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Ya se ha dicho y repetido -en estas mismas páginas y en otros muchos sitios- que eso de que lleguen tres sobres conteniendo balas de CETME al Ministerio del Interior, y uno con una navaja al de Industria, supone un grave fallo en las medidas de seguridad que se aplican a todo el correo en España.

También se ha dicho que la cosa viene muy bien para la exacerbación del guerracivilismo socialista y comunista, que han encontrado milagrosamente la oportunidad de lanzar sus piaras contra el «fascismo».

Incluso hay quien -con todo el sentido- ha encontrado extrañas -o no tan extrañas- coincidencias entre esa docena de balas y aquellos trenes de hace años.

Si nos vamos más lejos, también se podrían encontrar coincidencias con aquellos «caramelos envenenados», que tan útiles fueron hace más o menos un siglo para enervar a las masas rojas, al igual que aquello de que cada día se degollaba a un soldado para darle su sangre a algún príncipe hemofílico. Las masas rojas, por su propia esencia, son propensas a los bulos, y los bulos existen antes de Internet. Incluso antes del nacimiento de los partidos comunistas, aunque es justo reconocer que estos partidos han sido auténticos maestros en su creación y difusión.

Lo que no he visto, ni leído, ni oído, ha sido una explicación sobre cómo el sobre dirigido a don Pablo Iglesias, dirigido al Ministerio del Interior, le ha podido llegar al interesado o ha sido abierto en su ausencia para contrastar su contenido con los otros dos. Y me explico:

Cuando al registro de un organismo oficial llega un sobre dirigido a un departamento, el funcionario encargado de lo abre y lo dirige a donde corresponda. Si el sobre va dirigido a una persona concreta, se le envía sin abrir. Y si va dirigido a una persona concreta que no presta sus servicios en ese organismo, se devuelve. En alguna ocasión puede ocurrir que si la persona a la que va dirigido el sobre ya no trabaja en ese Ministerio, pero se conoce su actual puesto o su dirección personal, se le envía a la nueva dirección. Lo que nunca se hace es abrir el sobre que va dirigido a una persona concreta, con su nombre y apellidos, ni enviárselo a otro funcionario. Y menos aún al Ministro.

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Dado que la noticia del envío de esas doce balas, en tres sobres, se conoció al mismo tiempo, no hubo tiempo material para que el sobre dirigido a don Pablo Iglesias se le enviara a su domicilio particular desde el Ministerio del Interior. Acaso se lo podrían haber llevado en mano; pero esto supondría el uso de los recursos de la administración para el servicio de un particular, y constituiría un claro caso de prevaricación por quien hubiera tomado esa decisión.

¿Es que el Ministre Marlaske esperó para dar a conocer el hecho a que el sobre erróneamente dirigido al señor Iglesias en el Ministerio del Interior le llegara a su chalecito? ¿No supondría eso ocultar pruebas a la Justicia?

¿O es que el Ministre Marlaske abrió -u ordenó abrir- el sobre dirigido a don Pablo Iglesias, con lo que habría caído en un delito de violación del secreto de la correspondencia?

¿O todo esto sólo es una maniobra, en el mejor estilo de la propaganda de la IIIª Internacional, que nos lleva directamente a los años treinta del pasado siglo?

Por cierto: lo que es indudable, es que todo esto está dejando a la vista una larga y ancha serie de amenazas a VOX, de acusaciones por motivo de ideología, de incitación contra todos los ciudadanos que no seamos comunistas o socialistas, que no sólo nos lleva a la guerra civil que los rojos -Zapatero dixit- añoran, sino que constituye uno de esos delitos de odio que tanto pregonan.

Autor

Rafael C. Estremera