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Carta de Enrique Area Sacristán a David Blanes, nuevo jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid

 

Miedo es la expectativa de una mal futuro; por lo mismo que también admite alguna probabilidad de bien, encierra esperanza. Hay que distinguirlo del temor, un miedo razonado y capaz de prevenir lo temible, así como del terror, un miedo extremo paralizante, y de la desesperación que abandona toda esperanza para aguardar el mal seguro que hubiera sido sólo el cese pero que hubiera mantenido incólume tú honor de Guardia Civil. Pues bien, el miedo no es sino la otra cara del poder. Desear es desear poder y, a la vez, temer ver incumplido ese deseo; el miedo es el deseo de que lo temible no comparezca o de acumular poder para vencerlo, junto con el temor a no poder.

El apetito de poder, materializado en la aceptación de un puesto que no te correspondería si tuvieras honor, quedó demostrado en lo permisivo que demostrarte ser en el aeropuerto de Barajas por las consignas de unos mandatarios políticos ante la entrada de material venezolano sin pasar por ningún tipo de filtro, obedeciendo órdenes ilegales, impartiéndolas a tus subordinados, bien pudieran implicar, en aquél momento y en principio, una cierta impotencia real, igual que el miedo supone una impotencia pero contiene también alguna esperanza de superarla.

Por tanto, lo tuyo no es miedo, no es temor, no es terror, es traición y falta de honor para lograr unos pagos por parte de políticos corruptos a la que has vendido tu conciencia

El miedo radical es el miedo a la muerte como tal, del que las otras figuras del miedo resultan sus síntomas o consecuencias. Pero el miedo específicamente político es el temor a la muerte violenta física o profesional, que adopta, según los tratadistas clásicos, varias formas:

1ª.- El miedo mutuo o natural, que es el miedo de todos a todos. Se trata de una pasión todavía pre-política pero sin ella el hombre carecería de motivo para ingresar en el orden civil. Es el miedo que impregna el estado de naturaleza o de guerra.

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2ª.- El temor al estado de guerra o de conflicto político en este caso, o sea, el miedo mismo al miedo indefinido e insuperable. En tanto que producto último del estadio anterior, conduce a la voluntad de paz mediante la transformación del miedo mutuo en confianza recíproca o pacto social. La condición de posibilidad de este pacto es que haya miedo, pues quien no teme, no pacta; pero no un miedo extremo que desdeñe todo arreglo pacífico, Para que tal pacto sea válido es preciso que exista ese miedo natural, no un miedo sobrevenido o “justificado”, es decir el temor fundado a que la otra parte incumpla su parte en el pacto. Podemos decir que, en el caso del aeropuerto de Barajas, nos encontramos en una situación en la que una de las partes cumple lo pactado, tú, y no tiene ese miedo natural imprescindible para crear pactos, ni temor a que el poder del Estado corrupto no cumpla con la otra parte agradeciéndole éste por su labor ilícita con puestos de importancia. Y así surge entonces:

El apetito de poder, materializado en la aceptación de un puesto que no te correspondería si tuvieras honor, quedó demostrado en lo permisivo que demostrarte ser en el aeropuerto de Barajas

3ª.- El miedo común o civil, que es el miedo al soberano o al Estado de derecho, el miedo de todos a uno. Pues no basta el mero conocimiento de las leyes naturales ni la alianza de muchos, si no se hace temer, para librarnos del miedo. El único remedio contra aquél miedo recíproco inicial es el miedo a un poder también común que entre todos hemos constituido y a un tiempo depositado en el soberano; esto es, el miedo al castigo no previsto legalmente y efectivo de facto por parte del corrupto mando político que no está contemplado en la Constitución bien por la intervención por parte del Estado de las Instituciones que gobiernan las Fuerzas de la Guardia Civil, a través del Ministerio del Interior, bien por el uso o dejadez efectiva de la fuerza contemplado en las Normas de actuación del Cuerpo en estas situaciones. De suerte que el poder del Estado llega tanto como su capacidad de infundir ese miedo común capaz de suprimir nuestro miedo mutuo. En cuanto que este ha reaparecido, ha desaparecido el poder soberano o del Estado como en el caso concreto de Barajas y “la venezolana”. Lo que significa una deslealtad al Rey, a los ciudadanos, al Estado de Derecho y a las normas de honor que deben regir las actuaciones de todo Guardia Civil.

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4ª.- El miedo del Estado mismo, que se manifiesta primero como miedo al poder de otro Estado, y que es señal de permanencia del estado de naturaleza y guerra en el orden internacional. La lógica del pacto social no descansaría hasta asegurar la paz perpetua… Pero también hay un miedo del estado hacia sus ciudadanos, el miedo de uno a todos, porque la multitud resulta temible a los que mandan, y les retiene así de caer en un poder absoluto, que es lo que puede pasar en España en general, con gentuza como la que tú has demostrado ser.

Así pues, la falta de miedo y respeto a los ciudadanos de bien, justificado por una incompetencia manifiesta y mal intencionada por parte del gobierno de España, y a recibir dádivas y puestos que no te mereces en justicia según la Cartilla del Guardia Civil, por deshonrosa actuación, es la razón de ser de esta manifiesta sublevación contra la Ley que tu has materializado.

Por tanto, lo tuyo no es miedo, no es temor, no es terror, es traición y falta de honor para lograr unos pagos por parte de políticos corruptos a la que has vendido tu conciencia para medrar en perjuicio de la Institución y de la Justicia y el compañerismo que debe imperar entre todos los miembros del Benemérito Instituto.

Autor

REDACCIÓN