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No veo a Unidas Podemos gritando en la calle o montando barricadas, como habitual en ellos. Con un manifiesto se dan por satisfechos.
No es lo mismo estar junto al pesebre que alejado de él. Viene esto a cuento por lo que vimos en España durante la Guerra del Golfo y lo que estamos viviendo ahora con la amenaza de Rusia a Ucrania y el despliegue de barcos de guerra y aviones españoles. Aquellos que gritaban entonces eso de «¡NO a la Guerra!», hoy se esconden como estreñidos muñecos.
No es suficiente con que la extrema izquierda rechace el despliegue de fuerzas españolas para servir a la OTAN y, menos aún, si lo hace con la boca pequeña no sea que se pierda el sueldo, el sillón, las prebendas y la mamandurria. El apesebramiento no debe impedir al radicalismo de la izquierda manifestarse por todos rincones del mundo.
Ahí tienen a la extrema izquierda con su alto grado de hipocresía política y con una vara de medir desigual en función de dónde y cómo se encuentren. Nunca tan pocos mostraron tanta actitud miserable. No veo a Unidas Podemos gritando en la calle o montando barricadas, como es habitual en ellos: ahora pisan moqueta, cobran del Erario Público y duermen hasta media mañana. Deben de pensar que con un manifiesto lo arreglan todo. ¡Más ignorancia a la hoguera!
Esa falsa y falseada izquierda se han diluido en el pesebre y, lo peor de todo, es que han desmovilizado a sus borreguiles seguidores desde que los adjudicaron un sueldo acomodado y los nombraron asesores, delegados, coordinadores, técnicos de nada y compañeros de maldades. Incluso han abusado de las puertas giratorias en despreciables ministerios como el de Igual Da, Consumo o Agenda 2030. En fin, el pesebre destruye voluntades y aúna provechos, pero crea miserables de por vida.
¡Qué poco le ha costado al «mentiroso» echarse el fusil al hombro! Los barcos de guerra y aviones de combates ya están en zona militarizada y dispuestos a entrar en combate si preciso fuera. Ni siquiera la fragata de acompañamiento que envió Aznar al Golfo estuvo a menos de 800 kilómetros y, entre su armamento, albergaba poco más que «tirachinas para asustar y disuadir».
Pero la izquierda no desdeña la guerra; es más, recuerden que la incitó en España desde el fracasado golpe de Estado de 1934, aunque llegado el momento salgan corriendo con el rabo entre las piernas, cacareando cual gallinas cluecas y abandonando al maestro armero con la escopeta en ristre. Ellos se salvan, los demás están para dejar las teas si preciso fuera. ¡Malditos políticos que desprecian al pueblo soberano!
Ese desprecio es uno de los objetivos consolidados de la aviesa extrema izquierda, política y mostrenca: muestran la cara antibelicista estando en la oposición, pero se apuntan a un bombardeo si, estando en el poder, saben que serán otros quienes les saquen las castañas del fuego. Para ese tipo de izquierda, el pesebre es el pesebre como para muchos políticos catalanes «la pela era la pela». Maldita la actitud farisaica de la envidiosa siniestra, vengativa y aventadora de odio.
Hasta ahora, José Manuel Albares no ha dado la talla como ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. No es lo mismo jugar a ser cónsul en Bogotá y ver a las FARC por TV que asumir riesgos dentro de la OTAN. Todo quedará en nada, pero ya ha habido enfrentamiento dialéctico con Podemos, algo previsible cuando el comunismo está por medio. Eso sí, Unidas Podemos lo ha hecho con la boca pequeña no sea que se quede sin prebendas, sillón y alfombras. Nunca se han visto en otra igual. Con su manifiesto no van a tapar bocas, salvo las de sus esclavos.
El ministro Albares dice sentirse «muy cómodo» con las directrices que marca Sánchez en política exterior. Al menos tiene claro que España estará con la OTAN si no dan fruto las acciones para la disuasión. ¿Dónde pensaba que podía situarse? ¿En un rincón para ver qué pasaba como hacía en Bogotá cuando las acciones guerrilleras se recrudecían? Lo que no aclara es eso de que, si fracasan las actuaciones de disuasión «habrá una respuesta con sanciones económicas de tamaño enorme». Tan sólo un pardillo titulado puede pensar así.
El viejo profesor solía explicarnos que buena parte del pueblo domina la política mejor que muchos que viven de ella. Contaba que, viajando el Caudillo al Ferrol acompañado por su chófer, tuvieron un pinchazo y, mientras lo arreglaba el conductor, Franco se acercó a un pastor que apacentaba su ganado junto a la carretera. Sin darse a conocer, entabló conversación con él y le hizo una pregunta.
– ¿Sabe usted qué es la política?, preguntó Franco.
– Sí, respondió el cabrero. Se lo explicaré: ¿Ve usted aquellas cabras ruidosas en el pedregal, queriendo entrar en el pasto? Pues esa es la oposición. Por el contrario, compruebe cómo el otro grupo pace en silencio, comiendo, disfrutando del verde y sin prisa para abandonar la pradera. Ese es el Gobierno, siempre dispuesto a mantenerse cerca de donde hay algo que llevarse a la boca, en forma de dinero, poder o prebendas.
Debe de ser un chiste porque nunca lo vi documentado. En la explicación del cabrero queda retratado Podemos que se conforma con protestar o sacar un manifiesto, pero no moviliza a sus sicarios en la calle contra el Gobierno, ni alienta su antiguo «¡NO a la Guerra!», ni comparte pancartas con el sindicalismo esquirol. El pesebre. Todo se reduce al pesebre.
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