25/11/2024 07:26
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      En estas décadas democráticas, si preguntásemos ¿qué es el, centro-derecha?, tendríamos diferentes e inusuales respuestas, y cada una de opiniones dadas cuadraría con el pensamiento propio del que la expresa y tendrían el valor que le otorgase quien las escuche.

      Para algunos, de centro-derecha es una persona que no tiene firmes convicciones políticas, ya que, situándose ahí, siempre tendrá la posibilidad de deslizarse hacia la izquierda, si ve que le conviene.

      Para otros, es una manera de identificarse con las derechas, pero que, en ocasiones excepcionales, según convenga, nada impide considerar cualquier cuestión desde otro punto de vista.

      Para muchos de sus votantes, el centro-derecha es la moderación, el dialogo, y el juego limpio, características todas ellas, que no tengo muy claro, que hoy en día nadie sea capaz de aplicar tal y como está la situación política en España.

      Para Cayetana Álvarez de Toledo, es la vibrante reivindicación del ciudadano frente a cualquier colectivismo.

     Para el gran estadista francés Charles de Gaulle oportunamente supo sentenciar: “centrista es todo aquel que en el fondo cree que mi enemigo tiene razón”.

     O como diría el humorista Cantinflas: “¡Ahí está el centro-derecha! Que no es ni bueno ni malo, sino todo lo contrario”.

      En fin, en términos generales se podría decir que el centro-derecha es considerado por muchas personas como una cómoda posición ideológica en materia política con tendencia conservadora, que garantiza (según sus valedores) la permanente opción de considerar cualquier asunto político en un plano gubernamental, con diversos criterios no estrictos, que se adoptan en un momento dado no a las circunstancias sociales, sino a las necesidades personales.

      Sin haber llegado a una buena definición de lo que es el centro-derecha, analicemos la situación a partir de 1976, cuando con un planteamiento “democrático”, se construyó en España el partido político denominado de centro-derecha, construido tras un consenso de diferentes grupos ideológicos, que tenían, en primer lugar, una forma coherente de interpretar, de combinar y de llevar a la práctica, al encarar los problemas, los grandes valores de las sociedades occidentales democráticas y pluralistas a la libertad y a la igualdad. Y, en segundo lugar, una misma manera de entender y tratar la realidad política y social y la resolución de sus conflictos.

     A este respecto el centro-derecha español en democracia, nació dividido en el año 76, entre diferentes organizaciones y federaciones políticas, formadas y lideradas casi todas ellas por antiguos colaboradores de Franco.

     La primera y la más grande fue la fundada por Adolfo Suarez quien, tras diferentes negociaciones y consensos efectuados con Pío Cabanillas, Fernando Álvarez de Miranda, Francisco Fernández Ordóñez, Joaquín Garrigues, Ignacio Camuñas, Enrique Sánchez de León y Leopoldo Calvo Sotelo, entre otros, formó una coalición que se transformó posteriormente en Partido Político con el nombre de Unión de Centro Democrático (UCD).

    La segunda, que se originó, fue el partido de Alianza Popular (AP), formado por una federación de 7 organizaciones políticas lideradas por Manuel Fraga, Cruz Martínez Esteruelas, Federico Silva Muñoz, Laureano López Rodó, Enrique Thomas de Carranza, Gonzalo Fernández de la Mora y Licinio de la Fuente, que habían sido bautizados como “siete magníficos”, y que acabaron formando el partido propiamente dicho presidido por Fraga. A él se incorporaron en 1989, durante el proceso del IX Congreso de Alianza Popular y en los meses inmediatamente posteriores, el Partido Liberal y la mayoría de cuadros de la Democracia Cristiana, cambiando el nombre a Partido Popular (PP), al que se adhirieron para unir fuerzas miembros del Centro Democrático Social (CDS), herederos de la antigua UCD (curiosamente, el encargado de integrar a CDS en el Partido Popular fue don Mariano Rajoy, en un acto que tuvo lugar en el Teatro de la Casa de Campo de Madrid) .

       Cuando el Partido Popular ganó las elecciones de 1996, era el alfa y el omega de la derecha española, el nuevo gobierno de Don José María Aznar, bien es verdad, que supuso un cambio a mejor en el panorama económico y europeo, tras 14 años de gobierno del Partido Socialista Obrero Español. Pero no es menos cierto, que Aznar fue el hombre que suprimió el servicio militar y consiguientemente destruyó en nuestra juventud la obediencia y el amor a la Patria.

