto de una noche, sin luces y sin gentes, para de nuevo y sin resistencia de nada ni nadie se vuelvan, violentando la paz de nuestros muertos, a reír de todos nosotros, que responderemos tragando nuestras lágrimas en silencio. En un pavoroso y resignado silencio. Un silencio que grita, aunque nuestra sociedad enferma y bobina se tape los oídos.

Autor

Alejandro Descalzo
Alejandro Descalzo
Nace en Madrid en 1958. Estudia en Los Escolapios de San Antón. Falangista. Ha publicado 4 libros de relatos. Apasionado del cine y la lectura. Colaborar en este medio lo considera un honor.