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Por aquellos 18 de julio famosos pasaron la flor de la música española: Imperio Argentina, Concha Piquer, Juanita Reina, Lola Flores, Paquita Rico, Juanito Valderrama, Sara Montiel, Marisol, Roció Dúrcal, Manolo Escobar, Rosa Moreno, Julio Iglesias, Víctor Manuel, Raphael, Massiel entre otros muchos que están en la Historia y viven todavía

Hay que haberlo vivido para poder entenderlo… y yo lo viví y lo entendí (entonces, ahora no) ¿Se pueden imaginar hoy a alguien pagando en las reventas una entrada para acudir a una fiesta de Franco, Caudillo y Generalísimo de la España victoriosa?

Pues, eso se vivía en España, se vivió, durante los años 50,60 y hasta 1975. Gentes que buscaban en el Mercado Negro una entrada para poder asistir a las fiestas que organizaba Franco en la Granja de San Idelfonso, donde, el día 18 de julio, con motivo del Aniversario del 18 de julio de 1936.

Un acto mitad oficial y político mitad lúdico que llenaba los periódicos del día siguiente con lujo de fotos y paginas de “negrita” y caras famosas.

El acto oficial era una presentación del Cuerpo Diplomático acreditado ante el Régimen, que presentaban o repetían la presentación de credenciales, y por orden de valoración, personajes del Consejo del Reino, las Cortes y los Tribunales de Justicia, Ministros (todos), Consejeros Nacionales, Diputados del Gobierno, Procuradores en Cortes y etc.

Luego había dos listas más: la de los amigos del Régimen, los “patas negras” del Movimiento y los amigos de la familia Franco… y por ultimo la lista de los invitados lúdicos. O sea, los cantantes, actores o figuras del folclore español y sus familiares.

¡ERA LA FIESTA DEL AÑO!

¡Una historia en toda regla, era la gala del año y el “bum” de modistos y periodistas del corazón! (que entonces eran más bien del estómago) y un derroche (el único que se permitía Franco) de “manjares” gallegos, vascos, catalanes, valencianos, andaluces o castellanos.

Y allí aparecía la flor innata del Régimen de la Victoria y los “estrellados generales”, con sus condecoraciones y sus cruces históricas ganadas en los campos de batalla de toda España.

Era también el “mercadillo” del Rastro anual, donde se podían vender o comprar invitaciones sin nombre para añadirlo después con los apellidos de los vendedores.

 

Concha Piquer y los “ojos verdes”

Pero bien, dicho lo cual me complace reproducir un texto que describe las “Fiestas de la Granja”:

“Fuera de su dedicación a la caza y a la pesca de salmones, que eran sus distracciones favoritas como es harto sabido, poco se sabe de los ratos que dedicaba al ocio; si acaso los ratos en los que pintaba acuarelas o al óleo, o viendo en televisión retransmisiones deportivas o determinados espacios de noticias o de evasión. Francisco Franco, anterior Jefe del Estado durante cuatro décadas, nunca iba al teatro, tampoco al cine (disponía de una sala en el Palacio de El Pardo, donde le proyectaban estrenos muy seleccionados). En cuanto a sus aficiones musicales, tenía cierta predilección por la ópera Marina, y alguna otra pieza de zarzuela. Y poco más. 

Únicamente cada año, llegado el 18 de julio, asistía en los jardines del Palacio de La Granja (Segovia) a una recepción al Cuerpo Diplomático seguida de una gala artística en la que junto a algunas figuras de la danza y la música clásica tomaban parte nuestras más populares artistas de la canción española. Su favorita era Juanita Reina. Ella misma me contó: «Canté para el Caudillo durante quince años, en aquella fiesta, y antes recuerdo haberlo hecho en el Palacio de Oriente y alguna vez en El Pardo. Franco solía detenerse ante mí, después de saludar a otros artistas, para decirme: ‘Te seguimos, Juanita…’ Y yo me emocionaba, claro. También yo le gustaba mucho a doña Carmen, con mis coplas, quien el día que me casé me mandó una pieza única de catálogo, como regalo. Decían que yo me parecía físicamente a su hija Carmencita la que una vez que le canté Los churumbeles me dijo que le encantaba y que a ver si podía remitirle la letra». Franco también contemplaba con deleite las películas de Juanita Reina: Lola la piconera, La Lola se va a los Puertos… 

 

Concha Piquer.