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       El centro-derecha actual: PP, desde siempre se ha manifestado contrario a los dogmatismos, porque, según sus dirigentes, coartan la libertad intelectual y obstaculizan el camino objetivo constante de su acción progresista (del que hacen gala para no ser menos que el centro-izquierda); lo que les lleva a definir el diálogo y el consenso participativo como método apropiado para enfrentarse a las reformas estructurales que ha de precisar la nación, al tiempo que conciben la tarea del gobernar, más como una integración que como una simple imposición.

      Hay que resaltar, y esto es muy importante, que su típico planteamiento liberal, a fin de cuentas, es tan revolucionario o igual al de las izquierdas, al haber quitado en sus estatutos y actuaciones, completamente toda dimensión de lo trascendente, habiendo borrado del mapa a Dios absolutamente. Y lo más curioso es que se creen mejores que los social-comunistas, y no lo son, porque la gran característica del centro-derecha es el conservadurismo, consistente para el PP, no en defender el mantenimiento del sistema de valores políticos, sociales y morales tradicionales y en oponerse a reformas o cambios radicales en la sociedad, sino en “conservar”, enarbolando siempre la bandera liberal, las leyes promulgadas por la socialdemocracia  izquierdista, que ha desregularizado, con leyes inicuas,  el patrimonio cultural y espiritual de nuestra Patria, tales como la ley del divorcio (1981), a la que siguieron la despenalización del aborto (1985),la ley de despenalización de la blasfemia (1988), la ley sobre técnicas de reproducción asistida (1988), la ley que permite el así llamado matrimonio civil entre personas del mismo sexo (2005), la ley del divorcio «exprés» y el repudio (2005), la introducción de la asignatura «Educación para la ciudadanía» que hacía presente la «ideología de género» en la escuela (2006), la ley sobre técnicas de reproducción asistida (2006), la ley de Memoria Histórica (2007), la ley Aido sobre la interrupción del embarazo y la salud sexual y reproductiva (2010), la ley de investigación biomédica (2011), hasta llegar a las leyes autonómicas sobre «Identidad y expresión de género e Igualdad social y no discriminación» presentes en varias comunidades autónomas.

      Leyes, todas ellas, que podían y debían haber sido derogadas, tal y como prometió Rajoy en las elecciones generales del 2011, con un Gobierno centrista de mayoría absoluta por él presidido en el periodo (2011 al 2016), y sin embargo, continúan vigentes, porque según este inusitado, pasivo, inmóvil y perezoso presidente, tras de ser elegido, en palabras del populista presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo: “no cumplió sus compromisos pero sí con su deber” (¿impuesto por quién?), y tubo la desfachatez  de afirmar en su toma de posesión gubernamental: “España es, y va a seguir siendo un gran país, con un gran futuro por delante”. 

       Concluyendo, a los miembros del PP, se los denomina “conservadores” porque lo son, pero no en el sentido de guardar las tradiciones, sino por conservar las leyes promulgadas por la socialdemocracia izquierdista. Y ello es así, porque las cupulas del centro derecha, desde siempre, han sido ambiguas y constituidas habitualmente por elementos que van de un centrismo conservador-liberal, pasando por todas las capas intermedias, hasta un izquierdismo extremado, siendo curiosa y permanente la influencia dominante en ellas, teniendo como resultado el conservar, por cobardía al qué dirán y no ser menos que la izquierda, toda la andadura implantada por el socialismo progresista y reformista.

        El centro-derecha actual, liderado por Pablo Casado, siguiendo la línea marcada por su “fundador”, Fraga Iribarne, defiende, que la única y verdadera alternativa al socialismo es el liberal-conservadurismo. ¡Cuán equivocado está! Porque, realmente, la alternativa, señores del PP, no está entre socialismo o libertad, sino entre verdad o mentira, honradez o fraude, tradición o revolución, bien o mal, vida o muerte, en definitiva, entre Jesucristo o Satanás. Los políticos españoles, desgraciadamente para España y el pueblo español, no han elegido el Reinado Social de Jesucristo, le han rechazado como hicieron los arquitectos al desechar una vez más la piedra angular, sino que de forma moderada, camuflada y disimuladamente han elegido el error, lo novedoso, el mal, la muerte, la corrupción, la mentira y consecuentemente a Satanás, príncipe de la mentira; y así les va, languideciendo a la baja, en declive y fracturados.

      Sí, el PP se hundía en el desconcierto, la decepción y la frustración. Los pésimos resultados en Cataluña han ocasionado un cataclismo. El daño causado de la corrupción. El estrechamiento de las clases medias por la crisis financiera que afecta en gran manera a su base sociológica haciendo cundir la decepción sobre su incierto futuro. La existencia de un malestar interno grave, al moverse la dirección, rodeada de personas con más ambición que trayectoria,  con improvisación, prisas y con cierto infantilismo, como lo de cambiar la sede  casi secretamente, con poca reflexión y coherencia; y, sobre todo por no renunciar a su pasado, está sufriendo una fragmentación, originada, por el descuido ideológico y el vaciamiento programático después de la última experiencia de Gobierno de la “decisión suicida y dura” al despreciar a Vox en la moción de censura del pasado 22 de octubre 2020.

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      En este contexto negativo, pero real, en el que el PP, no presta atención ni se interesa por los problemas de España, sino de su propia supervivencia buscando su propio beneficio, ha originado el pánico de sus seguidores en todo el territorio español, presentando un cuadro con distintos matices y modos, al hacer aguas su nave, en la turbulencia y zozobra de su presumible naufragio por los vertederos de su propio “conservadurismo”.

     No obstante, en el presente y tras la victoria abultada del PP en la Comunidad de Madrid, su presidente, Pablo casado, exultante de satisfacción, ha presagiado que estos comicios son un punto de inflexión para el futuro de España y un avance en la reunificación del centro derecha. Y el propio partido ha dicho que esa victoria representa el principio del fin del gobierno nacional del presidente socialista Pedro Sánchez.

    Pronósticos y afirmaciones eufóricas que durante los dos años que faltan para las elecciones nacionales son como el agua de borrajas, puesto que el PP carece de valores afines y coherentes para realizar lo que promete.    

    Siempre ha sido así y lo seguirá siendo, porque su esencia la tiene en sus genes blanditas y acomodaticias al sol que más calienta, y siempre, tras hacer la faena de conservar los descalabros de la izquierda progre, luego se oculta, sin reconocer su culpa y falta de compromiso, es decir que halaga a los votantes por delante y los ofende por detrás, porque es un partido que pasa de una ideología a otra según el sol que más calienta y conviene al partido y no a España.

    Amén de que, reconozcámoslo, la historia del PP es una repetición constante de hechos, unas veces con resultados trágicos y otras con consecuencias cómicas, pero lo cierto y seguro es que, durante su próximo mandato en la comunidad de Madrid, y espero no equivocarme, irán poniendo granitos de “conservadurismo” a medida que se lo exija las circunstancias. Por ejemplo, sin haber trascurrido apenas dos semanas de la victoria de Ayuso, que visitaba durante la campaña bares, publicando imágenes en sus redes defendiendo la hostelería, lanzando guiños a los camareros y reuniéndose con el sector, el PP ha anunciado una medida que sin duda supondrá un duro golpe a los hoteleros de Madrid al retirar los permisos para colocar el servicio de mesas y sillas sobre la calzada. ¿Qué pasará con el pin parental?, ¿seguirán subvencionando a los chiringuitos?, ¿cuál será la dimensión de la educación afectiva sexual en la infancia y adolescencia? ¿abrazarán el federalismo?, ¿mutarán el genuino y moderado conservadurismo por un populismo identitario? ¿mantendrán la bajada de impuestos, la cohesión territorial, el apoyo a las familias y la inmigración ilegal?

     No tengan la menor duda, estoy seguro de ello, de que el desencanto de sus votantes irá cayendo y deslizándose a otros partidos a medida que el centro-derecha los siga engañando sin derogar y seguir “conservando”, blanda y cobardemente, las leyes inicuas y normas arbitrarias, producto de mentes enfermas, fanáticas y plenas de cinismo jurídico, que han sido implantadas en nuestra Patria para su desintegración social, moral y territorial.

Autor

REDACCIÓN