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Yo voté a Vox y me siento orgulloso de haberlo hecho. Lo que no sé si será cierto lo de que hubo fraude electoral en las últimas Elecciones Generales. Parece que sí, según parece confirmar la plataforma “Elecciones Transparentes”, y su representante Pilar Baselga, a la que nadie rebate porque saben que no hay argumentos para hacerlo..
Por eso me siento concernido por las palabras insultantes del comunista Pablo Iglesias ofendiendo gravemente a la diputada María Ruiz en la sesión de control de este martes pasado en el Congreso. Palabras que deberían haber sido corregidas por la presidente de la Cámara, en virtud de Reglamento de ese Parlamento convertido, por obra y gracia del contubernio de izquierdas y nacionalistas de todo pelo, en una especie de patio de verduleras (con perdón hacia las mujeres que ejercen esa digna profesión que tan necesaria es para la alimentación).
El vicepresidente del Gobierno de España ─no podemos caer más bajo─ atizó a la educada y elegante María Ruiz, que hizo un discurso impecable desde el punto de vista de la cortesía parlamentaria, con adjetivos de este tenor: “parásito” “inmundicia” “miserables” además del ya consabido de “fachas” que en mis tiempos de conquista de la libertad equivalía a totalitarismo, autoritarismo, opresión. Esa palabra en la boca del representante comunista en España es un oxímoron, porque él es el totalitario por excelencia y llama fachas a los que luchamos por la libertad. Algunos hoy y en tiempos de Franco.
Es una buena paradoja. Claro, que Iglesias, por su edad, no conoció una dictadura autoritaria que no fascista, en palabras de Stanley G. Payne, el historiador. Por eso, este joven malcriado e ignorante, que no ha madurado, no tiene ni pajolera idea, más allá de sus monocordes lecturas.
El diputado Iglesias hizo un alarde apologético del comunismo, sin mencionar a Paracuellos, a los 100 millones de muertos que suman las víctimas de los regímenes comunistas, ni a que Carrillo facilitó la entronización de la democracia en España para salvar el culo por sus crímenes contra la humanidad y escapar de un Régimen ya superado que le hubiera aplicado la justicia que merecía. Y tampoco cita que la ley de amnistía que en aquellas fechas de transición perdonaba las culpas de uno y de otro lado en aras de una concordia y un punto y aparte, para restablecer una convivencia entre españoles enfrentados por una guerra fraticida. Esa Transición es la que Iglesias rechaza así como a una Constitución que pretende tumbar junto al modelo de Estado, que es una monarquía parlamentaria que ha permitido que vivamos en relativa paz hasta que ha llegado él a la política junto a sus compañeros de batallas los del clan de ETA y los amigos del escrache. Que venga él a darnos clases de democracia es una paradoja difícilmente digerible para estómagos delicados como el mío, tras años de opresión terrorista en Vascongadas y once años con escoltas por una única culpa, la de combatir contra el totalitarismo para alcanzar la libertad. Este personaje no nos va a enseñar a los votantes de Vox lo que es libertad y democracia. Solamente nos faltaba eso.
Pero tan amante que es del comunismo y de las prácticas parlamentarias voy a recordarle unas cosillas de nada sobre los demócratas socialistas y comunistas, haciendo memoria histórica.
Salvador de Madariaga, ministro en la II República y diplomático, en su libro “España. Ensayo de historia contemporánea” (1979) (página 384) se refiere a las amenazas que profirió “La Pasionaria”, tan comunista como Iglesias, en el Congreso de Diputados, previamente al asesinato de Leopoldo Calvo Sotelo en 1936, con estas palabras: “[…] entonces gritando sin tener turno oratorio, advirtió a Calvo Sotelo que era la última vez que hablaba en el Congreso. <Esta es tu último discurso>”.
Y dice que “Calvo Sotelo, respondió dirigiéndose al presidente que acababa de recriminarle por su percepción acerca del significado del ejército, solicitando que rectificase, con estas palabras <Señor, mi vida podéis quitármela, pero más no podéis. Es preferible morir con gloria que vivir con vilipendio>”
Por eso, estos, siguen empeñados en quitarle la gloria que mereció.
“El 13 de julio de aquel año de 1936 –sigue narrando Madariaga─ Leopoldo Calvo Sotelo fue asesinado por milicianos socialistas, miembros de “La Motorizada”, vinculados a Indalecio Prieto. Entre ellos su escolta, el capitán de la Guardia Civil Fernando de Conde y quien fuera su guarda espaldas, Luis Cuenca Estevas”. La importancia de este hecho lo reflejó el propio Indalecio Prieto en “El Liberal” de ese día: “La trágica muerte del Señor Calvo Sotelo servirá para provocar el alzamiento […] será una batalla a muerte, porque cada uno de os dos bandos sabe que el adversario si triunfa no le dará cuartel” Tanto estas palabras como las de Largo Caballero, después, mostrarán desde la óptica del historiador que la izquierda buscaba el enfrentamiento, cosa que logró, para hacer la revolución, porque ese era el paradigma estalinista de la revolución de Octubre del 17 del siglo pasado en Rusia que trataban de importar a España. Evidentemente les salió mal la jugada.
“En la sesión del 1 de julio de 1936 el diputado socialista Angel Galarza Gayo ratificó la amenaza de la Pasionaria, legitimando el empleo de la violencia contra Calvo Sotelo por <erigirse en jefe del fascismo y querer terminar con el Parlamento y los partidos> dirigiéndose a Calvo Sotelo: <Pensando en su señoría, encuentro justificado incluso el atentado que le quite la vida> Los diputados de centro y de derecha protestaron. En el tumulto originado se oyó a la Pasionaria gritar: <Hay que arrastrarlos>”.
Y cumplieron su palabra 15 días más tarde
Hay que destacar que la misma información dio Tarradellas por aquellos años de comienzos de la democracia, en una entrevista concedida y reflejada en el número 33 del diario “Época”, en 1985, ya que fue testigo de los hechos.
El antecesor de Pablo Iglesias de igual nombre y apellido, fundador del PSOE, tampoco fue manco en esto de las amenazas. En sede parlamentaria pronunció estas palabras:
“Queremos la muerte de la Iglesia”
Y….” Hemos llegado al extremo de considerar que antes de que su Señoría [dirigiéndose a Maura] suba al poder debemos llegar al atentado personal”. Y cumpliendo su palabra, quince días más tarde, el militante socialista Manuel Posa Roca hirió con dos disparos a Antonio Maura.
Conociendo a este personaje émulo de aquel, me estremezco pensando lo que es capaz de hacer, cuando ya estamos viendo por donde se atisba su guión, hurtándonos, con la excusa de la Pandemia, de unas libertades y derechos constitucionales “sine die” y agrediendo verbalmente de forma grave a quien esté en posiciones antagónicas a él. Y mientras siguen manejando los hilos del “diseño” como si el país fuera suyo. O, lo que es peor, a quienes hacen un relato objetivo, fundado en supuestos hechos de, cuando menos, negligencia con efectos de homicidio temerario de personas que deberían ser protegidas por estar indefensas y ser personas amparadas por la Declaración de Derechos Humanos y nuestra Constitución, que está en fase de demolición, que van a ser, o están siéndolo, denunciados en sede judicial.
Que Dios nos pille confesados si nadie lo remedia.
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