20/09/2024 09:55
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¡Qué bandazos da la política española! Salta la liebre de Ciudadanos en Murcia, y se moviliza el tablero partidista de la derecha para evitar perder sus regiones de poder, especialmente Madrid donde la presidenta Isabel Díaz Ayuso se ha afanado en dimitir y convocar elecciones regionales para evitar que su cuello se vea rebanado como el del presidente murciano López Miras.

Sociatas y Ciudadanitas son báculo del IBEX 35,  esbirros de la Agenda 2030 y criaturas del Foro de Davos. El PP es lo mismo pero más imbécil, aunque beneficiado durante décadas por el mantra del voto útil o mal menor que ya se le ha terminado desde la irrupción de Vox.

«Ciudadanos» fue parido en 2006 por el IBEX 35 como forma de desgajar a un Partido Socialista Catalán amenazante en ruina y al que tenían que salvar para el futuro, recogiendo sus restos españolistas y situándolos en unas nuevas “siglas contenedor” que serían las dirigidas por Albert Rivera. Las presidencias de Pascual Maragall y del bachiller Montilla maridadas con el filoterrorista Carod Rovira, habían situado al Partido Socialista de Cataluña como la escoria que siempre ha sido, y sigue siendo, pero que por aquel entonces- y con ZP en la Moncloa- poseía grados de fetidez secesionista insoportables.

Las élites económicas y mediáticas decidieron poner en escena a Albert Rivera, destinado a reconducir al votante socialista no separatista, al barcelonés y tarraconense, de las ciudades y el extrarradio, que ya olía la peste separatista en las filas del PSOE catalán.

En 2015, y con 40 escaños en las Cortes generales, Albert Rivera murió de éxito prematuro: abandonó el antiseparatismo militante con el que tanto daño había hecho al cobarde e inútil Rajoy para abonarse a la nadería ideológica llamada ‘centrismo’. Se convirtió entonces en la muletita de Rajoy para su investidura, y con ello periclitó a su partido que hasta entonces había sido el flamante españolista al que habían acudido muchos desencantados del Partido popular.

La heredera de Albert, Inés Arrimadas, abandonó en 2018 Cataluña para apoltronarse en las Cortes generales de Madrid, y lo hizo justo cuando el españolismo catalán harto de la traición rajoyana, le había entregado 36 escaños en unos comicios catalanes y tras el fatídico golpe de Estado del 1 de octubre de 2017.

Rivera fracasó en las elecciones del 10 de noviembre de 2019 al protagonizar una campaña electoral donde todos los días y a todas horas se presentaba con un discurso diarreico, de reconciliación y buenismo y donde la apelación a Adolfo Suárez era tan constante como miramelindo era el propio Rivera respecto a su imagen física y sus postureos.

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Tras el naufragio electoral de 2019, los diez escaños de Ciudadanos capitaneados por Inés Arrimadas se convirtieron en la peana para las leyes del socialcomunista Pedro Sánchez, para el ilegal Estado de alarma confinador, para el antifranquismo oficial y para el cordón político anti Vox.

El centrismo ciudadanita y pepero se estrelló estrepitosamente en los pasados comicios catalanes, donde el PP se quedó con 3 escaños, y Ciudadanos con 6 habiendo perdido 30 respecto a las elecciones de 2017. El gran vencedor de la cita fue la derecha desacomplejada y españolista de Vox que de 0 escaños paso a 11 tras la campaña electoral más hostil y matonista que se recuerda desde la de febrero de 1936 que le dio el pucherazo electoral al Frente Popular.

Ahora que Ciudadanos está amortizado, da sus últimos coletazos para pedir limosna al PSOE de Murcia y para vender los restos de su naufragio a los dos partidos dinásticos de los que se alimentó: PP y PSOE. Ciudadanos es un pollo sin cabeza.

Las conclusiones son evidentes. El viaje al ‘centro’ es un absurdo y un fracaso que hundió a Ciudadanos y que el PP, de forma estúpida, pensó que le venía bien cuando no tenía ‘enemigos a su derecha’; era la época de la carta blanca de los peperos para traicionar al electorado conservador con impunidad…hasta que llegó Vox.

Ciudadanos hace honor a ese ‘centro’ sedicente y traidor, inaugurado por Adolfo Suárez con su Unión de Centro Democrático, pero también aplicado por Manuel Fraga cuando 1976 presentó a Alianza Popular como “partido del centro derecha”. En ese “centro” refundado por José María Aznar para izquierdizarlo y así encamarse con los separatismos entonces de Pujol y Arzalluz, es donde también milita Pablo Casado, y de donde ha tenido que huir Isabel Díaz Ayuso para no sucumbir a la derrota cuando el centrito bastardo de Ciudadanos ha sacado su daga.  

Auguro que Vox, si sigue representando una limpieza ideológica coherente y honesta donde no hay contradicciones, cobardías ni electoralismos – DONDE NO HAY ‘CENTRO’- gobernará España más pronto que tarde.

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Ante el irresistible ascenso de Vox y ante un Pablo Casado amortizado, Díaz Ayuso se ha “derechizado” un poquito. Rompe con Ciudadanos y convoca elecciones ante la inminente puñalada trapera que le  esperaba de la mano de su “centrista” socio de gobierno.

La presidenta madrileña justifica la ruptura de la coalición de gobierno, entre otras cosas, por la necesidad de evitar el “adoctrinamiento en las aulas” y de defender valores permanentes contra el socialismo. ¡Sorpresa!: hace un año, cuando Vox puso sobre la mesa el debate sobre el adoctrinamiento sexual e ideológico en las aulas planteando la necesidad de un mecanismo que permitiese a los padres evitar la perversión de los comisarios LGTB sobre sus hijos, Ayuso no sólo negó la existencia de ese adoctrinamiento sino que se opuso a la propuesta del PIN parental de los de Abascal.

Un año después la presidenta madrileña parece abandonar a marchas raudas el “centrismo”.  Ya no es tampoco aquélla que en 2015 defendía a capa y espada a la entonces presidenta Cristina Cifuentes cuando ésta aprobaba la infame Ley LGTB de Madrid que introducía la ideología de género en las aulas y por la que Ayuso votó a favor en la Asamblea autonómica.

En 2015 la hoy presidenta de Madrid mantuvo un acalorado debate con nuestro director Eduardo García Serrano, donde no contenta con defender a la feminista Cristina Cifuentes, justificó la necesidad de ser de “centro”, de saltarse a la torera los programas electorales y de tachar a Vox de “partido que no levantaría más de 3 concejales en toda España”.  “¡Cómo hemos cambiado!”, le espetaba García Serrano, que la conoció en una etapa juvenil donde la joven Ayuso flirteaba con el falangismo.

Pues eso, Ayuso: ¡Cómo hemos cambiado!

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Jose Miguel Pérez