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Apocalipsis 3:15-19. Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
“Se ha hecho una virtud de la moderación para limitar la excelencia de los grandes hombres y consolar a los mediocres de su cobardía y escaso mérito” Françoise de La Rochefoucault, escritor aristócrata y militar francés.
Emulando a Cervantes digo: “Más agora ya triunfa la pereza de la diligencia, el vicio de la virtud, la cobardía de la valentía, la ociosidad del trabajo, la mediocridad de la excelencia, la mamandurria del mérito, la moderación de los más nobles impulsos”
¿Podría haber hecho Gaudí la Sagrada Familia con moderación? ¿Y Colón?, ¿podría haber descubierto el Nuevo Mundo con moderación? ¿La Capilla Sixtina hubiera podido ser pintada por Miguel Angel con moderación? ¿Eran Dalí, Picasso o Goya moderados? No, ¿verdad? ¿Camilo José Cela era moderado? ¿Lo eran los hombres del Renacimiento? ¿Fue la moderación la que llevó a Thomas A. Edison a inventar la lámpara incandescente? ¿Fue la moderación la que condujo a Jenner a inventar la vacuna contra la viruela? ¿Los hermanos Biro crearon el bolígrafo llevados de su moderación?
Todos los grandes hombres, llevados de sus más nobles impulsos, hicieron uso sin límites, sin moderación, de los dones que Naturaleza les había concedido para realizar sus obras. Llevaron sus conocimientos hasta la excelencia para descubrir, construir, pintar, escribir…Eran tiempos en que se premiaba y se reconocía la audacia, el ímprobo trabajo sin cortapisas, la excelencia, el privilegio de una mente poderosa, todas las cualidades de las que hacían gala quienes las poseían y que en muchas ocasiones sirvieron para mejorar la vida de los hombres. Hoy impera la moderación que corta, tapa, ahoga lo que las personas llevan dentro porque deja con el culo al aire a los mediocres, a los paniaguados. Hoy, si alguien dice algo novedoso que aporta por encima de lo que la doctrina imperante acepta, se le tacha de extremista, de ir contra la moderación, vaca sagrada de este mundo de mediocres y estómagos agradecidos. Y, sin embargo, la moderación tapa en muchas ocasiones la cobardía, el rencor y el resentimiento. La moderación no hace avanzar, estanca porque ahoga, tapa, cierra, encadena lo que de excelente tenemos los hombres que, temerosos de ser estigmatizados por la cáfila de mediocres que rigen el mundo, tememos ser cesados como han hecho con Cayetana, por exponer nuestras ideas con entereza y sin miedo, por no ser modestos, por no rendir pleitesía a la castrante moderación.
Cayetana ha sido cesada por los mediocres. Debemos recordar que la moderación es, en muchas ocasiones, sinónimo de cobardía. Añadamos a esto que los mediocres odian a quienes está intelectual y profesionalmente por encima de ellos, a quienes haciendo uso de su derecho a utilizar todos los dones con que la Naturaleza les ha dotado, les superan y esto no lo pueden soportar. Son los mediocres los que siempre han cerrado las puertas a las grandes ideas, a la libertad, a los avances, a las mejoras porque, estando ante la grandeza, son incapaces de reconocerla ya que esto sería reconocer su mediocridad, su ruindad y mezquindad. Los mediocres han hecho de la moderación la vaca sagrada de la nueva sociedad pacata, timorata, pazguata incapaz de mostrarse tal como es. La moderación, doctrina intocable en política, cercena toda nueva aportación que signifique una amenaza para los ensoberbecidos mediocres que ven un anatema cuando alguien osa llamar por su nombre a quien, por sus hechos, se merece ese nombre. Y como la mediocridad se contagia más y más fácilmente que el talento, esta sociedad está repleta de mediocres y escasea el talento, y si lo hay, teme mostrarse ya que se le considerará una muestra de falta de moderación y llevado al patíbulo que le levantarán los mediocres.
Hoy, en España, impera la moderación. Moderación en el comer, en el beber y hasta en el follar. No te quiero decir en política. Los políticos han declarado a la moderación la panacea para hacer de España un país depositario de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Y de esta forma los instintos primigenios permanecen encerrados en el pecho de los hombres, ahogados, asfixiados porque la moderación no les permite salir, y ya se sabe desde siempre que la inhibición produce resentimiento, rencor y odio. No nos extrañe que España esté gobernada por unos mediocres resentidos y rencorosos votados por unos ciudadanos mediocres, resentidos y rencorosos, como debe ser según la doctrina imperante. En este panorama a una personalidad como la de Cayetana, no se le puede permitir que venga a alterar el orden mediocre y moderado de una sociedad falta de nervio y temperamento.
Y para terminar una pregunta Sr. Casado: Usted se habrá reforzado domésticamente en su partido, pero ¿se ha reforzado su partido ante los votantes con el cese de Cayetana? Puede que eliminar un capital político, intelectual y de valentía como el que adorna a Cayetana, haya sido un mal negocio para el PP… aunque usted haya reforzado su poder doméstico.
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