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El Infante que con tan solo 27 años, fue nombrado Capitán General de la Flota de la Liga Católica, quién con su poderío y sabiduría, supo vencer a la Escuadra más grande de barcos, de el Imperio Otomano.
Murió a la edad de Cristo, con solo 33 años, ya había participado en grandes Batallas y en particular en la Batalla de Lepanto, que al derrotar al invencible, hasta entonces Imperio Otomano, salvó a Europa, de los tiranos musulmanes y Europa, le tendría que estar muy agradecida, ya que de no ser por el y sus huestes, ahora llevaríamos casi 500 años, de rodillas rezando hacia La Meca.
Hijo ilegítimo, pero reconocido por su padre el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, era lo que vulgarmente se conoce como un “Bastardo”
¡Ojalá España, dispusiera y contara con muchos “Bastardos”, como él.
Don Juan de Austria
(Ratisbona, Alemania, 1545 – Namur, Países Bajos, 1578) Militar español. Hijo natural del rey y emperador Carlos V, sirvió como militar a su hijo y sucesor, Felipe II de España. Bautizado en realidad como Jerónimo (Jeromín), fue criado en Castilla y no conoció a su padre hasta que éste le mandó llamar en su retiro de Yuste (Extremadura) en 1556. Fue Felipe II quien, siguiendo la indicación testamentaria de su padre, le reconoció como miembro de la familia real y le puso el nombre de Juan de Austria, otorgándole honores y rentas dignas de un infante (1559).
Completó su educación en la Universidad de Alcalá de Henares, pero rehusó dedicarse a la carrera eclesiástica. Su decidida vocación militar hizo que Felipe II le pusiera al mando de una escuadra para combatir a los piratas berberiscos en el Mediterráneo (1568); luego demostró sus dotes militares dirigiendo la represión de la sublevación de los moriscos del reino de Granada (1569).
Aquel éxito le permitió culminar su carrera militar, al obtener el mando supremo de la flota de la Liga Santa que formaron España, Venecia y el Papado contra los turcos (1570); frente a la estrategia defensiva que preconizaban sus consejeros más prudentes, don Juan de Austria impuso su criterio de buscar a la flota turca y hundirla, lo que consiguió en la batalla de Lepanto (1571).
Historia de Don Juan de Austria
El resonante éxito de Lepanto, que puso fin al poderío turco en el Mediterráneo, avivó las ambiciones de Juan de Austria: Felipe II hubo de descartar prudentemente sus planes de aprovechar la situación para una gran expansión territorial por el Mediterráneo; también rechazó sus demandas de ser reconocido oficialmente como infante con tratamiento de alteza.
Quizá para poner fin a sus pretensiones, el monarca le envió como gobernador a los Países Bajos (1576), puesto enormemente difícil en el que ya habían fracasado tanto el duque de Alba como Luis de Requeséns; ambos fueron incapaces de poner fin a la rebelión protestante. Para convencer al insaciable don Juan, Felipe II le insinuó la posibilidad de lanzar más adelante una invasión de Inglaterra y colocarle como rey de aquel país junto a María Estuardo.
Pronto comprendió don Juan lo inviable de aquel proyecto, mientras fracasaba día a día en su intento de contener la rebelión de los Países Bajos. Poco consiguió con su compromiso de retirar los Tercios y de respetar las libertades flamencas a cambio de que los rebeldes reconocieran la fe católica y la soberanía española (Edicto Perpetuo de 1577). Las intrigas que organizaba Antonio Pérez en la corte lo pusieron en peor situación con el rey, y los recursos que necesitaba (de hombres y de dinero) llegaban con parsimonia.
LA TRISTE MUERTE DE DON JUAN: Los personajes famosos de la Historia, cuando mueren, acostumbran a tener en sus entierros los honores, la pompa y boato que, posiblemente se merecieran cuando vivo, pero no se le hicieron en su momento. Sin embargo, no siempre es así y algunas veces, como el muerto no se queja, se tiene un trato con él que si el pobre difunto levantara la cabeza, se la cortaba a más de a uno (ver La terquedad que hizo que un obispo estuviera 366 años insepulto).
