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Mi artículo anterior se titulaba “¿Eres tú capitalista?” Ha habido personas que me han dicho que deseaban que hiciera otro sobre el socialismo. Aquí lo tienen. Comienzo por recordar brevemente las conclusiones de mi artículo anterior. Decía yo:  capitalistas somos todos los que consideramos que el capitalismo es un sistema económico eficiente para producir riqueza. Al mismo tiempo explicaba que el capitalismo no es ni más ni menos que un sistema que tiene tres instrumentos: el mercado, para establecer los precios; la iniciativa privada, para crear nuevos productos y servicios y mejorar continuamente los procesos, y la propiedad privada, como garantía para poder obtener créditos y hacer inversiones. También decía que el capitalismo por sí solo, al igual que la libertad, no es justo ni injusto, sino que depende del uso que se haga de ellos.

Abordemos ahora qué es socialismo para que cada uno pueda posicionarse con claridad sobre si es o no socialista. Cabe decir que en la actualidad hay tres tipos de socialismos: un socialismo criminal, un socialismo ignorante y un socialismo capitalista.

El socialismo criminal es el socialismo marxista, que defiende las tesis de Marx y Engels que incluyen el uso de la violencia para derrocar el orden social existente, la eliminación de la propiedad privada y la dictadura del proletariado. La historia contemporánea muestra que ha habido treinta países que han aplicado el pensamiento marxista dando lugar a regímenes comunistas que han asesinado a mansalva, que encierran en la cárcel a los disidentes y discriminan a sus hijos tanto para acceder a la universidad como para asignarles empleo, que se burlan sin disimulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y que crean sociedades empobrecidas, en las que aparece una nueva clase con ventajas y privilegios, constituida por los miembros del Partido Comunista.

Este socialismo criminal se caracteriza por no ser capaz de criticar las atrocidades de los regímenes comunistas, ni tampoco las del lado rojo durante la trágica y lamentable guerra civil española. Tampoco es capaz de criticar a los regímenes de Cuba o Venezuela. Por tanto, toda persona que apoye, sea cómplice o calle ante todo esto debe ser calificada como socialista criminal, aunque se esconda criticando al nazismo, al que evitan llamar con su auténtico nombre, nacional socialismo, que fue un régimen realmente criminal, pero menos que lo ha sido y sigue siendo el comunismo.

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Después tenemos al socialismo ignorante que desconoce lo que es el marxismo y que desde luego no se ha leído El Capital de Marx, ni, probablemente, tampoco El Manifiesto Comunista. Estos socialistas, muchos de ellos de buena fe, tienen un enfoque romántico de la boina del Che, piensan que el marxismo no se ha aplicado realmente, que se ha desvirtuado el pensamiento de Marx y Engels, que era el único camino contra la injusticia y que hay que quedarse al menos con el puño cerrado, el slogan “proletarios del mundo uníos” y el himno de la Internacional.

Pero eso, ya avanzado el siglo XXI, no los exime de su responsabilidad de informarse. No quieren ver que China comunista ha tirado a la basura las ideas claves de El Capital y que ha aceptado el capitalismo, aunque bajo la dictadura del Partido Comunista. Insisten también en que en Cuba el acceso a la educación y a la sanidad es gratuito, pero no quieren preguntarse a qué tipo de educación ni para quienes ni sobre la calidad de la sanidad cubana que ni siquiera es capaz de alimentar a los pacientes que hospitaliza. En suma, se hallan en una ignorancia de la cual hay que sacarlos para que puedan aclararse y decir, sin ambigüedades, en qué tipo de socialismo se ubican, si en el criminal o en el democrático.

Finalmente tenemos el socialismo capitalista, conocido hoy como socialdemocracia. Antiguamente los partidos marxistas alemán y ruso, que no tenían nada de democráticos, utilizaron el calificativo de socialdemócratas. El socialismo capitalista tiene su origen principal en Eduard Bernstein (1850-1932) que, aunque inicialmente próximo al marxismo, se opuso después a la revolución violenta, a la eliminación de la propiedad privada y del mercado y a la lucha de clases, propugnando atraerse también así, sin revolución, a las clases medias. Ello dio lugar a que fuera descalificado y perseguido duramente por Marx y Engels.

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Sin embargo, sus ideas son las que han inspirado a la mayor parte de partidos socialdemócratas europeos, los cuales optan claramente por el capitalismo, acompañado por medidas legales y sociales (pensiones, desempleo, etc.) y un tamaño mayor del sector y del gasto público para distribuir mejor la riqueza. Este socialismo capitalista no propugna un enfrentamiento radical con la derecha ya que ninguno de ellos reniega del capitalismo al cual consideran un instrumento imprescindible para la eficiencia económica. Discrepan en medidas tales como impuestos, tamaño del sector público y otros. Con este socialismo capitalista, puede perfectamente la derecha liberal establecer un diálogo constructivo, sin demagogia, y en momentos de emergencia nacional llegar incluso a gobiernos de coalición.

Pretender presentar a la derecha como un enemigo a eliminar es propio del socialismo criminal y del socialismo ignorante pero no del socialismo capitalista. En España se necesita con urgencia este último tipo de socialismo que, siguiendo el camino que inició Bernstein, renuncie explícitamente a la hipocresía marxista sobre justicia social y derechos humanos y facilite de verdad la convivencia democrática.

Autor

Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado.