22/11/2024 01:14
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Antes del 18 de julio del 36, aunque dividida por la izquierda criminal, existían normas y valores que ellos se esforzaron mucho en dinamitar, sobre todo con la formación del Frente Popular. En la España contraria a esa gentuza había, a pesar de los crímenes milicianos, una simiente de viva esperanza que se sustanció en el alzamiento con una Gloriosa Cruzada que acabó, como todos sabemos, en una huida de los causantes del desastre nacional fuera de nuestras fronteras, no sin antes saquear, asesinar y robar todo lo que pudieron y en la victoria del pueblo español encabezado en nuestro Caudillo, Franco. 

Lo que vino detrás del triunfo de Franco es sabido por todos los españoles, unidad, grandeza y libertad. También reconciliación y progreso. En el testamento del Generalísimo que ese 20 de noviembre aciago leyó con lágrimas en los ojos el presidente Arias Navarro, pudimos escuchar un mensaje claro y una advertencia contundente porque los enemigos de España estaban alerta. No hicimos caso y con la vergonzosa y claudicante reforma política abrimos la puerta de nuestro ordenamiento social y político a todos esos partidos que esperaban el momento adecuado de revancha para con sus acciones desmontar la ingente obra del anterior jefe del Estado. Luego vino la Constitución del 78 y esto, junto con la cobardía de muchos artífices de esa España anterior y gloriosa, fue el germen de un cáncer que a día de hoy nos consume con unas metástasis que nos corroen convirtiéndonos en un país vacío de contenidos morales y cívicos. En una España de analfabetos uniformados con absurdas vestimentas que denotan una total falta de educación con los demás ciudadanos que tenemos, por ejemplo, que soportar, el ridículo de tíos mayorcitos caminando por las calles con pantalones cortos y absurdas bermudas. Hombres de cualquier edad que han adoptado este proceder y que no es baladí es una tendencia de una sociedad que está totalmente idiotizada y que primero con el móvil y luego con las redes sociales han convertido en una masa uniforme lo que antes era una sociedad conexionada ¿Parece exagerado? No lo es. 

En aquel 18 de julio había ideales por los que luchar y personas dispuestas a dar la vida por impedir que el crimen y el caos social se apoderara de nuestra patria y la de nuestros antecesores. Había un espíritu de lucha para devolver, y se consiguió, la dignidad y el orgullo a un pueblo que estaba harto de tanto atropello y tanta devastación. Había un sentido y honor de ser lo que éramos.
¿Qué queda ahora de todo lo que tanto costó conseguir? Nos lo advirtieron y, quien lo hubiera dicho, en muy poco tiempo han acabado completamente con España y su esencia de espíritu y verdad. Han terminado con todo el bagaje que conforma a los individuos. Han acabado con la educación en todos los niveles académicos y hemos consentido que aprobaran leyes suicidas para convertir a la sociedad en una siniestra arquitectura abocada a la inerte reacción. A la absoluta dependencia de sus resortes, que son drogas que alienan a los ciudadanos, convirtiéndoles en lo que tenemos paseando por las calles, tipos de cualquier edad, con absurdas bermudas, móviles y mochilas… Esto es lo que hay. 

La enfermedad es mortal y el que piense que el PP o VOX nos pueden salvar van listos. Todos son los mismos. Los populares son una mala y vergonzosa fotocopia del PSOE y VOX, igual que PODEMOS es un fenómeno que siendo tan populistas, tienen un futuro como poco incierto. Muy incierto. 

El enfermo está en coma irreversible. Es duro y triste afirmar que los enemigos de España han ganado, porque les hemos dejado. Han triunfado en todas las batallas y además en la guerra. Tienen todo a su favor y todas sus ocurrencias se les consiente sin protestar. Anuncian un otoño duro, pero nadie es capaz de abrir la boca. El globalismo relativista ha hecho un trabajo espléndido dando la vuelta al calcetín. En la España del móvil, las mochilas y las bermudas. En la sociedad de Netflix, internet y el veneno de sus redes sociales. En el país del reggaetón y las pateras. En la patria donde han destruido los conceptos socioculturales básicos: familia, religión, etc. Ya no se puede tener la más mínima esperanza de revertir este monstruoso disparate. No hay arreglo. En muy poco tiempo estaremos en muerte cerebral. Da igual que manden unos u otros. Todo se ha terminado. Consummatum est

Autor

Alejandro Descalzo
Alejandro Descalzo
Nace en Madrid en 1958. Estudia en Los Escolapios de San Antón. Falangista. Ha publicado 4 libros de relatos. Apasionado del cine y la lectura. Colaborar en este medio lo considera un honor.