Don Juan de Austria, el héroe de Lepanto, el cual si ya murió por una complicación un tanto vergonzosa en Flandes, su traslado al Escorial.
La Historia dice que Don Juan de Austria murió en Namur (Flandes, actual Bélgica), como consecuencia del tifus o fiebres tifoideas el 1 de octubre de 1578, siendo posteriormente trasladado al Panteón de Infantes de San Lorenzo del Escorial, donde fue enterrado en loor de multitud. Lo cual hace que los últimos días del hermano bastardo de Felipe II tengan hasta un punto de solemnidad y honorabilidad.
Sin embargo; La muerte de héroe y personaje histórico, parece que se produjo en un palomar limpiado deprisa y corriendo para acogerlo y convenientemente decorado con tapices y cortinas a las afueras de Namur, lugar en el cual estaba intentando sofocar las continuas revueltas contra los españoles que asolaban Flandes y cuyo ambiente consideraba insalubre.
Oficialmente, murió por un ataque de tabardillo (tifus, vamos), que atacó a muchos de sus capitanes, pero curiosamente todos sanaron menos él. Y es que la historiografía oficial olvidó decir que el hombre padecía unas almorranas impresionantes y que los matasanos de campaña trataron de la peor forma posible -incluso para la época: No se les ocurrió otra cosa más que perforarla con una lanceta, produciéndole una enorme hemorragia, que se llevó al pobre Don Juan -de poco más de 30 años- en menos de cuatro horas… y siempre resulta más digno decir que ha muerto de «fiebres» que de una almorrana mal curada, claro está.
Por su parte, Don Juan de Austria había deseado ser enterrado en el Panteón de los Infantes de El Escorial, pero como tenía fama de trepa y su hermano, el entonces rey Felipe II, tenía la mosca detrás de la oreja con él y sus seguidores, decidió que fuera enterrado en Namur, con el homenaje de los ejércitos para los cuales era muy querido. Mucho boato, sí, pero en Flandes, para que no molestase demasiado.
A los cinco meses, Felipe II ordenó que fuese trasladado a El Escorial, pero con la máxima discreción y secretismo que fuera posible. El rey seguía con sus paranoias, y el cadáver de Don Juan, su hermano ilegítimo, era más molesto que otra cosa, por lo que se procedió a desenterrar el cuerpo embalsamado de Don Juan de Austria y prepararlo para tan largo viaje, de una forma un tanto especial.
El cuerpo, que fue arreglado -se decía que estaba igual, pero con la nariz «un poco desgastada»- y convenientemente «perfumado» (de olores, mejor no comentar), se decidió que, para un mejor transporte, el cadáver sería cortado, ¡en tres trozos!, los cuales una vez llegasen a su destino, serían recompuestos como un rompecabezas
Dicho y hecho. Se cortó la momia por dos sitios, una por el «cabo de la espina» (¿por la base del cuello?) y otra por las rodillas, de tal forma que en el momento del entierro definitivo el cuerpo estuviera otra vez entero. Se metieron las tres partes en sendas bolsas y se metieron en un cofre cerrado que sería llevado a lomos de caballo. Un mes después de haberlo sacado de la tumba, el 18 de marzo de 1579, iniciaron a pie el retorno hacia España con el cofre con los restos de Don Juan y una comitiva de unas 80 personas sin ningún estandarte de ningún tipo.
Primeramente, de Namur, se dirigieron a Nantes (Francia) y de aquí cogieron un barco que les llevó a Santander y de aquí, retomando la gris y silenciosa peregrinación, fueron a la Abadía de Párraces, en Segovia, donde: ¡Oh milagro!. todo lo gris y secreta que había sido el viaje hasta allí, pasó a ser -de golpe y porrazo- todo lujo y esplendor.
