20/09/2024 16:43
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La ministra quería volver a casa «sola y borracha», continuó con su credo de falsa igualdad, pero sigue sin saber que la regla de metro tiene cien centímetros y diez decímetros.

No me explico cómo ha sobrevivido la ciudadanía hasta ahora sin un Gobierno socio-comunista. Hemos tenido que esperar a que llegara este esperpento de Ejecutivo para que comprobáramos lo que nos hemos perdido de la historia. Jamás un Gobierno precisó de la mentira, la insensatez, la estupidez, la patraña y la chulería para sacar adelante la nada.

Ha caído tan bajo la mayor parte del sobredimensionado Ejecutivo que hasta la vicepresidenta económica recurre habitualmente a la mentira para justificar su mala gestión y peores artes, sus caducos hábitos y sus nefastas previsiones. Hasta el departamento de economía del BBVA y el BCE apuntan con el dedo a esta pobre desdichada que ya ha perdido su poca credibilidad.

Hasta la golfería de Irene Montero nos ha invadido y cubierto de estupidez sin límite. Empezó queriendo volver a casa «sola y borracha», continuó con su credo de falsa y destrozada igualdad para acabar sin saber que la regla de metro tiene cien centímetros y diez decímetros. Hasta eso dice que le duele. ¡Cuánta indignidad atesora y qué afán muestra de hacer daño a las mujeres! Va en la línea del defenestrado Iglesias, que no dudó en manifestar que azotaría hasta que sangrara a la ínclita periodista, Mariló Montero: todo un machista trasnochado, despreciable y mortificador de mujeres.

 Lo que nadie estigmatizó, esta mujer esclavista, desnortada y explotadora de sus colaboradoras ha conseguido el más difícil todavía; es decir, que las mujeres encuentren trabas para trabajar, que los empresarios se lo piensen dos veces antes de contratar a mujeres jóvenes –cosa que ya se superó hace tiempo—y que se estigmatice la propia igualdad.

Para este tipo de seres caducos, anquilosados, bocazas y verduleros como la ministra de Igual Da — dicho es con todo mi respeto– el feminismo a la española no es igualdad, no consiste en desarrollarse y trabajar en igualdad de oportunidades junto con el hombre o disfrutar de la igualdad de derechos. Para esta tipología de «mosquitas trompeteras» el feminismo es alcanzar la confrontación con el hombre y volver a la trasnochada hipocresía del feminismo vulgar y rutinario de burdas y cutres amazonas de pensamiento limitado y amplia estupidez.

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La nefasta siempre alterada ministra de Igual Da está consiguiendo que cada día sea más difícil ser mujer y más complicado trabajar en pro de la igualdad. Floreros como Irene Montero, da igual que se rompan un día cualquiera o se estrompen de una vez para siempre. La vergüenza que atesora esta chica es el colmo de la torpeza, el patetismo y el odio mal controlado.

Hace tiempo que debió olvidar el feminismo que predica y que ni las propias mujeres creen en él, salvo para montar chiringuitos de mal gusto, peor uso del dinero público e innecesario gasto para la Hacienda Pública. Me sorprende que nadie haya hablado a la ministra del feminismo amazónico, basado en valores de igualdad, respeto y derechos de las mujeres.

Camile Paglia representa un feminismo asentado en teorías de corte social; ese corte social está inmerso en un marco político que llega a oponerse profundamente a la desigualdad de los sexos. Frente a la verdulería de la ministra Montero, el feminismo amazónico basa su defensa en el derecho de las mujeres en ámbitos sociales, laborales, políticos y emocionales. De ese feminismo es del que debe aprender con ahínco y esfuerzo el mal remedo de feminismo español.

La torpeza de nuestra ministra y sus despreciables e inútiles políticas llegan a querer trasladar a la política lo que se conoce como verdades eternas. En una ocasión escuché al siempre recordado, Juan María Bandrés, que «las verdades eternas trasladadas a la política son un primer paso hacia el totalitarismo».

Leo hoy el extraordinario artículo de Maite Rico bajo el título «Ser mujer es un asco». En él pone a la ministra Montero en los cascos de los caballos, a la vez que le da una lección magistral de lo que es ser mujer. Todo un recordatorio de lo difícil que se hace ser mujer con las atropelladas políticas de la inservible ministra: «Quiere Montero acabar con el estigma, la vergüenza y el silencio en torno a la regla. Yo no sé en qué mundo se mueve ella, pero los hombres normales no estigmatizan nada porque toda su vida han visto a sus madres, hermanas, parejas e hijas jurando cada mes en arameo, y más de una vez les ha tocado ir a la farmacia a pillar compresas o tampones que se anuncian a ritmo pop en televisión».

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Claro que la regla es para la mujer «un universo compartido», pero no van dando la matraca a nadie con el tema. Lástima que la barragana del exmarqués de Galapagar no haya leído el artículo de Maite Rico: para ella sería fuente de aprendizaje, realismo e incentivo para no seguir aventando brutalidades de las que en comisión y en Consejo de ministros recibe zasca tras zasca, como los que se ha llevado del ministro Escrivá y del exministro de Justicia, Juan Carlos Campo.

El ministerio de Igual Da  –donde juegan y sestean a diario Irene Montero y sus sectarias chicas para lo que Igual Da– debería ser como una empresa seria. Decía José María Aguirre que «las empresas son como las vacas: O se las mima y ordeña todos los días o se las lleva al matadero». ¡Por Dios, que alguien lea esta reflexión a la barragana con jardín, piscina, pitufos despintados y setos acumulados gracias a lo que ella, por ignorancia y ceguera, desprecia!

Frente a la actitud torpe y miserable de Irene Montero –-reitero mis respetos– nunca es tarde para que aprenda que «la belleza es la otra forma de la verdad», en palabras de Alejandro Casona.

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Jesús Salamanca Alonso