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«Picasso es español; yo, también. Picasso es un genio; yo, también. Picasso tiene unos 72 años; yo, unos 48. Picasso es conocido mundialmente; yo, también. Picasso es comunista; yo, tampoco».

– Salvador Dalí.

Dalí solo hay uno. Y como él no hay ninguno. Genio, figura, ejemplo del verdadero arte y desesperadamente exótico. Es la conjunción de un hombre del renacimiento y un personaje atemporal. Dalí es el surrealismo y su arte es místico, filosófico, psicológico y racional. Monárquico, aristocrático y de derechas. Irreverente como él solo, ese es Salvador Dalí. A pesar de ser un artista y de haber estado rodeado de aquel universo surreal del arte, paralelo al conocido, pero a la vez independiente. Dalí no simpatizó con la teoría marxista nunca.

Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, nació en Figueras o Figueras –Gerona– y desde muy temprano demostró que no era un niño común.  Se destacó por su pueril egolatría temeraria y su carismática; pero, única figura, que dejaba rastro solo con pasar. Studium, fue la revista que fundó en 1919, cuando finalizaba sus estudios de secundaria en el instituto Ramón Muntaner. Fue editada y publicada junto con otros catalanes como: Jaume Miravitlles, Joan Xirau, Juan Turró y Ramon Reig. Tenía una serie dedicada a artistas internacionales como Leonardo da Vinci, Francisco de Goya y Diego Velázquez, también poesía y arte, junto a algunos artículos de estos jóvenes figuerenses.

En 1922 –con solo 18 años–, Salvador Dalí se matriculó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la más antigua y prestigiosa academia de arte del país. Allí vivió en la Residencia de Estudiantes, donde conoció al cineasta Luis Buñuel y el poeta Federico García Lorca, con quienes mantendría una amistad hasta que los separó su ideología como tal, pero en especial, su ideología política. De hecho, de la Academia es expulsado en 1923, por encabezar una protesta estudiantil contra un profesor. Asimismo, durante un examen debía exponer sobre el renacentista Raffaello Sanzio “Rafael” y les dijo a los jueces: «Miren, yo sé mucho más de Rafael que ustedes tres juntos, y me niego a contestar».

Fue en París “Ciudad de la Luz” –la ville lumière– entre 1926 y 129, en donde Dalí hizo parte de un selecto club que se había formado allí, un lugar lleno de bohemia, creación y de espíritu libre, liberal y hasta libertino. Allí Dalí, por medio de su amigo, coterráneo y colega, Joan Miró, se relacionó con el poeta francés André Breton y con el grupo de surrealistas que lideraba. Dalí, a diferencia de los demás artistas de la época; que en su mayoría apoyaban “la causa revolucionaria” de los bolcheviques, se burló.

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Así es, se burlaba de esas figuras a las cuales los otros adoraban. Y así es que hizo una pintura bajo el nombre de El enigma de Guillermo Tell, también, sobre Vladimir Lenin –de rostro–, lo que le costó “la excomunión” del movimiento surreal, a lo que diría Dalí luego que el mismo era el surrealismo.  Esta obra considerada como una afrenta, con una obscenidad surreal, con el trasero, derrier o culo al aire, además deformado. Esta obra irreverente y casi delirante en honor al personaje legendario de la independencia suiza (Wilhelm Tell en alemán) que representa la lucha de la libertad contra la tiranía, quizás para Dalí algo de por sí surreal, junto con un rostro claro de Lenin, puso el grito de André Breton en el aire. Acompañaban a Breton en contra de Dalí, los otros artistas: Víctor Brauner, Max Ernst, Jacques Hérold, Georges Hugnet, Meret Oppenheim, Benjamín Péret e Yves Tanguy. Ninguno de estos tan recordado y celebre como Salvador Dalí.

Le acusaron de fascista, eso fue lo primero, también de traidor e intentaron destruir esta obra, que, sin embargo, perdura en el Moderna Muséet de Estocolmo, Suecia. Por otra parte, André Breton publicó un anagrama despótico de Salvador Dalí: “Ávida Dollars”, para acrecentar su fama de avaro y criticar su obra, como también, figura reconocida internacionalmente en el sector artístico y cultural. A la final, toda esta campaña negra en contra de Dalí, seguro le favoreció con respecto a la publicidad que le dieron estos escándalos y sucesos.   

Del mismo modo, a Dalí se le conocía por avaro, era un hombre apasionado por el dinero, y sabía que para comprar sus obras sus clientes debían ser absolutamente ricos. Dijo alguna vez que, «Para comprar mis cuadros hay que ser criminalmente ricos como los norteamericanos» y así es, en los Estados Unidos tuvo su mayor auge artístico y comercial. Dalí de entrada había rechazado la causa comunista y creían que Dalí simpatizaba más con la causa de Hitler, pero no era así. “El enigma de Hitler”, obra de Dalí de 1939, preveía lo que sucedería en el escenario geopolítico mundial. Se ve un teléfono derretido, una foto de Hitler cortada en un plato casi vacío, un ambiente lúgubre, un sombrío paraguas que atañe a la política de Neville Chamberlain pro-Hitler y figuras misteriosas de personas y animales. Una Europa devastado fue lo que Dalí de forma temprana y crítica visualizó.

En 1973, hizo un cuadro que tituló: “Hitler masturbándose”, en donde se muestra la figura demacrada del dictador, solitaria en algún lugar desolado y congelado, se ve la esvástica en el brazo izquierdo y esta sentado en una silla sostenida por pequeños caballos. Además, Dalí, dijo que: «Hitler encarnaba para mí la imagen perfecta del gran masoquista que desencadenaba una Guerra Mundial por el solo placer de perderla y de enterrarse bajo las ruinas de un imperio».

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Por otra parte, Dalí con Picasso nunca tuvo una buena relación y más teniendo en cuenta la diferencia ideológica. De Buñuel se apartó muy temprano y de García Lorca también. Con este último, compartió una amistad y algo más, hasta que conoció a su esposa Gala, que se convirtió además en su representante comercial. Por el poeta granadino, cuando se enteró que había fusilado gritó «¡Olé!», así mismo, antes de morir le dijo a su enfermera en catalán: «El meu amic Lorca».

Ahora bien, con el generalísimo Francisco Franco “caudillo de España” tuvo una relación amistosa, incluso dijo admirar a Franco. A su vez, El plan Marshall, que tenía como fin la reconstrucción de Europa luego de la guerra; escogió la obra de “La cesta de pan” publicada en febrero de 1948 como la portada de The Week Magazine, pues para el presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, España al mando de Franco, representaba un bastión contra el comunismo que se empezaba a expandir. Tuvo cinco entrevistas con Franco y asevero que era “muy inteligente e interesado en el arte” y de haber creado “una monarquía con la misma genialidad con la que Velázquez había creado Las meninas”. A la postre, se convirtió Dalí, en el artista del régimen, pues tanto Picasso como Miró, estaban exiliados y eran abiertamente antifranquistas.

Cuando Dalí se entrevistó con franco por primera vez, ya el generalísimo estaba con bastante edad, sin embargo, Dalí observó que tenía una energía excepcional y que asimismo debía ser un “místico”. La necesidad de Franco y de su régimen de tener un artista de su lado y así también mostrar tolerancia, libertad y expresión, fue bien aprovechada por Dalí, que a pesar de ser todo un personaje como de otro mundo, tenía los pies en la tierra.

Autor

David A Rosenthal
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