 

Rival de Juanita Reina, dueña entre los años 40 y 60 de una gran voz, era Concha Piquer, anterior a ella por edad y carrera profesional, quien en la historia de la copla está considerada la mejor. No la trató bien el Régimen franquista, multándola en más de una ocasión. No se metía en política, pero no comulgaba con aquella dictadura (todo lo contrario a lo que ha publicado un poeta mal informado e ignorante de cuanto fue esta gran estrella). Pero tuvo que acudir dos veces a cantar ante Franco, la última en 1953, y otra en una cacería, donde interpretó la mejor de las coplas de la historia del género, «Ojos verdes». Retiróse a cambiar de vestido y descansar la artista cuando ante ella llegó el Jefe de la Casa Civil de Su Excelencia, Fuertes de Villavicencio: «Que ha dicho el Caudillo que si puede volver a cantar «Ojos verdes». Y Conchita Piquer, con una templanza que ninguna de sus colegas hubiera tenido, respondió: «Dígale que en este precioso momento me dispongo a merendar y que si quiere escucharme de nuevo en esa canción le reservaré un palco en el teatro donde actúo y no tendré inconveniente en complacerle». Ya nunca más la invitaron desde el Palacio de El Pardo. 

 Juanito Valderrama fue más condescendiente y se avino a cantarle a Franco una copla que le encantaba: El emigrante. El cantaor, me confió lo que le dijo el Jefe del Estado: «Lo felicito porque eso que usted canta es muy patriótico». Y me añadía: «No comprendía Franco que «El emigrante» era casi una premonición de la canción protesta que vino mucho después, pues significaba en la letra la desdicha de muchos españoles que tenían que emigrar en aquellos años 50 porque en España no había trabajo para ellos». Se hallaba junto a Juanito Valderrama en aquella cacería el tenor donostiarra Luis Mariano, quien con su familia, desde su Irún natal, hubo de exiliarse en Francia hasta que gracias a sus portentosas cualidades vocales llegó a ser «el rey de la opereta» en el teatro Châtelet, de París. Le comentó a Juanito que a él, cuando iba a actuar para un Jefe de Estado solían sentarlo a su lado. «Pero aquí es distinto con Franco», le respondió el cantaor. 

Tenía no obstante Luis Mariano una fuerte personalidad y se atrevió en una posterior recepción tras cantarle un 18 de julio en La Granja a pedirle que le permitieran a sus progenitores regresar a España, pues no disponían de pasaporte, al haber huido hacia la frontera francesa con lo puesto, en plena guerra civil. Pocos, tal vez ninguno de los artistas que actuaban ante él, tuvieron la osadía de solicitarle algo parecido. Pero, comprensivo, sabedor de que Luis Mariano nunca quiso aceptar la ciudadanía francesa, como muchas veces se lo propusieron, y siguió proclamando su españolidad, lo complació autorizando a sus padres a que pudieran regresar a Irún, debidamente acreditados como españoles también. 

 

Lola Flores.

 

Quien nunca dejó de atender las invitaciones para cantar en el Palacio de la Granja fue Lola Flores, que no dejó de sentirse franquista hasta la médula (como después, proclamada la Monarquía de nuevo en España fue devota juancarlista de todo corazón) y en su casa, en lugar preferente, colocó una fotografía autografiada con dedicatoria a La Faraona. En una ocasión, llegado el momento en el que Franco pasaba a su lado, Lola Flores se puso a llorar como una Magdalena «por efectos de la emoción al verlo y porque yo estaba embarazada de mi segundo hijo». Y en esa situación, el Caudillo le dijo, llamándola por el diminutivo de su nombre: «Pero, ¿por qué lloras, Lolita? ¡Si tú eres la alegría de todos…! Si acaso, quien debería llorar sería yo, que estoy lleno siempre de problemas…». Lola Flores, por cierto, estando ante las cámaras de televisión se dirigió a la entonces primera dama, doña Carmen Polo de Franco, llamándola «La generalísima», lo que a éste le provocó una espontánea carcajada.

 

Tenía también Carmen Sevilla en su domicilio una fotografía de Francisco Franco saludándola, con una amplia sonrisa (lo que en él no era muy habitual) en tanto la estrella portando una canastilla de flores le correspondía con su risueño y bello semblante. Le pedí a ella que me contara algo sobre aquel instante en el que el oportuno fotógrafo tomó semejante imagen: «Franco se rio mucho conmigo cuando al decirle previamente que yo había estado en Egipto en los días de la guerra del Canal, me pidió que le relatara aquella experiencia. Y por la forma con la que se lo conté, debí hacerle mucha gracia y no pudo contener esa risa que se advierte en la foto». También Carmen Sevilla era otra de las favoritas del Generalísimo, y le entretenían mucho sus películas. 

