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No hará falta decir aquí que no soy economista y por lo tanto mis reflexiones sobre los aspectos económicos del Nacional Sindicalismo nacen desde un análisis político, pero naturalmente inspirado por los principios de nuestra doctrina, amparado claro está, en las justas evidencias que yo, modestamente, estudiaba como falangista. Por supuesto la crítica especializada la dejo para gentes como Javier Morillas- autor de un demoledor libro titulado UNA BRECHA PARA LA REVOLUCION, que escribió cuando en otros tiempos, menos felices, era lanza Azul Auténtico, contra el capitalismo rampante. Con toda seguridad el, sabría responder e incluso razonar su espectacular cambio de opinión y aun de credo. Me gustaría conocer el criterio de otro viejo camarada como lo es Enrique Antigüedad, economista muy ligado al universo falangista.

Pero mis cosas no son cosas de nostálgicos según dicen. Ocurre con demasiada frecuencia, que actitudes como las de mi antiguo camarada,  discurren hoy por derroteros muy diferentes a los que juntos -no físicamente- pero sin duda. ideológicamente, defendimos la pureza doctrinal. Y me viene a la memoria la inesperada posición, de hace  años en mi otrosí camarada, el doctor en Historia Salmerón Giménez, inteligente y joven alumno de la  Escuela Nacional de Mandos José Antonio Primo de Rivera, en Madrid, -. lo cortés no quita lo valiente-, que hoy muestra su preferencia socialista, y lo digo sin acritud, solo lo expongo como dato objetivo.

No se trata de que yo protagonice la ortodoxia más estricta, en absoluto, quiero significar que quizá los que niegan la posibilidad de una proyección del Nacional sindicalismo, ya no fueran falangistas porque su argumento de obsoleto, en un mundo cambiante, no aguanta un suspiro.  Se trataría de convocar un encuentro para debatir desde la inteligencia, las tesis que dieron singularidad al ideal jonsista y falangista; naturalmente quedarían fuera los descalificativos y exabruptos indeseados.         

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REDACCIÓN
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