O lo que es lo mismo, que se transformó en una comitiva real, donde no faltaba ni un solo personaje influyente de la corte.
Alcaldes, capellanes, frailes de El Escorial, caballeros, incluso el secretario del rey y el obispo de Ávila con su séquito, salieron todos en procesión con el puzzle de tres piezas del cuerpo de Don Juan de Austria ya recompuesto, y puesto en un ataúd de dos puertas, que fue llevado en volandas durante los 60 km que separan la abadía de Párraces de El Escorial. Comitiva a la cual se iba añadiendo cada vez más gente a cada pueblo que pasaba y que acabó por formar un gran gentío en el momento de su entierro definitivo en el Panteón de Infantes de El Escorial el 25 de mayo de 1579
Pero ¿qué había pasado para este cambio súbito?
Tal como comentado antes, Felipe II sospechaba de la traición de su hermano Don Juan, gracias a la labor de su propio secretario, Antonio Pérez, que resultó ser el auténtico «trepa» de la función. Mientras confió en él, Don Juan de Austria y todo el que le rodeaba era sospechoso, pero cuando Felipe II descubrió el pastel, se dio cuenta de la fidelidad a ultranza de Don Juan, por lo que decidió, a última hora, darle todos los honores reales en su definitivo entierro. De esta forma, en seis meses pasó de ser -para el rey- un apestado (enterradlo lejos), a un «parece que no era tan malo» (repatriación, con desmontaje por piezas) a ser «su hermano -ilegítimo- querido del alma«, con el colofón de exequias reales y todo.
Definitivamente, lo que se tuvo que retener Don Juan dentro de su cofre para no pegarle una patada a más de uno, no está escrito.
La impresionante escultura que preside la Tumba del “Infante” Don Juan de Austria, está realizada por el escultor Galeotti Giusepe, sobre mármol de Carrara.
En ella se puede observar que la figura de Don Juan yaciente, posa con las manos sin “Manoplas” o “Guanteletes” y eso es propio de que la nobleza española, cuando un Caballero no moría en combate o en la propia batalla, las mismas no figuran puestas en sus manos, sino al pie de sus piernas, como se puede apreciar en este Video Documental..
No olvidemos, que Don Juan murió, supuestamente de Tifus, aunque se ha explicado, que su muerte no fue por tal enfermedad.
Información personal
Nacimiento
24 de febrero de 1547
Ratisbona, Baviera,
Sacro Imperio Romano Germánico
Fallecimiento
1 de octubre de 1578 (33 años)
Namur,
Países Bajos españoles, Imperio Español
Sepultura
Panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial
Familia
Padre
Madre
Hijos
Información profesional
Lealtad
Fuerza
Unidad
Conflictos
Autor
-
Empresario. Licenciado en Marketing y en Dirección de Ventas. Escritor de varios libros, sin publicar, aún. Aficionado a la escritura y a la historia de España.
Caballero Legionario que fue del IV Tercio Sahariano Alejandro Farnesio, en dónde estuvo en Mando Bandera. Escogido para portar al Santo Cristo de la Buena Muerte, representando a la Xª Bandera.
Congregante del Santísimo Cristo de la Fe, Cristo de los Alabarderos y María Inmaculada Reina de los Ángeles, en la Catedral de las Fuerzas Armadas
Luchador nato por el Valle de los Caídos y sus monjes Benedictinos, por nuestro Cristo Redentor, la Familia, contra el Aborto y la Patria Grande, Unida y Gloriosa, desde la muerte del General Invicto.
Amigo, seguidor y admirador de la figura más transcendental y entrañable del siglo XX español, D. Blas Piñar, mi Caudillo, siempre junto a él, tuve el honor de aplaudirle, ovacionarle, dialogar y abrazarle, porque era mi ídolo y lo seguirá siendo por toda la eternidad. Y tengo el orgullo, que de sus magníficos libros escritos, poseo unos diez, dedicados, con cariño y con su pluma de oro, como escritor en la excelencia.
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