 

Otro de los artistas que iba con gusto a cantar ante Franco era Antonio Molina. Armado de valor, tras interpretar ‘Soy minero’ y ‘Cocinero, cocinero’, le preguntó a Franco si podía pedirle un favor. Asintió éste y lo que le solicitó el cantaor malagueño fue una licencia de importación para hacerse con un «haiga» americano, que no era fácil conseguir ni siquiera teniendo millones. Franco, lo dirigió al Ministro de Industria y Comercio, el señor Arburúa, que no tuvo más remedio que hacer realidad aquel deseo del creador de «Adiós mi España querida».

 

Posiblemente no iba contento a actuar en los jardines de La Granja el gran humorista Miguel Gila, cada 18 de julio en que era convocado. Sus ideas izquierdistas no eran desconocidas en el entorno del organizador de aquella fiesta, Fuertes de Villavicencio. Pero Gila era, a finales de aquellos años 50, el cómico más popular, que además, por lo visto, le hacía mucha gracia a doña Carmen Polo. Haciendo de tripas corazón, como comentaría ya en tiempos de la Transición, Gila llegaba a la plataforma desde donde debía actuar, y ante el Jefe del Estado y sus ilustres invitados, soltaba aquello, vestido de «guripa»: «¿Oiga, es el enemigo? ¡Que se ponga…! Y Franco se reía con aquellos monólogos del inolvidable Gila, quien contaba que había estado en la cárcel y al cumplir su condena salió a la calle y gritó: «¡Libre, estoy libre!, instante en el que un peatón se le subió encima, porque no había encontrado disponible un taxi.”

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(Manuel Román – Libertad Digital)

 

Música culta y popular

 

“Además del veterano Joaquín Turina (muerto en 1949), Joaquín Rodrigo fue la figura más importante de la música culta española del franquismo (Concierto de Aranjuez, 1940). Asimismo, también dispuso de directores de la talla de Ataúlfo Argenta, e intérpretes excepcionales como Nicanor Zabaleta (arpa), Narciso Yepes y Andrés Segovia (guitarra española). Los compositores rupturistas de la generación del 51 (Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola, Luis de Pablo), no alcanzaron reconocimiento público hasta muchos años más tarde. La danza española se codificó con Vicente Escudero (Decálogo del buen bailarín, 1951), y se desarrolló con artistas de la talla de Carmen Amaya, Antonio el Bailarín y Antonio Gades.

 

Con la formación del primer Gobierno Regular se establecieron distintos Servicios Nacionales. Entre ellos, el Servicio Nacional de Bellas Artes, dirigido por Eugenio d´Ors a través del que se abordó la cultura y la vida musical española desde ámbitos distintos. Se nombró a Manuel de Falla director del Instituto Español (aunque este rechazó el cargo) y se aplicó una lectura más nacionalista a su obra. Se realiza un nuevo intento de creación de la ópera nacional y, con ello, resurge una brillante generación de cantantes de ópera (Victoria de los Ángeles, Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen, Montserrat Caballé). Toda la actividad musical del país se encontraba regida por el organigrama definido desde estos Servicios Nacionales.

 

Los folklores regionales fueron revitalizados a través del extenso trabajo de rescate y recopilación de Coros y Danzas (Sección Femenina de Falange); y de esfuerzos individuales como el del dulzainero segoviano Agapito Marazuela. La música popular estuvo presidida por la denominada canción española, en la que intérpretes como Imperio Argentina, Concha Piquer, Juanita Reina, Juanito Valderrama o Lola Flores ponían voz a la obra de compositores y poetas de extraordinaria calidad, como Quintero, León y Quiroga. Además de las folclóricas o tonadilleras, los protagonistas de la canción ligera más del gusto del Caudillo y su esposa acudían a las galas benéficas y a las recepciones presididas por éstos; no obstante muchos han procurado distanciarse posteriormente (Sara Montiel, Marisol, Rocío Dúrcal, Manolo Escobar, Rosa Morena, Rafael, Julio Iglesias, Víctor Manuel, etc.)

 

El jazz en España se desarrolló en un entorno minoritario y elitista. La introducción de la denominada música moderna o juvenil a partir de los años 60 (pop y rock) comenzó de forma minoritaria e incluso, a medida que se expandía, fue ridiculizada (Concha Velasco y Tony Leblanc interpretando La chica ye-ye, en Historias de la televisión de Sáenz de Heredia, 1965; gestión de la visita de The Beatles, 1965); pero se procuró su integración en los cauces de la industria discográfica (canciones del verano, participación en el festival de Eurovisión —ganado en 1968 por Massiel con una canción del Dúo Dinámico que se impidió cantar en catalán a Joan Manuel Serrat—, vinculación a la música clásica —Himno de la Alegría de Waldo de los Ríos y Miguel Ríos, 1969—). La canción protesta o de cantautores fue utilizada como un mecanismo de oposición (Els Setze Jutges —entre los que se contaban Joan Manuel Serrat, Maria del Mar Bonet y Lluís Llach—, Luis Eduardo Aute, Rosa León, Raimon, Cecilia, Paco Ibáñez, Chicho Sánchez Ferlosio —hijo del falangista Sánchez Mazas y hermano del novelista de los 50—).”

