22/11/2024 06:44
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Cualquier jefe de Estado o de Gobierno, cualquier representante institucional que es capaz de poner su país en bandeja a los enemigos, no es digno de ese cargo. Más aún: es un traidor. Y en España se lleva consintiendo, aplaudiendo o votando a los traidores desde hace décadas. Algo que la sociedad española, en su mayoría, no considera ignominioso, ni siquiera grave. 

Acaba de decir Otegi, con mucha razón y mucha hispanofobia, y por enésima vez, que para que España sea roja, republicana y laica, anteriormente tendrá que estar rota. Y el Gobierno ha confirmado, por boca de una de sus componentes, que tiene un proyecto de país con ERC y Bildu. Con lo cual, hasta los ciegos de condición pueden entender que el frentepopulismo está implicado de hoz y coz, y a bola vista, en su segundo proyecto para destrozar a España, y ello de forma tan democrática como en la primera ocasión, es decir, aceptando las leyes cuando les benefician y quebrantando los códigos si les desacreditan o impiden sus objetivos.

 

Ergo, quienes sigan votando a estos chekistas o a sus cómplices de la derecha están absolutamente implicados en la destrucción de España, por mucho que cacareen tratando de irse por la tangente. Todos ellos, electores y elegidos de la casta política, están en el abyecto negocio de destruir a la patria, para su vergüenza y maldición. Y hay que añadir que esta tropa de sobornados y sobornables, de subsidiados y de tontos útiles ha venido muy bien a los amos del Sistema, que persiguen el mismo objetivo. Eso sí, tales amos no les perdonan letra, exigiéndoles rédito al salario que les pagan, pues los consideran meras hormigas a quienes echan migajas de cortesía.

 

Y porque los propios planificadores del globalismo saben que su Sistema es un fin en sí mismo, carente de salida y de dudoso futuro, no dejan de presionarlos, incluido el PP. Saben, además, que existe una crisis económico-social grave y larga, irresoluble, de consecuencias impredecibles o indeterminadas. En situaciones similares, los Estados clasistas, temerosos del derrumbe de los privilegios disfrutados por las oligarquías que protegen, se transforman directa y abiertamente en instrumentos de represión, aplastando cualquier atisbo crítico, sea este de inspiración política, social, sindical e incluso humanitaria y sanitaria.

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Según dónde y cuándo, la estrategia del Poder para asegurar su supervivencia contra cualquier amenaza, encauza esa actividad represiva a través de alguno -o de todos- de sus cinco formidables pilares: el policíaco-militar, el religioso, el judicial, el económico y el mediático. Y por si esto no fuera suficiente, han conseguido, o están en ello, que la ciencia rompa definitivamente con la teología, pues la sensibilidad de los nuevos ideólogos se unifica con el simbolismo de Prometeo, que es a la vez su inspiración y su marco.

 

Porque estos pergeñadores de agendas no desconocen, aunque tratan de superarlo con su infatuada supremacía, aquello de «si quieres ver a Dios reírse cuéntale tus planes». Es obvio que no conseguirán implantar sus aberrantes proyectos, porque van contra el orden natural de las cosas, y contra la naturaleza acabarán estrellándose; pero eso no debe tranquilizarnos, pues el daño que harán a la humanidad hasta que sus demenciales planes revienten será largo y terrible.

 

En lo que nos afecta, y con mayor presencia cada vez, esos cinco formidables pilares a los que anteriormente me refería, ya hace tiempo que vienen funcionando para convencer al pueblo español de la bondad de un futuro sin nada digno y noble. Y ahí estamos, inmersos en una época de pesares y de repulsivas y viles prácticas impuestas por los supremacistas y sus esbirros. Una época triste para todas las gentes de bien que ven a su país ulcerado, amenazado de ruina. Pero convencidos de que, en este mundo en decadencia, acabarán surgiendo, más pronto que tarde, nuevas voces que reparen las injurias.

 

Quienes aman a España, desean acabar con su postración y aún poseen un cierto poder intelectual, ejecutivo o financiero, deben distinguir un orden de prioridades al servicio del empeño regenerador. Una de ellas es la omnipresente batalla histórica y cultural. Porque es primordial que las elites de la masa crítica se erijan en directoras de la conciencia pública. 

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Poner el cascabel al gato consiste, hoy día, en lograr que ese pueblo ignorante, indiferente o alienado deje de estar en Babia, de modo que sea consciente, al fin, de quienes son sus enemigos, para repudiarlos, inhabilitarlos o encarcelarlos. Eso, o persistir en ese error suicida que consiste en dejar la propaganda y sus ecos en manos de los desleales y violentos.

 

 

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.