24/11/2024 23:59
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Todos los años por estas fechas recordamos a dos hombres que fueron secuestrados y después asesinados por la barbarie. En un caso, por la barbarie socialista y comunista; en el otro, por la barbarie etarra, que es también marxista. Me refiero, por supuesto, a José Calvo Sotelo, cuyo crimen dio origen al alzamiento nacional de julio de 1936, y a Miguel Ángel Blanco Garrido, concejal del PP en Ermua, disparado en la nuca mientras tenía las manos atadas hace ahora 23 años.
 
De las pocas cosas de provecho que deberían aprender los pueblos a lo largo de la historia, una de ellas consiste en no repetir errores del pasado y aprender de los fallos cometidos. Pero por alguna razón, en España hacemos exactamente lo contrario: ignorar los fallos de bulto y repetir obsesivamente todo lo malo que se hizo en el pasado. Y causa estupor y vergüenza comprobar que los colegas de los asesinos de Miguel Ángel Blanco asientan hoy sus posaderas en el Congreso de los Diputados, mientras que los herederos políticos de los asesinos de José Calvo Sotelo están nada menos que en el Gobierno de España. Curiosa manera la nuestra de aprender de los errores.
 
Hoy casi nadie se atreve a recordar al joven concejal de Ermua, porque hacerlo supone negar la falacia de que ETA ha sido derrotada por el Estado. El día que mataron a Miguel Ángel hubo una nutrida parte de la sociedad española que perdió el miedo a los pistoleros y estaba decidida a enfrentarse a ellos incluso con las mismas armas, si fuese necesario para proteger nuestra libertad y nuestras vidas. Pero ese arranque de gallardía, parecido al que echó a patadas a los gabachos de la piel de toro doscientos años atrás, fue ahogado y neutralizado por los políticos del Sistema, que naturalmente necesitaban y necesitan a ETA y a su entorno para seguir con sus mentiras y traiciones. Y la rebeldía quedó en nada, porque enseguida, a las pocas horas, llegaron las manitas blancas y las proclamas democratistas de todo a cien, con el vergonzante «ETA, aquí tienes mi nuca» como símbolo de la rendición.
 
Sesenta años antes del crimen de Ermua, el diputado por Renovación Española José Calvo Sotelo había sido sacado a culatazos de su casa, en presencia de su mujer y de sus hijos. Su crimen era…, ser de derechas. Aquella noche de julio del ´36, el abogado se despidió sereno de su esposa, sabiendo que no la volvería a ver nunca más. Sus captores, unos rufianes al servicio del socialista Indalecio Prieto (con un tal Luis Cuenca al frente), no dudaron en asesinar al diputado conservador de un tiro en la nuca, abandonando su cadáver en una cuneta solitaria. Es la manera como han entendido siempre la democracia los seguidores de Marx y Engels, con la violencia por delante y eliminando al que piensa distinto.
 
Aquella ideología cainita, basada en el odio, aquel Frente Popular de las checas en Madrid, aquella sed de sangre del que piensa distinto, anida hoy (lógicamente con formas y maneras distintas), en los partidos que sustentan al Gobierno de España. No hay la menor diferencia ideológica, porque de hecho éstos de ahora se declaran herederos políticos de aquellos. El odio sigue siendo el motor de su acción política. Señalar al que piensa distinto, el método de siempre para que después los chicos de la kale borroka hagan el resto del trabajo. Lo hemos visto semanas atrás sobre todo en los mítines de VOX tanto en Vascongadas como en Galicia.
 
Pero para poder constatar esta aberración moral ha sido necesario borrar durante cuatro décadas la memoria de lo que ha ocurrido en España en el siglo XX. Ha habido que manipular a los españoles, robarles la verdad, construir un relato plagado de mentiras obscenas, lobotomizar sus cerebros con un discurso facilón, pueril, pero por lo visto muy eficaz. Logrando que los hijos y nietos de aquellos españoles crean que los buenos fueron los malos, y que los malos eran prácticamente unos santos varones. Sólo así, por medio de mentiras y manipulación, es posible lograr el disparate de que una ideología que tendría que haber sido prohibida, esté alumbrando a estos personajillos que vemos a diario en el Palacio de la Moncloa.
 
Hoy hay elecciones en Galicia y Vascongadas. Todos imaginamos quiénes van a ganar y a perder. Pero lo importante no es eso, ni siquiera aunque lo vean mañana destacado en las portadas de los periódicos. Lo importante y lo dramático es que aquellos españoles de bien, asesinados por pensar distinto, por dar testimonio de coherencia y ser valientes y cabales, son hoy apenas un recuerdo vago para algunas decenas de ciudadanos. Y que dentro de poco, ni siquiera podremos nombrarlos, porque los constructores de la nueva memoria necesitan su olvido colectivo. De nosotros depende, una vez más, que puedan conseguirlo.
 

Autor

Rafael Nieto
Rafael Nieto


Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.