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Últimas decisiones tomadas por el Supremamente Injusto, vulgo tribunal supremo. Genuflexo, cómo usted mande señor, siempre al perruno servicio del gobierno de turno. Del Estado. De la Sin(Razón) de Estado. Postreras sentencias, cristalina confirmación. El sargento Arensivia, nasío pa matá. Otros, nasíos pa obedecer. José Luis López Vázquez en la gran cinta de Forqué. «Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo». El Supremo, ídem de lienzo.

Los jueces del Supremo consienten que España sea una dictadura

Desde marzo, aceptando sumisamente que se estén violando flagrante y continuadamente derechos fundamentales. Conocen perfectamente el artículo 55 de la Constitución Española que impide anular libertades básicas con un  Estado de Alarma. Lo saben y callan. Suprema injusticia. España, feroz dictadura con dizque vestimenta (cada vez con menos ropa) constitucional. España, definitiva abolición de la división de poderes. Y ahora, rememoremos lo último.

El Supremo archiva la investigación contra Ábalos por el encuentro con Delcy. Esas maletas pletóricas de oro, comandante. Otra. El Tribunal Supremo sentencia que las ITV del estado de alarma deberán mantener su vigencia. No vas a comparar a los centros de inspección de vehículos contigo, automovilista contaminador, so julandrón. El Supremo respalda que los ayuntamientos limiten las viviendas turísticas para proteger el entorno urbano. La ecoidiotez gubernamental, obvio. El Tribunal Supremo rechaza de manera masiva los recursos por el IRPH (Índice de Referencia de Préstamos Hipotecarios) en las hipotecas. Eso sí, te jodes, pringadete, por dejarte engañar por embaucadores profesionales, los bancos. Y, por supuesto, el bozal. Porque son mu buenas pero que mu buenas para la salud, se nos metieron a matasanos los masónicos ropones.

Infecto y payasesco guiñol

Un suma y sigue, repito reciente, inacabable. Yo, El Supremo, lo que usted diga sor presidente. Los togados, marionetas de Cum Fraude. El Lenin de Tetuán, títere de Soros y globalistas varios. Y Soros, otro guiñapo de los que se hallan muy por encima en la demoniaca Pirámide. Y el guiñol prosigue…

…Y con el asunto de los bozales, el Tribunal Supremo, siempre supremamente injusto, no dejo nunca de ser más que un muerto viviente, consumado zombi, a las rastreras órdenes del gobierno, al que jamás exigió una mínima formalidad, tolerando todo lo intolerable. A saber, el ministerio de Illa Pesadilla no poseía (ni posee) ni un solo informe médico que justifique la imposición obligatoria de los tóxicos y liberticidas bozales y está actuando de forma abusiva, terrorista y criminal. El tribunal supremamente injusto legitimó esta decisión. Pura arbitrariedad.

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¿Jueces sinvergüenzas, vendidos, cobardes, prevaricadores?

En ese sentido, el injusto magistrado del Supremo deviene irrisorio y estrafalario y bufo apéndice del Ejecutivo, intercambiable alfombrilla del gobernante de turno, manejable pelele. Y un juez que sigue el dictado de la atmósfera (bio)política de turno- con pretexto sanitario o sin él – es un perfecto e insuperable sinvergüenza. Y un vendido. Y un cobarde prevaricador. Punto final.

En ese sentido, el Poder continua siendo ese gran delincuente impune, Leonardo Sciascia dixit. El Poder cree tener derecho a la impunidad y no tolera el control. Por ello siempre recurre a la inicua payasada del antivalor del consenso (de la maldad). “Consentimientos” bajo amparo togado. En nuestro caso, ahora, la infamante y falaz “aquiescencia” PLANDÉMICA.

(In)Justicia española: indecente y domesticada

La inmoralidad, la sumisión, el atropello y la censura, indesmayables clásicos de nuestra inexistente injusticia española. Fidelidades (cánidas) confesas o inconfesables. Realidad desoladora. En el Supremo español, más.

Todo ello con el trasfondo de una obscena tramoya político-económica-mediática en la que se han representado – y se siguen representando – algunos de los episodios más significativos y señalados del acaecer nacional. Y todas las élites participan. Quien se mueve no sale en la foto. Ni participa de sus indignos e inmorales “privilegios”. Hasta de los más sórdidos. Jueces, policías, militares, periodistas, empresarios: grosso modo, en su inmensa mayoría, felpudos del poder político.

Injustos jueces españoles, palmeros del gobierno de turno

Arrodillados lacayos bregados en la villana labor de agradar al poderoso.  Conspicuos cuervos mimetizándose con su horripilante atavío. Palafreneros copistas del que manda en Moncloa. Indisimulados palmeros, aplaudiendo al maquiavélico Príncipe. Con su deplorable fraseología, siempre dispuestos a ofrecer al Presidente lo que le solicite. En su debido tiempo.

Con su sentencia sobre el bozal, estos seis caliginosos agradaores pasarán y se olvidarán. Y recordemos sus nombres, algún día nuestros descendientes querrán conocerlos. Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, presidente de Sala de lo Contencioso-Administrativo.  Pablo Lucas Murillo de la CuevaMaría del Pilar Teso Gamella. José Luis Requero Ibáñez. Rafael Toledano Cantero (cómo no). Y la ponente, Celsa Pico Lorenzo.

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Sus malignas acciones, revestidas de enfático terno judicial, subsistirán incólumes. Las rememoraremos. Y las recordarán las siguientes generaciones. Estos seis injustos jueces legitimaron el horror, justificaron el mal, toleraron la indignidad. Los recordaremos. Leer la sentencia da grima. Incluso garrapatean jocosos y anticientíficos “delirio sanitario”, lo dicho, disfrazándose de matasanos. Lo que leemos deviene jurídicamente deplorable, filosóficamente inane, intelectualmente vacuo, médicamente risible, literariamente repulsivo, moralmente infame.

Las leyes injustas se pueden y, sobre todo, se deben incumplir

Y lo dicho tantas veces: las leyes injustas se pueden y SE DEBEN incumplir. Parafraseando su detritus, rebelarse contra la injusticia es “necesario y proporcionado”. Además de idóneo. Y después de utilizar la sentencia como papel higiénico, os recuerdo, ilegítimos togados: nunca jamás me pondré un bozal, nunca jamás cumpliré una ley injusta. En fin.

https://www.ecestaticos.com/file/9e25058b7882ba661c61d0bbccf8d52e/1606138986-sentencia-uso-mascarilla.pdf

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.