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“La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”. (George Orwell, 1984).

 Como bien sabemos, hay sucesos traumáticos, como el asesinato de JFK[1] o los atentados del 11-M[2], que cambian el rumbo de las naciones aprovechando el aturdimiento generado por un golpe inesperado. Una guerra o una epidemia también pueden crear el estado de shock propicio para la introducción de medidas que, en condiciones normales, serían impensables. Y grandes cambios que llevarían mucho tiempo o incluso serían difíciles de aceptar en democracia, sin embargo, son posibles bajo ciertas condiciones excepcionales.

En ocasiones, las circunstancias que envuelven estos “detonantes del cambio” pueden arrojar dudas o sospechas sobre su origen. En otras, existe la certeza de que fueron provocados.

Por otra parte, hay casos que, a pesar de estar envueltos en falsedades, no despiertan suspicacias y han sido asumidos como ciertos. Por poner un ejemplo, un acto traumático como el ataque japonés a Pearl Harbor sirvió para justificar la entrada de los Estados Unidos en la II Guerra Mundial, y pocos son quienes ponen en duda la relación causa-efecto entre la acción japonesa y la reacción estadounidense. Sin embargo, se suele pasar por alto que el ataque japonés sirvió para justificar la guerra contra Alemania. Respecto a las consecuencias de aquella intervención, alcanzan hasta hoy.

Hay razones para sostener que la intervención de los EEUU en la II GM fue decidida por el presidente Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) mucho antes de la provocación japonesa. Conduciendo a una participación que hemos dado por “lógica” a la luz de los hechos conocidos, pero que en absoluto fue forzada por éstos, sino resultado de mentiras e intereses que el “relato” a posteriori ha conseguido ocultar. A pesar, incluso, de que existe documentación sobrada que confirma la voluntad del presidente norteamericano. Recordemos que la intervención estadounidense significó la muerte en combate de más de 400.000 norteamericanos, muchos de ellos en Europa.

No entraremos aquí a juzgar los intereses implicados, las creencias y motivaciones de Roosevelt, las ideas e influencia de su mujer, ni la de su círculo de asesores. Y no porque no sean importantes, sino porque esto nos llevaría demasiado lejos. Simplemente, mostraremos cómo Roosevelt hizo todo lo posible por implicar a su país en la II GM contra Alemania. Y no contra “las dictaduras”, “por la paz” y “la democracia”, como el mismo presidente afirmó en numerosas ocasiones, sino específicamente contra Alemania. Es conocido su entendimiento con Stalin y el reparto del mundo con la Unión Soviética, que no era una democracia, precisamente. Y las cumbres de Postdam, Teherán y Yalta son prueba elocuente de su alianza.

En cualquier caso, para evitar suspicacias, nos limitaremos a mostrar las declaraciones del propio Roosevelt en orden cronológico y que cada cual juzgue. Aunque haya que empezar señalando que la modificación de las Leyes de Neutralidad bajo su mandato en 1935, 1936 y, sobre todo, en 1937, abrieron el camino al incumplimiento de los principios de neutralidad vigentes (véase los principios establecidos en 1907 en la Segunda Conferencia de Paz de la Haya). Tampoco está de más señalar que fue precisamente un internacionalista como Roosevelt quien impulsó unas leyes propias, que le dotasen de autonomía respecto a la legislación internacional para saltarse tales principios. Desde la ley “Cash and Carry” (pago en efectivo y transporte a cargo del comprador), aprobada el 4 de noviembre de 1939, al Acta “Lease and Lend” (de préstamo y arriendo, que permitía diferir los pagos) del 11 de marzo de 1941.

Lo primero que llama la atención es que mucho antes de la II Guerra Mundial e incluso antes de la Guerra Civil Española, Roosevelt ya excluía a la Unión Soviética de los enemigos de la democracia. Así en su Mensaje Anual al Congreso del 3 de enero de 1936 decía: “La paz del mundo y el mundo de buena voluntad están amenazados sólo por el 10 o el 15 por ciento de la población mundial […] Pero la política de los Estados Unidos ha sido clara y consistente. En todo lo posible hemos tratado con seriedad limitar los armamentos del mundo y lograr la solución pacífica de las controversias entre todas las naciones”. Afirmación no del todo cierta si nos atenemos a la insistencia ya mencionada por establecer nuevas leyes de neutralidad cada vez más laxas.

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Así mismo, en un discurso en Chicago, el 5 de octubre de 1937, a cuenta de la guerra en España, Roosevelt dejó muy claro no sólo que su preocupación respecto a las dictaduras era hemipléjica[3] contra “el fascismo”, sino el propósito de ir a la guerra disfrazado de pacifista, induciendo el miedo entre su población: “Si esas cosas suceden en otras partes del mundo, que nadie imagine que Norteamérica se librará; que Norteamérica pueda esperar la gracia de que este hemisferio no sea atacado. […] Estoy decidido a continuar con mi política de paz. Estoy decidido a adoptar todas las medidas para evitar involucrarnos en la guerra”.

