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El reino de Saphan era rico, monumental, poseía las más grandes bibliotecas y se consideraba el Jardín de Edén. Pero era insensato.

En sus ciudades, palacios, casas y calles dominaba la corrupción, la obscenidad, la lujuria, la prostitución porque sus habitantes estaban esclavizados a la diosa Ishtar. Y ni siquiera eran conscientes de ello, ni les importaba. Eran gentes que de ningún modo sabían diferenciar entre su mano derecha y su izquierda ¿Para qué? no había diferencia, eran una sola mano onanista que parlamentaba consigo misma entreteniendo a los ciudadanos.

Además Ishtar era también diosa de la salud y aquel reino era periódicamente recorrido por plagas y pestes, todo lo cual contribuía a engrandecer la devoción a Ishtar.

Sus habitantes vivían sin murallas, sin cerrojos, sin puertas; alegremente confiados, indefensos. Sus militares, entregados a su propia disolución, sentían se gustosamente envilecidos por los gobernantes porque de ellos recibían las medallas en sus casacas y sus bancarias nominas. Unos gobernantes altivos, seguros de sí mismos, orgullosos y soberbios.

Pero los enemigos internos y externos trabajaban para la destrucción de aquel reino. Sólo esperaban el tiempo propicio. El momento estaba cerca. Y ya habían hecho alianza y manifiesto público contra el reino. Pero los soldados seguían embelesados con las fruslerías dispensadas por los gobernantes. Ciertamente algunos soldados, ya en retiro, comenzaban a protestar indignados por la situación y el peligro inminente. Pero era tarde, ahora, ahora que estaban retirados y olvidados de todos. Algunos ciudadanos les reprochaban: “¿Qué lloráis ahora, soldados? No supisteis defender al reino cuando podíais, ¿qué lloráis ahora?”

Los enemigos internos y externos esperaban La Orden para arrojarse contra aquel reino como huracán, y cubrir así toda aquella tierra de muerte y destrucción. Y tomar botín y no dejar ni los despojos a los buitres. De hecho, preparaban demoler la Gran Señal en el monte de los buitres.

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Sólo unos pocos advertían: escuchad ciudadanos y soldados de Saphan, prestad atención, porque la tierra que habitamos será yerma por las manos de nuestros enemigos. Ya están conjurados contra ti Saphan. Y no quedará piedra sobre piedra. La trompeta está a punto de sonar.

¡Hijos de Saphan, volved vuestro rostro hacia El Bien, La Verdad y La Justicia! ¡Soldados de Saphan, cumplid vuestros juramentos! Porque el verdadero Paladín ya ha sido exhortado. Si así cumplís, La Prostituta será destruida y sus siervos entregados a la desolación. Y Saphan resurgirá nuevamente unida, grande y libre.

Autor

Antonio R. Peña
Antonio R. Peña
Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.