23/11/2024 23:39
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Según la Real Academia Española de la Lengua, fantoche es la persona grotesca y desdeñable, o, en segunda acepción, el sujeto neciamente presumido. No es que Putin sea desdeñable, porque es el principal matón del patio del colegio, pero nadie me podrá negar que es bastante grotesco, y es evidente para quien no se ponga anteojeras que es un fulano neciamente presumido.

Ahí sigue el canalla, presumiendo de potencia militar, cuando ha demostrado que la actual Rusia ha heredado todos los vicios de la extinta URSS; los vicios provocados por el comunismo, que llevó aquél engendro a la caída. Nada nuevo bajo el sol: ya la antigua Rusia zarista tenía los mismos vicios, cometía los mismos errores, y lo mismo da que sea un Potemkin el que planta decorados simulando pueblos a lo largo del camino, o un comisario político el que falsea en los papeles la realidad, con tal de salvar el cuello y medrar.

La URSS cayó -sin que nadie la empujara- porque todo en ella era falso. Los dirigentes, endiosados en sus dachas, creían que bastaba con decir hágase para que sus fantasías tomaran cuerpo. La realidad estaba por fuera, lejos; la realidad estaba en las plantillas vacías de las unidades militares, que contaban en sus inventarios como si rebosaran de personal, de armamento y de capacidad. La realidad estaba en los almacenes llenos de material militar ya obsoleto, que nunca había sido sacado al campo. La realidad estaba en que las cuentas que cada eslabón de la cadena soviética presentaba al superior no reflejaban la realidad, sino la cuota impuesta desde las dachas de los príncipes soviéticos.

Putin ha demostrado su necedad y presunción exhibiendo ante el mundo unas fuerzas armadas que han hecho el ridículo. Que pueden cometer crímenes de guerra contra civiles, por supuesto; pero que están sufriendo unas bajas dignas de las antiguas manadas con que los comisarios políticos arrojaban a sus soldados -un fusil para cada cinco, y que cuando mataran al primero lo recogiera el siguiente-, y unas pérdidas de material astronómicas por la simple ineptitud de sus mandos militares.

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Putin ha hecho el ridículo -puede asesinar a miles de civiles, pero ha hecho el ridículo- por la simple razón de que todos hemos visto en televisión a los camiones de transporte de su ejército con las ruedas reventadas. Pero no reventadas por una mina, ni por un obús, ni por una ametralladora, sino por la falta de un elemental mantenimiento en sus bases; algo tan sencillo como mover los camiones de sitio con cierta periodicidad. Todos hemos visto en televisión a los soldados rusos robando comida en un supermercado ucraniano. No saqueando, con tanto ánimo de apropiación como de hacer daño, sino -simple y llanamente-, llevándose comida para poder alimentarse.

Putin ha hecho el ridículo porque aunque puede asesinar civiles con misiles y artillería, sus ejércitos han demostrado desconocer algo tan fundamental en cualquier guerra como es la logística: que los soldados no se queden sin comida, que no se queden sin munición; que los camiones y los tanques no se queden sin combustible, parados en mitad de una carretera y sin permitir el paso de los que van detrás, y sin permitir la llegada de los suministros que los siguen.

Putin ha hecho el ridículo porque puede esparcir una epidemia de suicidios entre sus allegados -los capos de la mafia en que ha convertido a Rusia-, pero ha sido incapaz de tener unas tropas medianamente preparadas, tras meses de maniobras, para sojuzgar a un país que -sobre sus papeles de mesías zarista- era infinitamente inferior en todo: en tamaño, en capacidad militar, en potencia económica, en población…

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Y ahora, el canalla Putin riza el rizo de la necedad, y -falto de razones- acude a la propaganda de típico corte soviético, acaso por aquello de que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen, y se lanza a atacar a la UE en la persona de José Borrell, llamándole nada más y nada menos que «franquista», según titula 20 Minutos. Admito que lo de franquista será, seguramente, de la cosecha de cualquier becario gilipollas, de los que abrevan en los comederos socialistas y comunistas y siguen -como definió Alfonso Guerra- viviendo mejor contra Franco. Pero la cita -que por publicar entrecomillada entiendo como textual- no deja lugar a dudas: Si viviera en los años 30, estaría del lado de los golpistas como hace en Ucrania.

Bien, pues ya tenemos al fantoche Putin culminando su ridículo. Ya tenemos al capo mayor de la mafia que sustituyó a los Soviets en Rusia unciéndose -como el cabestro que es- al carro de la propaganda socialcomunista y liberal. No tienen ideas, sino antipatías, que dijo Longanessi, y el antiguo espía del KGB no podía ser menos. Otro antifranquista.

Si será Vuecencia grande, mi General, que hasta los fantoches rusos lo tienen como referencia, y saben que contra Franco se vive mejor. ¡Olé sus cojones!

 

Autor

Rafael C. Estremera