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Los mesiánicos rasgos de un matarratas transgénico, subidón. La «salvación» y la «recuperación» se encomiendan a un experimento de transgénesis, rebuzna Cum Fraude. Y la siniestra oposición española, dizque «liberal», compitiendo en imponer las medidas más estalinistas, ansía chutar cuanto antes dicho matarratas. Y bueno será recordar algunas certezas sobre este demoniaco negocio.

La sanidad conjura contra la salud

Salud, nada que ver salud con sanidad. Hoy, absoluta antinomia. Insalvable contradicción. S.S. (Sieg Heil), Sistema Sanitario, testa del monstruo. Intereses plurales, nada decentes. Económicos y políticos, preferentemente. Patologizar a la sociedad, enfermarla. Y, más tarde, crear el “remedio”. Iatrogenia, el remedio peor que la misma enfermedad generada por ellos. O, directamente, inventada. Creas enfermos crónicos- reales o imaginarios- y te forras a su costa. Maximizar beneficios y, sobre todo, poder. Desposeídos y despojados de nuestras propias vidas y de nuestra elemental salud, FARMAFIA da una vuelta de tuerca.

Vidas despojadas. Y cuerpos definitivamente expropiados, sin autonomía personal alguna. Ante la Mega Máquina Trituradora, nos hallamos desamparados. Con su lerda y falsaria visión reduccionista y fragmentaria de la medicina, observa, trocea y coloniza nuestros cuerpos.

Anhelan tratarnos como partes de una máquina estropeada o con fallos que debe ser arreglada o mejorada. Incluso se debe “corregir” la muerte, su inexorabilidad, a la que una parte de la Medicina ve como una enfermedad (por lo tanto un negocio más). «Matar» a la muerte es parte de la ideología transhumanista aquella que quiere “biomejorarnos” y “aumentarnos”, aquella para la que todo lo vivo dato que debe ser artificializado.

El miedo no nos puede convertir en esclavos

Esta visión mecanicista de nuestros cuerpos corresponde a la lógica híper-capitalista que sólo pretende que sigamos trabajando y consumiendo para que la Gran Trituradora no se detenga. Desde luego, no aguardemos a que se vaya a la raíz del problema o de la enfermedad que es causada por la catástrofe ecológica y social del sistema tecno industrial del que forma parte inescindible el totalitario Sistema Medico. La Tecnociencia, configuradora del mundo, nos modela, previo vaciado. Y de paso, estructura férrea e inapelablemente la sórdida Sanidad.

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Es harto sencillo de comprender, muchísimo antes del coronatimo. Es este sistema es el que nos quiere, condicionados por el miedo y las apelaciones seguridad, vacunarnos contra el inexistente virus (o uno de escasísima letalidad). Tan obvio, sobre nuestros cuerpos solo debemos decidir nosotros. Ninguna pandemia – y mucho menos, la actual falsa pandemia o plandemia- puede hacer que nos traguemos su bazofia química  y de control social bajo la forma de fármacos o vacunas, transgénicas o no. La historia de la vacunas, desde el inicio, vinculada a la historia del avasallador capitalismo – hoy tecnocapitalismo- industrial, imperiosa necesidad del sistema para poder seguir funcionando.

Es la eterna y engañadora cantinela del capitalismo. Nos substrae de una capacidad para después vendernos la solución. Necesidad de arreglar piezas (personas) para que sigan funcionando (trabajando y consumiendo) y obteniendo suculentos beneficios. El capitalismo industrial necesita expandirse, derribar fronteras, para colonizar y saquear nuevos mercados, derrocar cualquier forma de vida que no se adapte a su lastimosa y macabra lógica. Explotar lejanos “recursos naturales” (qué casualidad, Gates manejando, también, el atroz asunto de las semillas – también – transgénicas), mientras explota, al mismo tiempo, a la población de remotos territorios.

Vacunas, desde el inicio una historia de toxicidad, esclavitud y muerte

La historia de las vacunas es también la historia de la expansión de la economía, de la guerra, del capitalismo, de la colonización de tierras no industrializadas. Rockefeller, el patriarca,  a principios del siglo pasado XX, da comienzo a una serie de programas “médicos”, inspirados, cómo no, en las vacunas, para acabar con las enfermedades tropicales que contraían sus trabajadores, los funcionarios y los miembros del ejército que habían invadido determinado país. Repito, invadido.

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La función primigenia de las vacunas jamás fue “mejorar” la salud sino pergeñar la mejor manera de controlar a los pobladores originales del territorio colonizado, reducir la resistencia de éstos mediante vacunas y otros venenosos medicamentos. La Fundación Rockefeller descubrió que la medicina industrial era una fuerza casi irresistible en la ocupación de los países no industrializados. Y transcurrida la mitad de la centuria del pasado siglo, se ensanchó el destrozo a las naciones industrializadas. Hasta hoy. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.