25/11/2024 17:22
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No cabe duda de que España es un país de contrastes y contradicciones, un país donde pocas cosas son lo que parecen, donde idealizamos a personajes con pies de barro y donde creamos ídolos efímeros que conseguimos olvidar con la misma rapidez con la que llegaron. Llevamos años asistiendo a un revisionismo histórico que no parece conocer límites. Empezamos cuestionando la historia de hace 80 años y hemos retrocedido al descubrimiento de América e incluso a la reconquista. Se ponen en duda nuestros episodios más grandiosos y reivindicamos a criminales y asesinos a los que lavamos la cara y los ponemos de ejemplo.

Definitivamente, estamos rodeados de gente enferma, que no busca justicia, ni tan siquiera ajustar cuentas, tampoco podemos afirmar que estén equivocados, viendo con los ojos y la mentalidad del presente, sucesos pretéritos. Saben que obran mal y aun así, continúan con ese proceso de falsificación histórica. Lavan su pasado de terror odio y crimen, ante la pasividad de aquellos que tienen la obligación de hacerles frente y no permitir que el mal y la mentira avancen. Se aprovechan de la indigencia intelectual de casi todos, con una doble finalidad, la de engañar a los propios, a los que saben son de voluntad quebradiza y facilona, y a los contrarios, que por cobardía y miedo, acaban aceptando hechos y dichos, conociendo sobradamente que son falsos.

Los que miraron a otro lado cuando se aprobó la ley de memoria histórica de 2007, la ley de José Luis Rodríguez Zapatero, el expresidente, arquitecto e ideólogo de la España actual, aquel que se reúne a “escondidas” con Teodoro García Egea, el campeón mundial de lanzamiento de hueso de aceituna y secretario general del Partido Popular, son igual de responsables que los socialistas, en esta loca aventura de mentir y engañar para fabricar un relato histórico que jamás existió, excepto en las enfermas mentes de aquellos que la promulgaron. Un error que pagarán carísimo, ellos y todos aquellos que avisamos de las nefastas consecuencias que traería el dictar nuestra historia y forma de pensar y opinar por decreto. Los ataques continuos a la monarquía, el cuestionamiento a la institución, el blanqueamiento de organizaciones terroristas y de asesinos y criminales, el cambiar la historia de España para cambiar el pasado de organizaciones políticas como PNV, ERC, PCE o PSOE, todas ellas siglas manchadas de sangre y terror, tienen como consecuencia que la anti España en general y muy particularmente la izquierda, dé por terminado el régimen nacido de la constitución del 78 y se encuentren en la búsqueda activa de un nuevo modelo, una vez superado el anterior, cosa que por otro lado sería incluso buena para nuestro país, si no fuera porque el modelo que proponen, supondrá una limitación severa y nunca antes conocida de la libertad individual de las personas, una cercenamiento todavía mayor de la sufrida hasta el momento, y todo ello en nombre de una libertad y una democracia que dejarían de existir tal y como las conocemos en la actualidad.

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El Partido Popular se aferra a un modelo que está muerto, y está muerto entre otras cosas por su negligencia. Concedieron toda la superioridad moral a la izquierda y ella es la que acaba de decidir cuando esto se termina. Cayeron en la trampa de los consensos y la constitución del 78, de los pactos y la aprobación de leyes que iban mucho más allá de lo que los populares imaginaban. Con tal de evitar el debate y la sana confrontación dialéctica, se acobardaron pensando que esto no iba con ellos.  Hasta el Rey emérito Juan Carlos I, firmó su propia ilegitimación, al firmar la Ley de memoria histórica. Cuanto antes propongan una nueva alternativa al régimen del 78, en lugar de aferrarse a un cadáver, antes subsanarán los errores cometidos. Nada puede volver a ser lo que era, entre otras cosas, porque aquellas personalidades que nos pusieron de ejemplo, están desprestigiadas y amortizadas. Me temo que no han aprendido la lección y al igual que en el 2007, pensarán que la nueva ley de memoria histórica, tampoco va con ellos, hasta que acaben siendo perseguidos e ilegalizados y entonces será demasiado tarde. 

Autor

REDACCIÓN