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Para explicar las largas orejas del burro y su fama de torpe, cuenta la leyenda que Dios preguntó a Adán, tras poner nombre a los animales, dirigiéndose al asno: ¿Qué nombre te dio Adán?; como el burro no supo que responder, el primer padre, tirando fuertemente de las orejas del asno, le dijo: “todos los animales saben su nombre, pero tú fuiste incapaz de recordarlo, por eso te condeno a que todos los demás te miren con sorna, como se mira a los torpes”.

También se cree que la cruz que lleva el burro en su lomo es por haber llevado a Jesús, cuando entró en Jerusalén el Domingo de Ramos. Según los textos apócrifos, el Señor concedió al burro el don de conocer la hora de su muerte; al presentirla, el asno se retira, tanto que son muy pocos los que han podido presenciar su fallecimiento. Por eso creen que, quien asista a este acontecimiento, tendrá mucha suerte y, si es una embarazada, su niño será sabio y piadoso. En muchos lugares de Europa creen que montar a un niño en un burro le hará mucho bien.

Piensan los hebreos que, cuando un burro rebuzna sin venir a cuento, es para advertir de algo malo o peligroso. En Inglaterra, los campesinos acostumbraban a quitarse el sombrero cuando pasaba un burro. Son frecuentes las regiones en las que los asnos acompañen a las vacas mientras pacen, para que éstas den más leche; o que los caballos muy valiosos compartan establo con un burro. En Irlanda, en el siglo XIX, a quien padecía escarlatina le quitaban un mechón de pelo que se colgaba en la garganta del pollino para liberar al paciente del mal. También funcionaba al revés: un mechón del pelo de la cruz del burro, puesto en una bolsa negra de seda y colgada alrededor de la cabeza del niño con tosferina para que cesen las convulsiones; para mayor seguridad, pasaban tres veces a la criatura por debajo de la panza del asno y premiaban al animal con una golosina.

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En el Génesis se habla de unos personajes llamados Hamor; uno de ellos era Burro, fundador de la ciudad de Nablús, cuyo hijo violó a Duna, hija de Jacob, crimen saldado por los hermanos de la muchacha para acabar con la línea masculina de los Burro.

Los libros sagrados lo consideran animal poco ridículo

También el Libro de los Números relata el episodio de la burra del brujo babilonio Balaam, que, más sensata que su dueño, intentaba que pasara por un lugar imposible y ser continuamente vapuleada; llegó a hablar a su dueño para apelar a su sentido común. La frecuente referencia en los libros sagrados permite presentarlo como un animal muy poco ridículo. Antiguamente llamar a alguien burro no constituía un insulto, todo lo contrario, se le tuvo por paradigma de sensatez.

En Roma llegó a ser gentilicio de una familia de políticos. En Grecia, Aristóteles, en su Historia Natural, afirmaba que no tenía maldad porque no tenía hiel y que sólo era inepto para la guerra, con lo que mostraba sensatez. Escribieron sobre él como animal muy útil, paciente y perseverante, capaz de recordar un favor y besar las manos de quien le trata con gentileza.

Dioscórides pulverizaba y mezclaba con vino y agua las pezuñas del burro para curar la gota; consumían leche de burra recién parida como triaca o antídoto contra los venenos.

Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua (1611), escribía: “Es de mucho provecho y poco gasto y no da ruido, salvo cuando rebuzna, que entonces es insufrible. No es malicioso, y un niño puede llevarlo donde quiera. Se acomoda a cualquier ministerio, que puede desempeñar con provecho”.

Recordamos que, en algunos pueblos, consideraban que el burro pronosticaba sobre el tiempo; si un asno rebuzna desaforadamente, anuncia lluvia; lo mismo, si sacude con frecuencia las orejas; sin embargo, habrá sol si se echa en el suelo y se revuelca. Soñar con burros trae mala suerte; si rebuzna anuncia disgustos; también trae mala suerte si se sueña con burros comiendo.

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Es voz latina, de asinus, que aparece en documentos del año mil. Sebastián de Horozco, en un entremés que hizo en la primera mitad del siglo XVI:

                   -Asnos ay, que bestias son.

                   -Sí, pardiós,

                   de aquestos ay más de dos.               

Burro es una voz griega, de purros (rojo parduzco), de donde viene la voz latina burrus, por ser de ese color la mayoría de los asnos antiguos.

Autor

REDACCIÓN