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Cuando el Ayuntamiento de Madrid decidió quitar con nocturnidad y alevosía la placa recordatoria del acto de fundación de Falange del teatro de la Comedia me di cuenta de lo miserable y cobarde que puede llegar a ser la política y sus partidos. Como falangista y ante situaciones de emergencia y tapándome la nariz confieso que en alguna ocasión he votado a estos acomplejados del PP. El JEFE lo avisó en reiteradas ocasiones, indicándonos muy claramente para que servían las urnas y el invento de las papeletas de voto.

En las últimas elecciones en Madrid otra vez con la pinza en la nariz acudí para frenar a la escoria izquierdosa en su intento de arrasar Madrid y aquí desde nuestro periódico lo expresé negro sobre blanco y dejé claro un punto de esperanza poniendo mi mirada no en el PP pero sí en VOX, no sin pocas reticencias sobre ellos. Desde el inicio de la eclosión del partido de Abascal, aun teniendo coincidencias de planteamientos ideológicos con ellos, encontraba algo que no sabía explicar pero que me echaba para atrás. Sentía que había un no sé qué que no me cuadraba, aunque reconocía que eran posiblemente los únicos que nos quedaban como instrumento de contención para recuperar algo de nuestra pobre y agónica Patria. Me equivoqué de medio a medio.

Estos de la banderita de España son unos farsantes que se mueven en la órbita de un mensaje razonable que luego, como los demás se encargan de no cumplir. Mi camarada Eduardo García Serrano hace unos días puso en su sitio a la «Dama arrogante» Rocío Monasterio después de hacer ciertas afirmaciones insultantes sobre La Falange. Días después el concejal de VOX en el Ayuntamiento de Madrid, Fernando Martínez Vidal propuso ante una posible actuación para no sé qué restauración del Arco de la Victoria de Moncloa renombrarlo como Arco del Triunfo y así dedicarlo al ejército español. Otro compañero de este miserable, el conocido Ortega Smith, ha dicho que se deben quitar también las inscripciones alusivas al Caudillo para transformarlo en ese justo homenaje a nuestro ejército.

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No sé si estos individuos saben que el Caudillo ganó una Cruzada al mando de un glorioso ejército y que gracias a esto hoy no somos un satélite del terror bolchevique. Borren lo que quieran y maquillen su ingratitud y su indignidad con el disimulo de la equidistancia de sus miserables conciencias, pero a pesar de ustedes y de su infame rencor la historia es inmutable y en ella Julio César seguirá pasando el Rubicón eternamente y Franco también continuará siendo, a través de los siglos, un referente glorioso para todo español bien nacido.   Parecían ustedes una razonable esperanza y solo son los mismos perros con distintos collares.

Autor

Alejandro Descalzo
Alejandro Descalzo
Nace en Madrid en 1958. Estudia en Los Escolapios de San Antón. Falangista. Ha publicado 4 libros de relatos. Apasionado del cine y la lectura. Colaborar en este medio lo considera un honor.