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Damas y caballeros,
Debo ante todo felicitarles por los profundos sentimientos filiales que demuestran ustedes hacia sus padres y abuelos (¿deberíamos decir también madres y abuelas?). Actitud tanto más loable cuanto que otro partido, el PP, ha tratado de criminales a sus propios padres y abuelos, culpándoles de la guerra civil. En ese sentido son ustedes un modelo de piedad filial, como de abyección los jefes del PP. Nada más natural, por tanto, que ustedes, sin necesidad de investigar más, hayan concluido que sus propios antepasados fueron unos dechados de cultura y virtud democrática y progresista, vilmente masacrados por los antepasados del PP.
Sin embargo, existen investigaciones fidedignas que demuestran que su estima por sus padres y abuelos (electivos, pues muchos de ustedes proceden de familias franquistas), aun si moralmente encomiable, no se corresponde con la realidad histórica. Y dado que la ignorancia de un pasado aun nada remoto es inconveniente para personas que mandan en España, máxime si las encabeza un doctor, permítanme que les ilustre brevemente al respecto.
Sus padres y abuelos, señoras y señores del gobierno, comenzaron la república incendiando más de cien iglesias, bibliotecas, centros de enseñanza y numerosas obras de arte. Ustedes estarán de acuerdo en que resulta difícil considerarlos apóstoles de la cultura. Pero es que su afición a quemar o destruir bibliotecas, obras de arte o edificios de valor histórico, continuó, alcanzando un cenit en la insurrección socialista-separatista de 1934, y ya desmadrándose absolutamente al reanudarse la guerra en 1936. Con certeza puede afirmarse que ningún partido en toda Europa ha destruido en su propio país más bibliotecas y arte que los del Frente Popular, es decir, los padres y abuelos de ustedes.
No fue esa afición al fuego lo único que distinguió a sus padres y abuelos. No menor fue su afición a la sangre. En los dos primeros años de la república, gobernados por las izquierdas, las víctimas mortales de violencias políticas ascendieron, según cálculos moderados, a unos 500. Las víctimas fueron en su práctica totalidad gentes de derechas, más un número de izquierdistas asesinados por otros izquierdistas. ¿Se identificarán ustedes con ellos después de conocer estos “detalles”?
El violento caos del bienio izquierdista de la república hizo que el pueblo reaccionase dando una amplia victoria electoral a la derecha en 1933. ¿Y cómo reaccionaron sus padres y abuelos, damas y caballeros del gobierno? Unos intentaron un golpe de estado, y otros, el PSOE y los separatistas catalanes, se declararon en pie de guerra contra la legalidad republicana y la democracia. ¿Llamarían ustedes demócratas a sus abuelos y padres comprometidos en tales cosas? Piénsenlo.
La declaración de guerra del PSOE y los separatistas se tradujo en una insurrección armada. El PSOE pretendía con ella implantar un régimen como el de la Unión Soviética de Stalin; y los separatistas trataban de avanzar hacia la disgregación de España, separando a Cataluña. Vencer aquella insurrección costó casi 1.400 muertos, con nuevas y masivas destrucciones de edificios, fábricas, bibliotecas y obras de arte, una verdadera guerra civil durante dos semanas en Asturias y muertos en más de la mitad de las provincias de España.
La derrota de aquellos planes no hizo cambiar de actitud a los antepasados directos de ustedes, sino que en 1936 procedieron a falsificar las elecciones, ocupar el poder y desde él derribar la legalidad republicana para instalar un régimen de terror y arbitrariedad, con unos 400 muertos en solo cinco meses. Reflexionen, una vez más: ¿llamarían ustedes en serio demócratas a sus abuelos y padres?
Y ya durante la guerra, la afición al incendio y la sangre de aquellas buenas gentes alcanzó tales cimas de brutalidad y de sadismo que dan escalofríos a cualquier persona medianamente sensible. Y no fue eso todo. El PSOE envió a Moscú las reservas de oro de España, convirtiendo a Stalin en amo de la alianza de sovietizantes y separatistas en que consistió el Frente Popular. Ello aparte, el PSOE organizó una campaña masiva de robos y expolios a particulares y al tesoro histórico artístico de la nación. Esos cuantiosísimos fondos dieron lugar en el exilio a reveladoras y sórdidas peleas entre los dirigentes, en particular entre Negrín y Prieto. Todos estos hechos son indiscutibles, y, lamentablemente, damas y caballeros, esta es la verdad sobre sus padres y abuelos, sean físicos o electivos.
Dirán ustedes que los nacionales también practicaron el terror. Cierto pero hay tres diferencias cruciales. El terror fue comenzado por sus padres y abuelos ya desde la quema de conventos, bibliotecas etc., seguido por las violencias del primer bienio y la insurrección de 1934. En todo ese tiempo, más del 90 por ciento de los asesinatos fueron perpetrados por sus padres y abuelos. No se puede equiparar el terror de quienes comienzan y agreden y el de quienes finalmente recurren a él para defenderse. En segundo lugar el sadismo y ensañamiento de sus padres y abuelos, damas y caballeros, no tiene paralelo con el terror contrario. Y finalmente, los nacionales no ejercieron el terror entre ellos mismos, mientras que los partidos del Frente Popular se asesinaron a mansalva entre sí, culminando en una guerra civil entre ellos. ¿Ignoraban ustedes estas cosas? Pues es hora sobrada de que las conozcan, porque no son invenciones de propaganda. Añadamos que sus padres y abuelos estaban empeñados en sovietizar o desintegrar España, cosa que no querían consentir los nacionales. No es un detalle trivial
Dirán ustedes también que si el PP ha reconocido la criminalidad de los suyos, para qué molestarse en investigar más. Es una actitud errónea. Los hechos históricos constatables y documentados pesan mucho más que las opiniones de ocasión de los políticos, de sus fáciles condenas o alabanzas. El problema está en que no han sido ustedes los únicos en falsificar la historia, también ha colaborado en esa labor el PP, y con entusiasmo, figurándose que con ello se hacía el demócrata. Y el resultado es la repetición de viejos errores, el resurgir de los odios que destrozaron a la república, unas tensiones separatistas que amenazan la integridad nacional…
Y algo más: han elaborado ustedes una ley de memoria que llaman histórica o para mayor sarcasmo democrática, cuyo contenido es la persecución de las libertades de opinión, expresión, investigación y cátedra. ¿Por qué, para perseguir el franquismo que desapareció hace más de cuarenta años, se ven ustedes obligadas y obligados a atacar los fundamentos mismos de la democracia? ¿No les hace reflexionar esta evidencia? Con esa ley y las medidas derivadas de ella, ustedes están dando pasos decisivos en la destrucción de una democracia acordada por abrumadora mayoría popular en 1976, de la ley a la ley. ¡Lo mismo que hicieron sus padres y abuelos durante la república, damas y caballeros!
Particularmente, tengo escritos numerosos trabajos de investigación sobre estos temas, preparo uno sobre el nacimiento, evolución y destrucción de la república, y hace unos meses publiqué Por qué el Frente popular perdió la guerra. Me permito recomendarles que los lean y los mediten, porque quizá estén ustedes a tiempo de superar su ignorancia y frenar su carrera enloquecida hacia la repetición de los viejos y funestos errores que dieron lugar a la guerra. Una guerra que es de esperar que ahora se dirima en el plano de las ideas y de la democracia. Y que ustedes volverían seguramente a perder, si persisten en su ceguera.
Autor
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Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.
En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos y El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistas, La quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad Digital, El Economista y Época.