Por supuesto, nadie amenazaba a los EEUU y las medidas anunciadas bajo esa retórica pacifista implicaban un rearme en toda regla, como el mismo Roosevelt anunció abiertamente ocho meses antes del inicio de la II GM[4]. Es más, en su Mensaje Anual al Congreso pronunciado el 4 de enero de 1939 ya se aludía a la necesidad de “una defensa adecuada”. Pretendiendo alimentar una vez más en el pueblo el temor a una presunta amenaza externa: “Eventos en el extranjero han hecho cada vez más claro al pueblo estadounidense que los peligros dentro son menos de temer que los peligros de fuera”.

Ahora bien, en vista de lo difícil que era concretar tal amenaza para una población poco dispuesta a involucrarse en otra guerra europea cuyas secuelas todavía se dejaban ver en las calles en forma de mutilados, Roosevelt optó por introducir su mensaje poco a poco, pero de forma constante, siempre bajo el manto de la defensa de “la paz” y “la democracia”. En un famoso discurso el 3 de septiembre de 1939, tras la declaración de guerra a Alemania por Gran Bretaña y Francia, se advertía nítidamente el doble mensaje: “Esta nación seguirá siendo neutral. Pero no puedo pedir que los norteamericanos permanezcan neutrales en su pensamiento. Alguien neutral tiene derecho a juzgar los hechos. No se puede pedir a alguien neutral que cierre la mente o que cierre su conciencia. […] He dicho, no una vez sino muchas, que he visto la guerra y la aborrezco. Lo repetiré una y otra vez. Espero que los Estados Unidos se mantengan fuera de esta guerra. Y creo que lo harán. […] Les aseguro y reaseguro que los esfuerzos del Gobierno se dirigirán en este sentido”[5].

Pero la verdad es que las palabras y los actos de Roosevelt conducían inexorablemente a la guerra. Esto decía en la Sesión Especial del Congreso del 21 de septiembre de 1939: “Estoy total y absolutamente convencido, basándome en mis años de experiencia trabajando por la paz internacional, que revocando el Embargo (a los países en conflicto) los EEUU tienen más posibilidades de permanecer en paz que si la ley se mantiene como hasta ahora. Estos tiempos peligrosos piden cooperación entre nosotros, sin muestras de partidismo. Nuestros actos deben estar guiados por un solo pensamiento, mantener a Norteamérica fuera de esta guerra”.

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En frente, los etiquetados de “aislacionistas” entendían justamente lo contrario; como el Senador por Idaho William Edgar Borah, que proclamaba: “No proporcionaremos munición a nación alguna involucrada en la guerra”. Y en el mismo sentido, el Gobernador de California y antiguo fundador del Partido Progresista, Hiram Johnson, declaraba el 25 de septiembre de 1939: “Muchos creemos que revocar el Embargo facilita el camino a la guerra. Nos oponemos rotundamente. De un lado, grandes beneficios. Del otro, la tierra de nuestros seres queridos. […] Norteamericanos, estad en guardia. No queremos la guerra. Podemos y debemos mantenernos fuera”.

Por supuesto, los hechos posteriores hablan por sí mismos. Pero llama la atención cómo el mismo Roosevelt reconoció más tarde, sin pelos en la lengua, cuál era su postura “contra la guerra” mientras tomaba partido en ella. En un discurso de radio en una cena de la Asociación de Política Exterior, en Nueva York, el 21 de octubre de 1944, afirmó lo siguiente: “En julio de 1939 traté de obtener la derogación de las disposiciones del Embargo de Armas en la Ley de Neutralidad que nos ataba las manos contra la venta de armas a las democracias europeas en su defensa contra Hitler y Mussolini”.

 

(Continuará)

 

[1] El 22 de noviembre de 1963, en Dallas, Tejas.

[2] El 11 de marzo de 2004, en Madrid.

[3] Léase la carta del antiguo embajador español en el Reino Unido entre 1913 y 1931, D. Alfonso Merry del Val, dirigida a Roosevelt el mismo año 1937: “Usted ha declarado (respecto a la persecución de judíos en Alemania) que apenas puede creer que sucedan cosas semejantes en un siglo de civilización como nuestro siglo XX. ¿Cómo es posible entonces que la tortura y matanza en España de […] hombres, mujeres y niños indefensos no haya provocado el menor signo de disgusto por su parte? […] infortunados […] arrancados de sus hogares y asesinados abiertamente a causa de sus opiniones religiosas o políticas. Más aún: sus asesinos son partidarios resueltos de la destrucción por la violencia de esa civilización que usted defiende. […] tengo la convicción de que expreso los sentimientos de millones de españoles, de hecho, de todos los hombres y mujeres de esta España de donde se llevó a América la Cruz y la civilización”. N. del A.

[4]  La fecha que marca el inicio de la Segunda Guerra Mundial es la invasión de Polonia por Alemania el 1 de septiembre de 1939. Se suele ignorar que Polonia fue invadida simultáneamente por Alemania y Rusia como resultado de un pacto entre ambas potencias para el reparto del país eslavo. Francia y Reino Unido declararon la guerra a Alemania, pero no a la URSS. N. del. A.

[5] Una insistencia encaminada a engañar que recuerda mucho otra porfía también mentirosa: “Estoy diciendo que con Bildu no vamos a pactar. Si quieres lo digo cinco veces, o veinte durante la entrevista. Con Bildu no vamos a pactar; con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo repito”. Pedro Sánchez, entrevistado por Roberto Cámara, en Navarra Televisión, el 25 de abril de 2015. N. del A.

Autor

Santiago Prieto