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Muchos católicos se confiesan de tener “malos pensamientos”, sin especificar a qué se refieren, porque si son pensamientos tentadores contra alguna acción inmoral, entran dentro de las naturales tentaciones a las que todos por nuestra condición humana nos vemos rodeados, como pruebas que el Señor permite y en las que demostramos o nuestra fragilidad pecadora, o nuestra fortaleza frente al mal.

El sentimiento hacia el mal, no necesariamente conlleva el consentimiento del mal. Por eso en el Padre Nuestro, no pedimos no tener tentaciones, sino no caer en ellas… Sentir no es consentir. El mismo Cristo permitió tener tentaciones para danos ejemplo de vida, superándolas.

El mal pensamiento, pues, solo es pecado condenado por el noveno Mandamiento cuando la voluntad, libre y conscientemente, decide llevarlo a cabo, aunque no llegase a ejecutarse por causas ajenas a esa voluntad, pero moralmente ya se ha pecado en la rebelión interna contra la Ley de Dios.

No es lo mismo contemplar a placer, incluso, un escaparate lleno de objetos deseables a nuestros sentidos e intereses, que planear romperle para robar sus objetos. Distingamos entre los pensamientos provocadores y las voluntades rebeldes contra la Ley de Dios. De intención mala consentida, se peca moralmente; no legal o cívicamente (cuándo no se llega a ejecutar).

El artículo del médico escritor malagueño don Juan Manuel Jiménez es genial, analizando la conducta golpista de la ex presidenta del parlamento catalán, Carmen Forcadell, encarcelada y quejosa de su situación, a pesar de los avisos personales que recibió del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, para que no diese el paso de sacar las urnas a la calle el 1 de Octubre de 2017.

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Se queja de haber sido engañada por Puigdemont y demás “socios” independentistas, y de no merecer la cárcel, como si los jueces nada pintasen frente a los actos delictivos… Pues los demás mortales españoles no hemos tenido el privilegio de tantos asesores contra nuestros posibles yerros.

Y esta chulería secesionista no se queja de las catástrofes económicas de esa región; de las milenarias rupturas familiares, que no pueden reunirse ni en Nochebuena; ni de las empresas catalanas arruinadas o fugadas; ni del turismo espantado; ni del enfrentamiento político dentro y fuera de Cataluña, con el desprestigio de ese puñado de políticos provocadores contra el orden, la justicia, la gratitud debida a los privilegios que el Estado central ha sembrado económicamente a esa valiosa región hispana en historia, literatura, militancia colaboradora con los ejércitos nacionales desde la Patagonia hasta Alaska, etc.

Se parapeta esta fanática, tirana y antiespañola reclusa en estar “perseguida” judicialmente “por sus ideas”… Es absolutamente sofístico, falaz, el argumento. Por lo que expuse previamente, los malos pensamientos, como las malas ideas, no son objeto de persecución ni sanción, sino conducen (en este caso penal, que no moral) a la realización de actos ilegales.

Si prisión preventiva, y posible condena en su día, tras haber podido defenderse en un juicio justo, no se debe a sus pensamientos más íntimos y algunos más (con los que le dé la gana deleitarse), sino por sus obras delictivas, por sus actos, por los hechos protagonizados, permitidos o consentidos.

Las ideas o pensamientos son libres como el viento y no conllevan el derecho a realizarse cuando son tentadores contra la verdad, la ley y la justicia, divina y humana.

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No confundamos la inteligencia con la voluntad, pues son facultades psíquicas de nuestra alma racional, irreductibles entre sí.

Menos falacias auto justificante y cobarde, y más objetividad exigitiva. No somos conscientes porque seamos libres. Somos libres porque antes, somos conscientes.

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Padre Calvo