 

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Monumento a Lola Flores 

Especial interés despertó en la Prensa del día siguiente la petición que le hizo Franco a Carmen Piquer para que repitiera los “Ojos verdes” y la respuesta que la famosa le dio al pobre Fuertes de Villavicencio que no sabía dónde esconderse: «Dígale que en este precioso momento me dispongo a merendar y que si quiere escucharme de nuevo en esa canción le reservaré un palco en el teatro donde actúo y no tendré inconveniente en complacerle».

 

Si quieren ver y oír un video de Concha Piquer cantando los “Ojos verdes” y otro de Lola Flores cantando “Ay pena, penita, pena” pueden verse en esta misma página. 

Concha Piquer: 

Lola Flores: 

 

Las fuentes de la Granja

 

Sin embargo, el mayor éxito de esa tarde noche era el paseo por los jardines de la Granja y sobre todo por el repaso a las grandiosas fuentes.

Porque a Franco se le llenaba la boca hablando de sus “fuentes”

Entre las 26 destacan estas:

La Fama

Fama celebra su victoria tocando su trompeta a lomos de Pegaso mientras la Ignorancia y la Envidia, personificados por guerreros vencidos, caen del peñasco sobre el que se encuentra la diosa. Situada a la derecha de la puerta principal, en el parterre de tejos y boj al que da nombre, esta fuente tiene un estanque circular de treinta y dos metros cuadrados y cuenta con veintiún surtidores. El chorro central, que sale de la trompeta de la diosa, alcanza los cuarenta y siete metros de altura.  

 

Baños de Diana

Acteón toca la flauta mientras Diana disfruta de un baño ayudada por sus ninfas. Esta fuente representa el momento antes de que la diosa se dé cuenta de que Acteón la está mirando y desee convertirle en ciervo, deseo que se cumple y que provoca que el hijo de Aristeo acabe devorado por sus propios perros. El conjunto escultórico da la espalda a un alto murallón en cuyo cuerpo central hay un jarrón con flores y en sus laterales dos pilastras que, con sus diferentes niveles decrecientes, hacen que el juego del agua al caer sea espectacular. Esta fuente fue la última en construirse.

La Selva

Vertumno, dios de las estaciones, no cesa en el empeño de disfrazarse para que su amada Pomona, diosa romana de los frutos ensimismada en sus cultivos, le haga caso y se enamore de él. Formada por un gran estanque dividido en cuatro, la fuente refleja el momento en el que Vertumno finalmente consigue su objetivo y destapa su identidad cuando Pomona se rinde a sus encantos.

La Carrera de Caballos

Situada a la izquierda del Palacio se trata de una de las fuentes más espectaculares de todas y está compuesta por seis: la Fuente de los Caracoles, la del Abanico, la de Neptuno, la Fuente de Apolo, la de la Media Luna y la de Andrómeda. Las tres que hacen referencia a los dioses representan escenas mitológicas referentes a ellos.

La Cascada Nueva

Situada delante de la fachada del Palacio se encuentra esta espectacular fuente formada por tres diferentes, entre las que llama la atención La Cascada, es un descenso de agua simulando escaleras. En la base de la caída está la Fuente de Anfítrite y en el estanque de la parte superior la de las Tres  Gracias. 

Las Ocho Calles

Se trata de un conjunto de ocho fuentes que representan a Saturno, Minerva, Hércules, Ceres, Neptuno, La Cibeles, Victoria y Marte. En cada una de ellas nace una calle y todas desembocan en una plaza circular desde la que se ven todas las fuentes y en cuyo centro hay estatua de Mercurio llevando en brazos a Psiquis.

Los Vientos

Estanque circular dedicado a Eolo. El dios se encuentra encima de un peñasco encerrando a los vientos, personificados por cabezas de niños, en un odre.

Canastillo

Esta fuente no tiene referencia mitológica y era una de las preferidas de la Infanta Isabel por la vistosidad de sus juegos de agua. El surtidor central del Canastillo eleva su chorro hasta veinticinco metros de altura mientras que la presión de los treinta y dos surtidores oblicuos que tiene en el borde hacen que el agua salga fuera de la fuente.

Las Ranas

Representa el castigo de Júpiter a los aldeanos por negarse a dar agua a los hijos de Latona, Apolo y Diana, convirtiéndolos en ranas. De sus bocas surgen grandes chorros dirigidos al centro de la fuente.

 

Por la transcripción Julio MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.